jueves, 18 de agosto de 2011

LECTURA No. 3 SEGUNDO AÑO

LECTURA 5 .Fichas sobre las culturas mesoamericanas.
 a. Los Olmecas, un pueblo de origen misterioso
 Los Olmecas, nombre que significa “habitante del país de hule”, fueron un pueblo cuyos vestigios arqueológicos aparecen en la costa del golfo de Campeche, entre ríos, lagunas, pantanos y bosques. Desconocemos su lengua y hasta su tipo físico, el cual, sin embargo, puede reconstruirse sin reservas analizando las figurillas de cerámica encontradas; de ellas deducimos que tenían ojos mongólicos, mejillas mofletudas y practicaban la deformación craneal. Posiblemente fueron rechonchos y de baja estatura. 

La enorme importancia de esta cultura estriba en que es la primera de Mesoamérica en que puede apreciarse la evolución desde las épocas más primitivas hasta alcanzar los centros ceremoniales. En una primera etapa (1500-1200 a. De C.), las antiguas poblaciones fueron elevándose culturalmente y produjeron una excelente  cerámica, sobre todo utilería, y unas figurillas en las que se manifestaron los rasgos considerados antes.También surgió el jaguar como animal totémico, que después pasaría a ser una divinidad .

En una segunda época (1200-600 a C.), la cultura continuó su evolución hacia formas más complicadas, con esculturas monumentales, centros ceremoniales, excedentes económicos y quizá una sociedad estratificada que sin duda ejerció una clase de poder sobre otras regiones mesoamericanas.

Los centros ceremoniales se sitúan en San Lorenzo, La Venta y Tres Zapotes. Sus construcciones están orientadas en el sentido norte- sur obedecen a una planificación predeterminada y están dispuestas sobre enormes terrazas; en ellas aparecen ya las pirámides, por lo menos la escalonada de la Venta. Pero como es muy pequeño el número de viviendas que allí ha aparecido, se supone que otros pueblos, de algún modo bajo la dependencia de los olmecas, les ayudaron a realizar las construcciones . 

La tercera época (600-100 a. De C.) muestra la decadencia de esta cultura. La Venta se fue desplomando y lo mismo ocurrió en los demás centros, si bien Tres Zapotes tuvo la máxima aportación de los Olmecas: la cuenta larga, sistema de anotación a base de contar los días partiendo de una fecha del pasado que es más bien mítica. Este tipo de cronología también será usado por los mayas. Los Olmecas formaron un estado teocrático, con jefes que serían sumos sacerdotes, quienes reinarían sobre un pueblo constituido por diversos grupos de hombres diferenciados profesionalmente. Se ignora si toda la zona en que surgen los restos olmecas se constituyó en un solo estado o fueron ciudades estados unidas por intereses comunes.

El vestido de estos hombres era parco según se desprende de las representaciones humanas; en cambio, se aprecia en grabados y estelas que se adornaban con tocados complicadísimos y de enorme tamaño, así como mutilaciones dentarias, pendientes y posiblemente narigueras. Desde el punto de vista artístico, no se empleó en las construcciones más que la tierra y el adobe, pues no existían piedras en la región; las pirámides son, pues, de tierra y están dispuestas alrededor de plazas. La escultura tuvo excelentes manifestaciones, tanto en cerámica como en piedra. Esta última cuenta con figuras humanas de gran realismo, como el llamado “luchador” de Santa María; las cabezas colosales con pesos de hasta 11 toneladas, que se suponen retratos de grandes sacerdotes o representaciones de dioses y tienen la parte superior cubierta con un casco y el ceño fruncido y sobresaliente, los llamados “altares”, que quizá fueron tronos y que son representaciones estilizadas de jaguares, en las bocas de los cuales asoman a veces personajes; por último, las estela, en que se representan escenas al parecer bélicas, carecen de la unidad de estilo de las demás manifestaciones artísticas, Junto a ello hay que destacar los bellísimos objetos de jade, material que supieron trabajar, también pulieron la serpentina, la obsidiana y la amatista.

La religión , parece que el jaguar era objeto especial veneración, aunque seguramente sería en su origen un animal totémico; se le representa en estilizaciones , a veces antropomorfizadas, y en otras mezcladas con elementos de otros animales. Es posible que se efectuaran sacrificios sangrientos y hasta se ha aventurado la hipótesis de uqe los sacrificados fueran niños. Por otra parte se tiene dioses que posteriormente tendrán amplia proyección en mesoamérica, como son el dios del agua, Xipe-Tótec, Mictlantecutli y Quetzalcóatl. En los centros ceremoniales se han encontrado enterradas grandes cantidades de bloques de serpentina con una finalidad votiva.

La cultura Olmeca, surgida y desarrollada en un lugar concreto del Golfo de México, tiene una trascendencia definitiva en el devenir de Mesoamérica, hasta el punto de ser considerada como la “Cultura Madre” de América. Dio origen a una serie de aportaciones que tendrán repercusiones posteriormente. Cabe mencionar las pirámides o basamentos para elevar las construcciones, la planificación de centros y ciudades tomando como eje una línea. El calendario, la escritura jeroglífica y la aparición de divinidades cuyo culto reaparecerá más adelante.


b.Teotihuacan, la ciudad de los dioses

 A partir del siglo II a de C. Se inició en el Valle de Teotihuacan la primera cultura de la meseta del Anahuac o mexicana. El valle de Teotihuacan se abre entre el de México y el de Puebla y está recorrido por el río San Juan, que desemboca en el lago de Texcoco, que en época antigua era mucho mayor que en la actualidad y alcanzaba los límites del citado valle.

Como otros puntos de Mesoamérica, dicho valle albergaba una población localizada en pequeñas aldeas de agricultores, pues también eran limitadas las extensiones de tierra aptas para el cultivo. Sin embargo, uno de esos poblados se especializó en la producción de objetos de obsidiana, en especial puntas y cuchillos obtenidos por percusión, y parece que su comercio pudo desencadenar el desarrollo de Teotihuacan. La ciudad surge como consecuencia de la fusión de varias aldeas e inician sus desenvolvimiento. Su disposición consiste en eje norte-sur formada por la denominada Calle de los Muertos en realidad una serie de plazas unidas por escaleras para salvar los desniveles del terreno, que une la plaza y la pirámide de la Luna con el gran conjunto, formado por lo que se considera como los palacios de gobierno de la ciudad, el templo de Quetzalcóalt y, al otro lado de la calle de los muertos, el mercado. Se formaron también las avenidas este -oeste, con lo que la ciudad quedó dividida en cuatro partes. Más adelante se construyeron otros edificios que se han llamado palacios, algunos de los cuales sólo fueron conjuntos de habitaciones usadas como viviendas por los habitantes.

Mirando hacia la pirámide de la Luna , a la derecha de la calle de los Muertos, pero separada de ella, se alza la pirámide del Sol, el edificio más colosal de la ciudad. Estas pirámides se rehicieron varias veces hasta alcanzar su forma definitiva, que en la del Sol es una masas de 222 x 225 m de base y 63 de altura. Son escalonadas y truncadas., y en el plano superior se levantaba el templo. El templo de Quetzalcoatl tiene una decoración escultórica basada en la representación de la serpiente emplumada, característica de aquella divinidad, y la de otra que se cree pertenece a Tláloc, el dios de las aguas. Todo ello corresponde a una ciudad de unos 200.000 habitantes, capital de un estado imperialista que debió de ampliar su influjo mediante la conquista y el comercio.

El estado Teotihuacano debió de estar constituido por un grupo rector, que gobernaría tanto la ciudad como el imperio; otro sacerdotal, que regía todo lo concerniente al culto a los dioses y que se reservaba los conocimientos superiores; el estamento militar, imprescindible para conseguir y conservar el imperio, aunque quizá estuviera incorporado al cuerpo sacerdotal, y, por último, el conjunto de los grandes mercaderes, en quienes se cimentaban tanto el poderío como la expansión teotihuacana. Por debajo de ellos se extendía una masa de artesanos y de campesinos.

Existe una floración de pinturas al fresco, que decoraban exteriores e interiores de edificios y en la que aparecen personajes con extrañas vestiduras y complicados tocados. Además hay una cerámica que por su belleza y suntuosidad, esta destinada a usos ceremoniales y de culto, ejemplo los braseros , además de las simples utilitarias. En el trabajo de piedra resaltan las máscaras funerarias, las representaciones de divinidades y las esculturas ornamentales de templos y palacios. La religión tiene aquí un doble sentido. Por una parte., el teotihuacano tiene un problema esencial, que es la falta de agua, que le lleva a divinizar este elemento y nos presenta a Tláloc, otro dios es el dios viejo del fuego Huehuetéolt. Existen, además representaciones de Xipe-Tótec el Desollado, así como el de un dios de la muerte, de corazones humanos, de cuchillos de sacrificio, y de huellas de cabezas de trofeos y restos de canibalismo ritual .Pero hay otro aspecto religioso en Teotihuacan que es el misticismo que la transforma en ciudad santa y fuera el verdadero motivo de su desarrollo. Cuenta la leyenda que , en la última de las cinco creaciones del mundo los dioses tuvieron que sacrificarse para dar nacimiento al nuevo Sol, y la nueva humanidad. Y todo ello ocurrió en Teotihuacán. Ciudad de los dioses.

Sea lo que fuere, en la segunda mitad del siglo VII d. De C. Se produce la caída de Teotihuacan. Parece que se debió a causas internas, y a la penetración de los pueblos que procedían del norte o noroeste, de cultura inferior pero que habían estado en contacto con la teotihuacana. Lo cierto es que la ciudad pereció destruida por el fuego y el saqueo.

Los teotihuacanos influenciaron a todas las culturas mesoamericanas que les siguieron, tanto en sus instituciones, su arquitectura, escultura, cerámica, pintura mural, su religión y su organización política y social constituyen el modelo que será seguido más tarde. Su influencia llegó desde el valle de México, hasta Oaxaca, Veracruz y partes tan alejadas de Guatemala.

C. Monte Albán y los zapotecas.

El valle de Oaxaca está situado en la parte central del estado homónimo actual. En él se eleva un montículo, de unos 500m sobre el nivel del valle, en donde se halla asentada la ciudad de Monte Albán, en una meseta construida por el hombre en la cumbre del cerro y que comprende unos 600 por 400m. Monte Albán no fue nunca, en las diferentes etapas de su historia, un centro ceremonial, sino una verdadera ciudad, en la que vivía una población considerable (35 000 habitantes en su periodo culminante), incluso habilitando para ello pequeñas terrazas. Debió de vivir, pues el terreno de que se disponía en su asentamiento era mínimo, de la agricultura del valle, al que se sometería un proceso productivo exhaustivo. No se sabe quiénes fueron sus habitantes, en una primera época. Después, a partir del siglo I d. De C., reciben el nombre de los indígenas que encontraron allí los españoles: Zapotecas.

En la cima del cerro de Monte Albán , los pobladores crearon una plaza pavimentada, y a su alrededor elevaron una serie de edificios, sobre los cuales se irá construyendo edificaciones en las laderas. Entre ellas esta el Templo de los Danzantes cuyos muros presentan lápidas de gran tamaño, cada una de las cuales tiene grabadas unas figuras, en las demás aparece una flor en vez de sexo y en casi todas ellas hay un texto y signos calendáricos.

No hay seguridad acerca de su significado; las suposiciones van desde considerarlas plasmación de una castración colectiva, si tenemos en cuenta que las flores se han interpretado como representación de la sangre, hasta pensar que se trata de jefes de pueblos vencidos por los guerreros de Monte Albán. En cambio las inscripciones que ostentan, así como otras aparecidas en estelas, permiten afirmar que se trata de manifestaciones de la escritura más antigua de América. Es notable también el “Edificio J” cuya posición diferente de los demás de la plaza, y la presencia en él de unas galerías que lo atraviesan de parte a parte sugieren la posibilidad de que se trata de un observatorio astronómico. En su fachada posterior hay lozas con danzantes grabados y otras con jeroglíficos que indican fechas, un nombre y cabezas invertidas. Se han interpretado como signos de lugares conquistados por Monte Albán.

Otro resto arqueológico interesante son las ruinas de Dainzú, sitio del mismo valle de Oaxaca que tiene un templo adornado con lajas en las que se representan los jugadores de pelota cuya cara esta protegida por un casco o una máscara. En muchas de estas figuras aparece lo que se tomaría por una cinta alrededor del cuello, como si sirviera para sujetar el casco. Se interpreta sin embargo, como una señal de sangre y en tal caso se trataría de decapitados. Aunque con diferencias, los danzantes de Monte Albán y los jugadores de Dainzú tiene tantos puntos en común, que deben pertenecer a la misma cultura.

Los productos cerámicos son notables.. Aparecen recipientes trípodes, soportes de vasijas, vasos con tapas, representaciones de templos, vasijas que reproducen cabezas humanas.

A partir del siglo I d. de C., y hasta el siglo VII, aparece en Monte Albán un pueblo al que se le ha dado el nombre de zapoteca, cuya cultura llega hasta la época de la conquista. En una primera época domina la influencia teotihuacana en su arte: cerámica, construcciones en talud y tablero, escaleras incluidas en la construcción y no sobrepuestas a ella, etc. Después esta influencia desaparece. De estas culturas es el primer juego de pelota que poseemos, cuya planta tiene forma de” I” mayúscula. Se encuentran pectorales de jade y se realizan en cerámica las llamadas urnas funerarias zapotecas, que nunca contienen restos humanos, por lo que se les suele llamar “acompañantes” del muerto. Se supone que representan divinidades o sacerdotes ataviados como dioses.

El panteón de estas culturas es muy complicado. El número de dioses y diosas aumenta conforme se desarrolla esta cultura, se empieza siendo siete, todos masculinos, hasta alcanzar unos 38, con 11 femeninos, al final. Sus representaciones ostentan un barroquismo extremo en los detalles y adornos y se presentan, sentados con las manos en las rodillas, sobre blancos o una especie de bloques prismáticos. El más representativo es el dios de la lluvia Csijo, y la más conocida, la diosa 13 Serpiente. 

A comienzos del siglo VII empieza la decadencia de la ciudad por motivos desconocidos, aunque deben ser parecido a los de Teotihuacán. Sin embargo, aquí no se observa incendio ni destrucción, sino que el abandono es lento y paulatino.

En torno al siglo Xl , los centros de cultura Zapoteca se han desplazado al valle de Oaxaca y comienza el periodo de dominio de Mitla con sus grandes palacios de la ciudad. En los siglos XLV y XV monte Albán y Mitla fueron ocupadas por los Mixtecas.


d. La leyenda de Tula y los toltecas

Fue ya en el periodo posclásico cuando los “nahuas”, muy influidos al principio por la cultura teotihuacana, erigieron la ciudad de Tula, cuyas ruinas aún se ven junto al cerro de Xicoco, a 80km al norte de la ciudad de México, en el actual estado de Hidalgo. Pero la zona por la que se extendió su dominio alcanza a parte del valle, recorrido por las aguas de un río que recibe asimismo el nombre de Tula.

Su núcleo lo constituye una gran plaza, en cuyo centro todavía se aprecian los restos de un adoratorio de reducidas dimensiones, rodeada de importantes edificaciones. Por su parte este, la plaza está limitada por una pirámide que se supone está dedicada a Tonatiuh, el Sol, y al oeste, por el juego de pelota número 2 en muy mal estado de conservación, pero con su característica planta de doble T; entre sus ruinas se han encontrado las esculturas de un porta estandarte y un guerrero, y una lápida con un jugador de pelota.

Al norte se eleva la pirámide de Quetzalcóatl en su advocación de “Señor de la Aurora”. En su decoración abunda águilas y zopilotes reales que devoran corazones sangrantes y alterna con serpientes emplumadas de cuyas luces salen rostros humanos. En la parte superior quedan restos templo doble que allí se edificó; había dos columnas en forma de serpientes emplumadas, con las cabezas apoyadas en el suelo y los cascabeles de sus colas en la parte alta. El primer recinto estaba sostenida por lo hoy denominados “Atlantes de Tula “, cuatro estatuas de gigantescos guerreros completamente armados. El techo del segundo se apoyaba en cuatro pilares recubiertos de relieves de escenas bélicas . A los píes de está pirámide se añadió un pórtico o columnata constituido por tres hileras de catorce columnas, que fue prolongada hasta la plaza por el lado este. En el sector norte de la pirámide se sitúa el “muro de las Serpientes”, de cuyas fauces, como en las anteriores, también salen cráneos humanos descarnados, aunque pueden apreciarse las extremidades.

Ala izquierda de la misma pirámide está el “Palacio Quemado” con varias salas y tres patios. En una de aquéllas hay una banqueta con un relieve policromado en que se aprecian trece personajes provistos de lanzas y escudos. En el interior de otras se encontró un Chac Mool, que se interpreta como una divinidad del agua. La cerámica tolteca manifiesta al principio una gran influencia de Teotihuacan, pero después aparece un estilo propio que realiza trípodes, platos, incensarios, braseros y representaciones de dioses. En el panteón de los toltecas destaca en primer término Quetzalcóatl, representado de muchas formas y con atribuciones casi infinitas; le siguen en importancia los conocidos dioses de la lluvia Tláloc, y el dios viejo del fuego, huehuetéotl; se encuentra también Centéotl, dios del maíz; Izpápalotl, una diosa chichimeca, y Tonatiuh, el sol. La principal figura de la historia tolteca fue el príncipe I-Caña, Nuestro Príncipe, Quetzacóatl, cuyo nombre se confunde con el de la divinidad, que debió vivir en el siglo X, pero que habría tenido que huir de la ciudad. Sin embargo, dejó sucesores hasta el siglo XI, época en que, al parecer, penetraron nuevos chichimecas procedentes del norte, que convivieron en un primer tiempo pacíficamente con los toltecas y después se enzarzaron con ellos en duras luchas que provocaron la llamada “dispersión” de los toltecas (siglo XII) por el área mesoamericana.


e. Chichimecas del altiplano mexicano

Se considera chichimecas a los grupos de cazadores nómadas y recolectores de plantas silvestres del norte de México. Estas tribus se establecieron hacia 1170 en las riveras del río Colorado y avanzaron muy al sur, hasta el valle de México, a donde llegaron antes que los aztecas. Vivieron la influencia de las poblaciones del valle y algunos adoptaron su cultura, por ello hay distinción entre los “verdaderos chichimecas”, cazadores y recolectores y los aculturados que llegaron a tener mucha influencia como príncipes y guerreros y se enorgullecían de descender de los aguerridos y bravos chichimecas. El título de chichimecatl tecuhtli, príncipe chichimeca llego a ser el honorífico de los reyes de Texcoco.

La mal conocida decadencia de los toltecas tiene uno de los principales puntos de explicación en la presencia de grupos seminómadas que atacaron desde el norte: eran las tribus chichimecas, que en tiempos del mítico caudillo Xólotl se expandieron con rapidez y establecieron su centro de operaciones en Tenayuca. En 1246 habían llegado al valle de México y poco después eran los señores del altiplano central.

A partir de la época de Tlotzin, nieto de Xólotl, asistimos a un proceso de aculturación de los invasores y dominadores que adoptarán los contenidos y formas toltecas de cuya superioridad no tenían duda alguna. En realidad, la invasión chichimeca venía a poner de manifiesto el contraste entre los pueblos sedentarios de cultura desarrollada y los que aún vivían en una etapa casi de recolección y caza, como era el de los chichimecas, cuyos alimentos eran los animales capturados y los cactus, tunas y maíz silvestre. Eran para los pueblos del centro una especie de “bárbaros”.

Sin embargo, la llegada chichimeca puso de relieve que la guerra era un elemento básico para la supervivencia de los pueblos mesoamericanos y ni siquiera los aztecas podrían sustraerse a ese requisito. A pesar de que los avances agrícolas fueron notorios, los chichimecas necesitaban de la lucha y la expansión territorial para regular el volumen de su población y mantener el sistema económico. De 1250 a 1327, nuevos pueblos intentan dominar a los chichimecas y lo consiguen en parte: tecpanecas, otomíes, colhuas y chimalpanecas. Finalmente, en 1428, habrían de reconocer el dominio azteca, que da paso al último gran capítulo de la historia del México precolombino.

Por lo que se refiere a las culturas del Golfo de México, al sur del actual estado de Veracruz- floreció entre los siglos VI y XII la llamada cultura de el Tajín o totonaca antigua, cuyas pirámides y sentido decorativo han hecho pensar en influencias mayas y en relaciones con la meseta central.

El periodo totonaca reciente siglos XII al XV- corresponde a la cultura de Cempoala, más parecida a las de la meseta, como muestra su pirámide o su cerámica, que recuerda la realizada por los alfareros de Cholula. Al norte de los totonacas, los huastecas, florecen entre los siglos XII y XV. Su cultura se caracteriza por un tipo de escultura en piedra que no puede ser calificado de relieve ni de bulto redondo, y por una cerámica con vasos esféricos ciertamente original.

En la otra costa mexicana, las culturas del Pacífico se denominaron globalmente bajo el apelativo de tarasca, derivado del nombre de las tribus que habitan la mayor parte de la zona. Hoy sin embargo, el área de los tarascos se circunscribe a los alrededores del lago de Pátzcuaro, en Michoacán y a la zona de Chupícuaro, en Guanajuato. Junto a ella, se destacan las aportaciones de Colima Jalisco y Nayarit. En torno a los siglos XI y XII, donde la cerámica es tosca por sutécnica y rica por su decoración y son características una figurillas que representa personajes y animales de gran expresividad.
Los chichimecas llevaban vida de cazadores,No tenían casa, no tenían tierras,Su vestido no eran capas de algodón,Sólo pieles de animal, sólo capas hechas de heno.
Comían tunas grandes,Bisnagas, raíces silvestres.
Mucho se afanaron durante 364 años,Hasta que empezó al finEl señorío chichimeca en Cuautitlán.
(Anales de Cuautitlán)


f. Los totonacos o totonacas

Este pueblo tuvo su origen en las montañas del norte del Estado de Puebla. Se cree que salieron del legendario Chicomóztoc y llegaron hacia las costas del golfo en el actual estado de Veracruz, a fines del siglo primero d.c., donde conquistaron a los nativos y se mezclaron con ellos. Su florecimiento se dio entre los siglos VI y XII, cuando crearon centros ceremoniales tan espectaculares como el de el Tajín y Yahualichan. Sus pirámides y su sentido decorativo tienen relación con influencias mayas. Se extendieron a Papantla, Cempoala, Nautla, Isla de Sacrificios y otros lugares que subsistieron hasta la llegada de los españoles. Una importante elemento de esta cultura que aún perdura es la danza de Los voladores, celebrada como rito religioso que reproduce su concepción cosmogónica. Completaban su atuendo con abanicos, pectorales y brazaletes de oro, cuentas de jadeíta, orejeras de obsidiana, etc. Eran politeístas y adoraban al Sol, la Luna y Venus. El periodo totonaca reciente –siglos XII al XV- corresponde a la cultura de Cempoala, más parecida a las de la meseta, como muestra su pirámide o su cerámica, que recuerda la realizada por los alfareros de Cholula. Cempoala fue la más importante de sus poblaciones activa a la llegada de los españoles. Cortés estableció una alianza con su dirigente: “El cacique Gordo”; allí tuvo lugar la batalla entre Cortés y Narváez y se edificó la primera capilla cristiana. (adaptación libre de Diccionario Porrúa, México, Porrúa, 1995.)

g. Los huastecos
Pueblos de origen olmeca que desde medio siglo antes de Cristo ocupaba la cuenca del río Pánuco y se extendió a parte de los actuales estados de Tamaulipas, San Luis Potosí, Veracruz, Hidalgo y Querétaro adquiriendo características culturales peculiares. Una de ellas era la redondez de muchas de sus manifestaciones arquitectónicas y artísticas. En montículos circulares levantaban sus templos, también circulares. Sus altares semejaban conos truncados. Sus chozas eran asimismo circulares. Usaban adornos semicirculares para la cabeza y hasta sombreros cónicos. Los cronistas indígenas y españoles hacían hincapié en lo espectacular de su vestimenta y adorno personal. Usaban lujosas capas y túnicas y adornos de cabeza hechas con plumas de aves entretejidas o adheridas a las telas de algodón. Se perforaban las narices y en los agujeros, que ampliaban con hojas de palma, se colocaban tubos de oro decorados con plumas de colores. Se teñían el pelo de rojo o amarillo. Sus sacerdotes tenían gran predilección por las ciencias ocultas. Eran magos, prestidigitadores, adivinos y brujos; adivinaban el porvenir, hipnotizaban y conocían bien las plantas. Posiblemente conocieron la fabricación del papel de amate y los códices. Tuvieron gran habilidad para tallar conchas marinas y produjeron también artísticas figuras y vasijas de cerámica. Los actuales huastecos, que ocupan prácticamente las mismas regiones de sus antepasados prehispánicos, conservan todavía muchas de las tradiciones y costumbres de aquéllos. En 1990 eran alrededor de 150 000. (adaptación libre de Diccionario Porrúa, México, Porrúa, 1995.) 

h. Los Mayas, esplendor y decadencia

El pueblo maya es junto con el azteca, el máximo representante de las altas culturas en la zona mesoamericana; los conocimientos científicos y las realizaciones artísticas alcanzaron allí cimas más elevadas y cristalizaron en una civilización avanzada. Geográficamente los mayas se sitúan en una región comprendida, entre el Istmo de Tehuantepec y una línea que va hasta más allá de Honduras. Como en casi todas las culturas de Mesoamérica, se distinguen en ella los tres periodos el preclásico, clásico y posclásico.

La sociedad maya parentesco y jerarquía

La economía agraria del área es determinante a la hora de fijar un modelo social claramente jerarquizado y estratificado: la tierra y la fuerza de trabajo habían de ser necesariamente controladas para la supervivencia del conjunto social.
El tiempo de trabajo se distribuía entre el necesario para obtener los principales bienes de consumo –maíz, calabazas, frijoles, árbol del pan, zapotes, etc.-, cuyo posible excedente era administrado por el grupo dirigente, y el empleado en el cultivo de las parcelas pertenecientes a la casta, gran parte de ellas destinadas a productos que revestían un carácter de prestigio o suntuario –algodón, copal, cacao-.También era obligación de las familias campesinas y de los esclavos contribuir a la erección de los grandes centros ceremoniales políticos, en los que residían los gobernantes, o especializarse en trabajos artesanales para subvenir a las necesidades de esas ciudades.

Lógicamente, el aparto burocrático fue cada vez más imprescindible y en el destacaban los administradores de territorios, que constituían el Ah Cuch Caboob, especie de “consejo de Estado”, los Ah Hopopoob o consultores políticos, los Batabes o jefes de explotaciones agrícolas, los Tupiles o alguaciles, etc.

Las rivalidades tradicionales entre las ciudades-estado mayas se acentuaron así, y eso explica, al margen de las etapas en que tuvieron lugar invasiones foráneas, el papel social creciente de los guerreros, en especial de los jefes o Naciones. Comerciantes y militares se configuran en la última fase de la historia maya como grupos que modifican el orden jerárquico tradicional.

Una cultura agraria y ritual

Los mayas desarrollaron a lo largo de dieciocho siglos una cultura creativa, rica sugerente. Cultura esencialmente intelectual, fruto en sus formas más altas de la poderosa cohesión e influencia de sus sacerdotes; cultura uniforme, con las lógicas variantes regionales. El milagro de sus unificación se debe sin duda a los concilios sacerdotales, reunidos para confrontar resultados científicos, corregir la cuenta de los años y otros aspectos similares, ya que todo el panteón religiosos es una fabricación puramente sacerdotal.

El maya, pueblo agrícola, precisaba una exacta cuenta del tiempo para prevenir las acciones en relación con los ciclos de cultivo. A esta necesidad dio la clase sacerdotal adecuada respuesta: el calendario y la invención de un sistema matemático. Cabe señalar que aunque algunos de sus hallazgos aparecen ya en otras culturas mesoamericanas, la complejidad y precisión del cómputo del tiempo son totalmente propios.

En el campo de la aritmética, hija de la necesidad de contar la regularidad y frecuencia de las variaciones celestes, idearon un sistema de numeración que incluía el cero. Para las grandes fechas tenían otro sistema que se puede calificar de “arábigo”. Otra de las muestras del ingenio maya es su escritura jeroglífica –más de 700 signos- que aparece en piedra, en códices y el la superficie de algunos vasos de cerámica. Esta escritura aún no descifrada plenamente, tiene sin embargo su piedra de roseta en la Relación de las cosas del Yucatán de Landa.

En el terreno de la construcción, fueron los únicos americanos que supieron cubrir espacios cerrados con materiales pétreos mediante falsas bóvedas de saledizo, construidas por aproximación de hiladas o grandes losas inclinadas. Esta es su gran aportación arquitectónica. En la arquitectura maya destacan los templos, palacios y juegos de pelota. Los templos –Palenque, Tikal, Chichén-Itzá-, sobre pirámides escalonadas, presentan en el periodo clásico, coronándolos, cresterías, también llamadas peines. Entre los palacios destacan el de Palenque, y el del Gobernador y el Cuadrángulo de las Monjas en Uxmal.

Entre las obras escultóricas son notables los relieves, como el del templo de la Cruz Foliada de Palenque, las estelas de Piedras Negras y Tikal o el Frisco de los jaguares de Chichén-Itzá. Por desgracia, apenas quedan muestras de la pintura maya. En Bonampak, “la capilla sixtina” del arte maya, la habitación decorada con escenas en franjas basta por sí sola para mostrar el dominio maya en este arte. Asombra la sobriedad de líneas y la seguridad del trazo.

Tenemos muestras de cómo utilizaban un lenguaje escrito por el libro de los Libros del Chilam Balam, y un verdadero monumento literario en el famoso Popol Vuh, que llegó hasta el siglo XVIII trasmitido secretamente por los indios de generación en generación y que tuvo la fortuna de ser rescatado por el dominico español F. Ximénez

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