martes, 30 de agosto de 2011

LECTURA No. 8 SEGUNDO AÑO

Mamá, mamá, ¿A quién le está sacando la lengua mi papá? - A los que lo ahorcaron hijo, a los que lo ahorcaron.
Los diferentes aspectos de la colonización



La conquista por la fuerza no es durable, ni se legitima. Los españoles emprendieron un proceso de ocupación y poblamiento del territorio donde reconstruyeron, a su manera y según los esquemas culturales que tenían, una sociedad, ahora con mayor territorio, nuevos recursos y una población a explotar, pero al mismo tiempo a educar y, sobre todo, a convertir al cristianismo. Ese gesto, imperativo para la "legal" posesión de las tierras, se aplicó por muchos medios, algunos seductores evangelizadores, misioneros, escuelas, otros también violentos sometimiento al tributo, al repartimiento, la esclavitud y a la inquisición, en fin, los medios para orientar la economía haciendas, ranchos, minas, comercios, mercados y organizar la población fundación de ciudades, designación de cabildos, integración de pueblos que dejaron sus huellas, algunas perceptibles aún. La colonización, a múltiples caras, fue un complejo proceso de articulación de los elementos demográficos, materiales, técnicos  y culturales de los conquistadores, indígenas y otros inmigrantes, a un sistema or­gánico legal, administrativo y de gobierno bajo la hegemonía de la Corona es­pañola. ¿Qué sabemos de las (inter)mediaciones de los indígenas en este proceso? ¿Cómo se fueron adaptando o desechando sus formas de organización, su cultura y prácticas sociales y religiosas?

Nociones para reflexionar:

  • Repartimiento: este sistema obligaba a los nativos a trabajar por temporadas en las ha­ciendas, regresando después a sus pueblos para trabajar su propio sustento y obtener también lo necesario para el pago del tributo. Fue facultad de los Alcaldes mayores sacar determinado número de indios para laborar en las haciendas, minas, o en obras urbanas durante una semanas; sin embargo, los indios eran conducidos a lugares muy distantes de sus pueblos, explotados largas jornadas de 2 y 3 semanas por una remuneración raquítica.
  • Tributo: impuesto personal que se aplicó a los indios y que podían cubrir en espe­cie o en trabajo. Su fruto significaba el vasallaje de los indios a la Corona, por ello la Real Hacienda lo recuperaba. Duró los tres siglos que existió la Nueva España.
  • Evangelización: es el acto de difundir el Evangelio o predicar la doctrina cristiana entre el pueblo. Un compromiso de los reyes católicos para que el papa Alejandro VI les adjudicara las tierras “descubiertas” por Colón fue el de cristianizar a los naturales. Por ello desde los primeros viajes del Almirante, lo acompañaron misioneros de órdenes mendicantes que velaron por la evangelización de los indios. A México llegaron los frailes desde muy temprano: los Franciscanos, el grupo más importante, arribaron en 1524, principalmente a las regiones de Puebla, México, Michoacán, Jalisco y Yucatán. En el siglo XVI había más de mil franciscanos en 144 doctrinas‑conventos fundados por ellos. Los dominicos llegaron en 1526, también en número de doce, y se fueron incrementando. Su acción cubrió las regiones de Puebla, México y Oaxaca. En 1533 aparecieron los agustinos que, para mediados del siglo XVI ya eran más de doscientos en las zonas de Puebla, México y Michoacán. En fin, los jesuitas se instalaron en la ciudad de México en 1572, se orientaron principalmente a educar a los criollos y algunos mestizos en las principales ciudades de españoles, aunque mantuvieron una misión en el norte. Tardíamente llegaron los carmelitas descalzos, 1585, y los mercedarios, 1594, para atender a los indios. (Resumen sacado de Francisco Morales y Oscar Mazín, "La Iglesia en Nueva España: los modelos fundacionales", en Gran historia de México ilustra­da, No. 7, Planeta‑DeAgostini‑CONACLTLTA‑INAH, México, 2001, pp. 124‑127).

La Conquista espiritual 9

España heredó la concepción universal, progresiva y providencial de la historia que había elaborado el cristianismo y con ella se enfrentó al sorpresivo des­cubrimiento de nuevas tierras, y al aún menos pre­visible contacto con civilizaciones hasta entonces ignoradas.

       La idea cristiana de la historia también apoyó la expansión imperial del poder español, infundién­dole un sentido providencial y mesiánico. La igle­sia cristiana medieval se consideraba universal, pero antes de la era de los descubrimientos la cris­tiandad estaba confinada a una parte muy pequeña del mundo. Sorpresivamente los descubrimientos de los siglos XV y XVI abrieron por primera vez la po­sibilidad de expandir la cristiandad por vastas regio­nes y cumplir con las aspiraciones universales de la iglesia. Y entre todas las naciones de la cristiandad, pocas como España vivieron tan intensamente el privilegio de sentirse predestinadas a realizar ese ideal que los cristianos veían enunciado en las Sa­gradas Escrituras. El descubrimiento de tierras ig­notas y la conversión de pueblos paganos parecieron a los españoles un signo claro de la mi­sión providencial que Dios le había señalado al pueblo escogido.



La enseñanza de la doctrina cristiana en los pueblos indígenas

Los primeros frailes que llegaron a Nueva España vieron en los indígenas las cualidades más estima­das por la grey cristiana: eran pobres, mansos, dóci­les, humildes, obedientes, dúctiles como niños, y aptos "como tabla rasa y cera muy blanda" para im­primir en ellos cualquier cosa que se deseara. En esta interpretación se fincó la convicción de que los indios alcanzarían la perfección cristiana si queda­ban bajo la tutela exclusiva de los frailes, pues de este modo llegarían a ser “la mejor y más sana cris­tiandad y policía del universo‑mundo".

En las misiones y las parroquias los mismos mendicantes transmitieron a los nativos, en su pro­pia lengua y a través de imágenes, los rudimentos de la doctrina cristiana y establecieron escuelas para enseñar a los catecúmenos. Los atrios de los monas­terios y las iglesias se mudaron en aulas gigantescas donde la instrucción colectiva se combino con él canto, el teatro y la fiesta.

De modo que una parte fundamental de la enseñanza religiosa se llevó a cabo a través imágenes como en la antigüedad mesoamericana. Constantino Reyes Valerio observa que los miles de metros cuadrados de pintura que cubren las paredes de los conventos, iglesias y capillas tuvieron la función de transmitir los principios básicos del cristianismo en la población indígena. Señala también el papel que jugaron las escenas religiosas pintadas en conventos. Estas escenas "no fueron distribuidas al azar sino que, por el contrario, los misioneros las distribuyeron con la intención de que sirvieran para enseñar los fundamentos de la doctrina por medio de ellas." En estas escenas predomina la Anunciación, el nacimiento de Cristo, la Adoración de los Reyes, la Pasión de Cristo, la Última Cena, algunos episodios del Antiguo Testamento, etcétera.

Como observa Serge Gruzinski, el cristianismo multiplica en todas partes sus imágenes, lo mismo en las grandes ciudades como México y Puebla que en los pequeños poblados y en el campo donde se erigieron los conventos o monasterios. A tal punto que el dominico Bartolomé de las Casas pudo escribir hacia 1555 que él había visto “una buena parte de la doctrina cristiana representada en figuras e imágenes, gracias a las cuales los indígenas la podían leer como yo la leo escrita con nuestros caracteres en una página".

A pesar de su apariencia masiva, el adoctrinamiento de los frailes fue selectivo y estratégico. Los mendicantes conocían la dificultad que representaba la conversión de los adultos y concentraron sus esfuerzos en los niños, quienes no oponían esa resistencia, y eran más débiles a la seducción de los regalos que les ofrecían. La educación concentrada en los niños y jóvenes produjo resultados que los frailes, festejaron como milagros de la evangelización, pero que a nosotros no dejan de causarnos malestar y repugnancia, por la forma insidiosa de oponer a los hijos contra los padres e incitar deliberadamente la destrucción de las familias.

Las escuelas de los mendicantes pronto se convirtieron en los centros de difusión de la lectura, música, canto, teatro, artes y cultura occidentales. En ellas los niños y jóvenes indígenas aprendieron el catecismo, los cantos y salmos cristianos, las técnicas y los oficios europeos, la danza, el teatro y el manejo de instrumentos musicales de occidente, que también aprendieron a producir y a combinar con la música y las tradiciones indígenas.



Los escenarios, los personajes y los símbolos de pintura occidental se aposentaron en las paredes los conventos e iglesias novohispanos, y narraron para ilustración de las multitudes indígenas, los episodios de la creación del mundo según el Antiguo‑Testamento, el nacimiento de la humanidad según la Biblia, la conformación del cielo y del infierno, las prédicas de los primeros apóstoles, los acontecimientos dramáticos de la pasión y muerte de Jesucristo, el descubrimiento de América impulsado por los reyes católicos, la irradiación del cristianismo por el Nuevo Mundo y la llegada portentosa de las órdenes mendicantes y de la Iglesia católica a la Nueva España.

 Quizá el cambio ideológico más importante que indujeron los evangelizadores fue la supresión del antiguo calendario de rituales indígenas y su sustitución por las efemérides y festividades cristianas. Al suprimir las antiguas fechas de culto, los religiosos rompieron la continuidad de la memoria que celebra­ba los acontecimientos fundadores de la vida indígena. ­Y al encimar sobre esas fechas los cultos y ceremonias cristianos, poco a poco impusieron las conmemoraciones, los ritos, las festividades y el santoral ­cristiano: crearon un calendario que sólo recordaba los actos memorables del conquistador.

      Al día siguiente de la toma de México‑Tenochtitlan­ se manifestó el empeño de los conquistadores por desaparecer los antiguos dioses, templos y cultos. Los franciscanos adoptaron la estrategia de quemar los templos indígenas, arrasarlos y construir sobre sus res­tos las primeras ermitas e iglesias cristianas. Bernardino de Sahagún refiere que los franciscanos eligieron tres antiguos adoratorios indígenas para construir templos cristianos: el cerro de Tepeyac don­de se rendía culto a Tonatzin; la sierra de Tlaxcala donde se veneraba a Toci; y un lugar cercano al Popocatépetl donde se celebraba a Tezcatlipoca. Esta política se multiplicó en todo el territorio.

Uno de los instrumentos más sutiles para borrar la memoria indígena e implantar la cristiana, fue la manipulación del calendario. Poco a poco las festivi­dades indígenas que celebraban el fin de la estación seca y la llegada de las lluvias, las fiestas de la siem­bra y la cosecha de los granos, las ceremonias consa­gradas a la caza y la recolección de frutos, fueron sustituidas por celebraciones cristianas. La fiesta de­dicada al dios tutelar del pueblo fue reemplazada por la fiesta del santo patrono cristiano. De este modo la recordación de la antigua fundación prehispánica se transfiguró en remembranza de la evangelización cristiana.

Una tras otra las antiguas festividades fueron re­emplazadas por las ceremonias cristianas, o se amal­gamaron y sincretizaron con los cultos católicos, en una simbiosis que aún no ha sido estudiada con la atención que merece. Lo cierto es que mediante estas sustituciones el antiguo calendario político de los pueblos indígenas fue borrado, y su calendario agrícola se transformó en un calendario de fiestas y ritos cristianos, cuyo propósito fue hacer de los in­dios católicos fervorosos y vasallos apegados a las formas de vida occidentales.

El doble proyecto fundacional de la Iglesia 10
Resulta muy natural que la fundación de la iglesia en Nueva España tomase la forma de un doble pro­yecto;  por un lado, una iglesia  misionera, local, auspiciada por los frailes, apoyada en el papado y encaminada a lograr una primera evangelización de los indios; por el otro, una iglesia organizada en dióce­sis, sometida a los obispos, es decir, jerárquica y que tendría a las catedrales por eje de un sistema parroquial que sólo se fue conformando al cabo del tiempo. Debido a que las órdenes religiosas fueron casi las únicas que trabajaron en la primera mitad del siglo XVI, el primer proyecto se consolidó con mayor rapidez que el segundo.
El primer grupo religioso que  vino a México fue el de doce franciscanos que llegaron en 1524. Les habían precedido un año antes otros tres franciscanos, entre ellos fray Pedro de Gante. Aunque ya existía una diócesis, la Carolingia, fundada en 1519, las actividades misionales de los franciscanos tuvie­ron como ámbito geográfico no los confusos límites de ésa diócesis, sino el ámbito conventual de sus comunidades religiosas. Así, sus primeros trabajos misioneros los realizaron desde cuatro conventos fundados estratégicamente el mismo año de su lle­gada a cuatro pueblos indígenas de suma importan­cia. México‑Tenochtitlan, Texcoco, Tlaxcala y Huejotzingo, lugares que no tenían nada que ver con la primera diócesis. Esta estructura conventual se consolidó con la llegada de las siguientes órde­nes misioneras, los dominicos (1526) y los agustinos (1533), en tal forma que si se quiere conocer la fun­dación de las primeras comunidades cristianas indí­genas hay que hacer un recorrido de los antiguos conventos de las órdenes religiosas.
Pero no sólo fue el ámbito geográfico lo que le dio peculiaridad a estos primeros años de la iglesia novohispana. Fueron sobre todo los privilegios que la Santa Sede concedió a los misioneros, privilegios que, en cierto modo, hacían innecesaria la presen­cia de los obispos, pues a no ser los actos exclusivos del orden episcopal, como era la ordenación de sa­cerdotes, todos los demás poderes eclesiásticos los detentaban los misioneros.
El documento más representativo de estos pri­vilegios es el breve de Adriano VI, Exponi nobis, mejor conocido como "Bula Omnímoda", concedido a los franciscanos el 9 de mayo de 1522. Este breve es un documento eminentemente misionero. Sus contenidos están relacionados no tanto con la fun­dación de una iglesia, sino con la actividad misione­ra de los frailes, a quienes se les confiere independencia de sus superiores provinciales en España y se les sujeta directamente a los ministros y capítulos generales de la orden. En el último párra­fo de este documento se expresa que, puesto que la ocupación principal de estos religiosos será la conversión de los indígenas, el papa concede que sus supe­riores "tengan, así para los frailes... como para los indios convertidos a la fe cristiana o cualquier otro cristiano que los acompañase en la obra de conver­sión, toda nuestra omnímoda potestad y autoridad así en el fuero interior como en el exterior".
Esta "omnímoda potestad", objeto posteriormente de acaloradas disputas entre obispos y frailes, fue el instrumento con el que las ordenes religiosas construyeron con toda libertad una cristiandad indígena que tenía más semejanzas con la estructura de sus conventos que con la de las parroquias. De hecho, da la impresión que los frailes en cuanto les fue posible, reprodujeron su forma de vivir en estas comunidades . La recitación del oficio divino en las escuelas de niños, los cantores y "menestriles" para los oficios divinos y la disciplinada organización de las actividades religiosas los pueblos, por cierto siguiendo las antiguas formas "de gobierno temporal” de los indígenas, formaron parte básica del modelo que los frailes usaron para establecer la iglesia en México.
La pugna entre ambos proyectos de iglesia es, ciertamente, uno de los temas más recurrentes historia de Nueva España. Como se ha señalad los enfrentamientos entre regulares y seculares  no se originaron en Nueva España. Habían aparecido en la edad media tardía, cuando las órdenes mendicantes penetraron poco a poco en los enclaves urbanos .Ahora bien, la iglesia nueva, local y misionera de los regulares en las Indias, que diera a estos gran sensibilidad y hondo conocimiento de los naturales, no llegó a plantear una organización alternativa a la de la cristiandad europea. La organización por parroquias mediante beneficios (cargo de ministerio de asistencia espiritual a los feligreses que lleva aparejada una retribución para el sustento del pastor), sujeta a la jurisdicción ordinaria encabezada por los obispos, fue desde antiguo una solución indiscutida en la cristiandad occidental. No obstante, los frailes del siglo XVI en Nueva España se asumían como los protagonistas de una fase primitiva dominada por una especie de autarquía ajena a toda sujeción a las catedrales o iglesias de los obispos. Si los indios por ellos cristianizados edificaban, reparaban y adornaban las iglesias y habitaciones de los frailes era porque en aquéllas se les impartían los sacramentos y se les daba el "pasto espiritual". Sin embargo, más temprano que tarde, la iglesia de los frailes adoptó muchos de los rasgos de la cristiandad europea mediante la cura de almas en las doctrinas, en la que los religiosos, originalmente refractarios a la intervención de los obispos en sus iglesias‑convento, no siempre pudieron resistirles.
Cada proyecto de iglesia tuvo una visión diferente de los pueblos indígenas. Para algunos clérigos diocesanos, o seculares, los indios eran asimilables a las poblaciones de infieles sometidas en el reino de Granada al final de la Reconquista. La fundación misma de la iglesia en Nueva España llegó a concebirse por algunas fracciones del clero secular en continuidad con la antiquísima tradición ibérica. Es decir, las costumbres que las iglesias diocesanas de las Indias tenían recibidas de España no se abrían de reputar ni medir por el corto tiempo que tenían de fundadas, sino "por la antigüedad y prescripción legítima e inmemorial" de las iglesias de la península. Consecuentemente, se veía en los indios a futuros labriegos cristianos, habitantes de aglomeraciones urbanas, como en Castilla, a quienes no necesariamente tendría que mantenerse siempre separados de los pobladores españoles. No obstante las diferencias entre sí, los frailes, especialmente los franciscanos, no compartieron esta visión. En su afán por erigir una iglesia bajo el modelo de la de los primeros tiempos, vieron en los indios a neófitos en la fe cuyas antiguas creencias y costumbres era pre­ciso conocer a fin de evangelizarlos.
En esta forma se intentó su separación de la pobla­ción española mediante la "república de los indios", condición fundamental para poner en práctica sus ideales evangelizadores.


10 Francisco Morales y Oscar Macín, "La Iglesia en Nueva España: los proyectos fundacionales", en Gran Historia de México ilustrada, No.7, Planeta‑DeAgostini‑Conaculta‑Inah, México, 2001, pp, 125‑129



9 Enrique Florescano, "La Conquista y la Imposición de la Idea Cristiana de Historia", en Histona de las historí^ Jornada, México, diciembre 8 del 2000.

LECTURA No. 7 SEGUNDO AÑO

¿Por qué las gallegas les cambian los pañales a los bebés una vez al mes?
La Conquista de Mesoamérica.



Los cálculos más conservadores estiman que cuando Cortés desembarcó en las costas de Yucatán vivían en Mesoamérica alrededor de 25 millones de indíge­nas. Se trataba de sociedades más complejas que las de las islas del caribe, con una organización jerarquizada, un gobierno centralizado, guerreros bien adiestrados, religiosos activos y con mucho poder; era una sociedad articulada en señoríos. Algunos establecieron alianzas con los Aztecas y formaron el imperio mexica, otros se sometieron a su poder. Por su parte, los españoles ya tenían 27 años instalados en la Española y en Cuba, existía una comunicación regular con España decenas de naves cruzaban el Atlántico y habían realizado exploraciones hacia el nuevo continente. Hernán Cortés tuvo una experiencia de colonizador, de 15 años, conocía bien el oficio y organizó su expedición con tanto cuidado como audacia y creatividad. En sólo tres años, 1519 a 1521, logró con­quistar uno de los más importantes imperios del Nuevo Mundo. Resulta difícil explicar cómo fue posible que los españoles, muy inferiores en número, pudieran someter a millones de indígenas, ¿por qué los aztecas no lograron mante­ner su soberanía? ¿qué factores favorecieron la victoria española?¿cómo la vivieron los mexicas y sus pueblos sometidos?


Nociones para reflexionar:

·         Conquista 5:

1.       "La conquista considerada en sí misma, es más bien la ocasión de adquirir la so­beranía que la causa inmediata de ella. La causa inmediata para adquirir la so­beranía siempre es el consentimiento explícito o tácito del pueblo; sin ese con­sentimiento el estado de guerra subsistirá siempre entre dos enemigos, y no se podrá decir que uno debe obedecer al otro. Lo que hay es que el consentimien­to del vencido es arrebatado por la superioridad del vencedor".

2.       "Toda conquista legítima supone que el vencedor tenga una justificación para hacer la guerra al vencido; sin ella la conquista no se justifica; no se puede con­fiscar la soberanía de una nación bajo la ley del más fuerte. Que no se hable de la gloria del príncipe" al hacer sus conquistas, su gloria sería orgullo; una pa­sión y no un derecho legítimo. La calidad y el número de personas no cambian la naturaleza de la acción; el injurio es el mismo, el crimen es igual. Si la guerra es justa, la conquista también; ella es una consecuencia natural de la victoria y el vencedor que se rinde al vencido, no hace más que rescatar su vida".

                    (Resumen y traducción libre de la Entyclopedie de Diderot et d' Alambert, del siglo XVIII).



Actualmente, el derecho internacional no justifica la conquista por las armas, ya que se base en la libre determinación de los pueblos. Los gobiernos vigilan el cumpli­miento de este derecho por medio de la Organización de Naciones Unidas, ONU, que rechaza todo empleo de la fuerza contra un pueblo o nación, aún cuando acep­te el derecho de injerencia militar por motivos estratégicos ‑como en Irak‑, diplo­máticos ‑en el Medio Oriente‑ o humanitarios ‑en los Balcanes o en Etiopía- ­y permanezca impotente, o al menos silencioso, ante las acciones bélicas de algu­nas potencias como las realizadas por los Estados Unidos contra Irak.



Los medios para realizar las conquistas, así como sus formas, también han variado mucho. Si el principal es el uso de la fuerza militar, hoy el más socorrido es el uso de la fuerza económica y, sobre todo, financiera. En 1872, cuando el gobierno de Lerdo de Tejada examinaba otorgar o no concesiones para la creación de una línea de trenes que uniera México a los Estados Unidos, uno de los competidores, el ge­neral Rosenzcrans, pedía dinero al gobierno norteamericano y decía que "ya no ne­cesitamos invadir México con nuestros ejércitos, sino con nuestras mercancías". El siglo XX inauguró las conquistas por medio de la invasión de capitales en forma de inversiones directas; el siglo XXI confirma la conquista de mercados por los finan­cieros; la retirada masiva de capitales de una bolsa de valores puede desequilibrar y ¡hasta hundir la economía de un país! El uso de tan variados medios es muy pro­bable que derive de la más antigua de las conquistas: la del amor. Por eso se dice, “en el amor y en la guerra: ¡todo se vale!”







Procesos históricos a considerar:

      El "descubrimiento" y la conquista fueron la última cruzada 6

La historia de México empieza como episodio de la gran Odisea del descubrimien­to y ocupación del Nuevo Mundo. Antes de la llegada de los españoles, México no existía como nación; una multitud de tribus separadas por ríos y montañas y por el más profundo abismo de sus trescientos dialectos, habitaba las regiones que hoy for­man el territorio patrio. Los aztecas dominaban apenas una zona de la meseta, en constante rivalidad con los tlaxcaltecas, y al Occidente los tarascos ejercitaban so­beranía independiente, lo mismo que por el sur los zapotecas. Ninguna idea nacio­nal emparentaba las castas; todo lo contrario, la más feroz enemistad alimentaba la guerra perpetua, que sólo la conquista española hizo terminar. Comenzaremos, pues, nuestra exposición con el punto en que México surge a la vista de la humani­dad civilizada. Empezaremos a verlo tal y como lo contemplaron los soldados de la conquista, según nos lo dicen en sus amenas crónicas. Por fortuna, fueron españo­les los que primero llegaron a nuestro suelo, y gracias a ello, es rica la historia de nuestra región del Nuevo Mundo, como no lo es la zona ocupada por los puritanos. Todavía a la fecha, cuando se escribe de historia mexicana antigua tiene que fun­darse en los relatos de los capitanes y los monjes de la conquista, guerreros y civilizadores, hombres de letras, a la par que hombres de espada, según la clara exigen­cia de la institución de la caballería. Pues, propiamente, fue la de América una últi­ma cruzada en que los caballeros, flor de Europa, después de rebasar sobre el moro ganaron para la cristiandad, con las naciones de América, el dominio del planeta, la supremacía del futuro.



Episodio sobre la caída de Tenochtitlan y la conquista:

¿Durante la "Noche Triste" los indígenas lloraron?..

Del 30 de junio al 1 de julio de 1520. Se llama así en la historia de la Conquista la retirada de Cortés de la ciudad de Tenochtitlán. Después de deliberaciones con­tradíctorias, se tomó la resolución de abandonar la ciudad, disponiendo que fuera de noche. Antes de iniciar la marcha se reunió el tesoro acumulado y se encargó a Alonso de Ávila y a Gonzalo Mejía la parte perteneciente al rey. Cortés hizo cargar su parte en una yegua que encomendó a un tal Torrecicas, criado suyo. Salió a la vanguardia de la columna Gonzalo de Sandoval, con 200 infantes y 20 jinetes. Esta avanzada llevaba el puente de madera portátil que iba a ser el medio de atravesar los canales de la ciudad. Lo portaban 400 tlaxcaltecas y lo defendían 50 soldados, bajo la dirección de Magarino. En esta parte de la columna iban los cañones, al cui­dado de 250 tlaxcaltecas y con defensa de 40 escuderos. Iban también los caballos que cargaban el tesoro real y de Cortés las mujeres con Marina y dos hijas de Moctezuma. Las defendían 300 indios y 30 españoles. Iban los prisioneros prínci­pes, como Chimalpopoca y Tlaltecatzin, hijo del rey de México, Cuicuitcatzin, rey de Acolhuacán, nombrado por Cortés y otros de linaje real. Salieron del palacio de Axayácatl poco antes de mediar la noche; siguieron por la ruta de la calzada de Tlacopan, que es en gran parte la calle de Tacuba, y sus siguientes en la ciudad moderna. Al cruzar el primer canal, frente al actual edificio de correos, fueron des­cubiertos por una mujer que dio la alarma, junto a un sacerdote que estaba en el teocali de Huitzilopochtli. Y salieron los mexicanos armados para cerrar el paso. En el segundo paso, donde hoy es el Hotel Cortés fueron atacados por tenochcas y tlatelolcas. Y para el tercero, no les sirvió el puente, pues el canal era muy ancho, y sucumbieron ante el ataque de los indígenas: allí murió el mayor número de espa­ñoles, tlaxcaltecas y perdieron la mayor parte del tesoro. Ya en la madrugada del 1 de julio llegaron al canal llamado Petlalco, cerca del actual Panteón Inglés. Se re­pusieron un poco y, antes de llegar a Popotla mataron a Chimalpopoca y a Tlaltecatzin, hijos de Moctezuma, que iban con los conquistadores y les servían de guías. En seguida fueron de nuevo acometidos por los mexicas un largo rato. Deja­dos en paz, se detuvieron bajo un ahuebuete que había en Popotla. Según la leyen­da, Cortés lloró. Más adelante el conquistador pasó revista a sus tropas: faltaban 600 españoles y más de 80 caballos. De los indios aliados no se tienen noticias. (Resu­men del Diccionario Porrúa, Porrúa, México, 1995.)


CRONOLOGÍA DE LA CONQUISTA DE MÉXICO
marzo 1517           Salida de Cuba de Francisco                                                         Arribo a Cabo Catoche.
                                   Hernández de Córdoba y Antón de
                                   Alaminos.

23 abril 1518             De Cuba, salen Pedro de Alvarado, Fco.           Llegan a Isla de Cozumel.
                                   Montejo, Alonso de Ávila y Alaminos.
                    
 Abril 1519                Salen de Cuba Hernán Cortés, Pedro de            Llegan a la Isla de Cozumel                                        Alvarado, Fco. Montejo, Diego de Ordaz.

Viernes Santo 1519   Hernán Cortés   Funda la Villa Rica de la VeraCruz.
                                    Alianza con el Cacique  Gordo de Cempoala.          
                                    Combaten contra los tlaxcaltecas dirigi­dospor Xicoténcatl..                                 
                                                             
31 ago.‑7 sept. de 1519                       Tropas españolas Hacen una alianza con tlaxcaltecas

23 septiembre 1519   Tropas españolas Entrada a Tlaxcala.
                                     Sale de Cholula.

13 octubre 1519        Parte del ejército Español                                                             Matanza en la Plaza.

8 noviembre 1519      Cortés, sus aliados y tropas.Llegan a Tenochtitlán.

Mayo 1520                Pánfilo de Narváez, enviado de Diego                                       Llega a costas mexicanas.
                                   Velázquez desde Cuba, parte a México.

Principio junio 1520  Cortés sale a combatir las tropas de Pedro de Alvarado realiza una Narváez.                                                            matanza en el Templo                          
                                                                                                                                         Mayor de Tenochtitlán.
                                                           
24 junio 1520                                      Hernán Cortés.                                                   Regresa a Tenochtitlán y                                                             
                                                                                                                                         encuentra un ambiente de
                                                                                                                                         rechazo.
                                                                                                                                                                                                                                           ambiente de rechazo.
30 junio 1520            Cortes y sus tropas.                                                                     Muere Moctezuma. Derrota                                                                                                                                                                   de los espa­ñoles por los                                                                                                                                                          airados aztecas                                                                                                                                                                                                           Noche Triste                                           .
Julio 1520                  Hernán Cortés se retira con sus aliados                                        Prepara el asalto a                                              
                                                              indígenas.                                                         Tenochtitlán.

                                                                                                                                                                                                                                              yo 1521                   Construcción de 3 bergantines y per­
mayo 1521                 Construcción de 3 bergantines y pertrechos

30  mayo de 1521                           Tropas españolas y ejércitos aliados.                      Inician el sitio de
                                                                                                                                         Tenochtitlán.

13 agosto 1521          Tropas españolas y ejércitos aliados.                                           Vencen a los defensores de                               
                                                                                                                                          Tenochtitlán.
                                                                                                                                          Cuauhtémoc es tomado                                   .                                                                   Mesoamérica atacada por todos los flancos
                                                                                                                                       Preso
Tomado de Quiero vivir en América, Piedrasanta, Guatemala, 1984.

La conquista de Mesoamérica por todos los flancos 7
Hernán Cortés desembarcó en las costas del Golfo los días de Pascuas de 1519. Ve­nía al mando de un ejército de 508 soldados, 16 caballos, 14 piezas de artillería, 100 marineros y 11 navíos.... Dos años más tarde, el 13 de agosto de 1521 a la cabeza de un numeroso ejército, con miles de indios aliados (tlaxcaltecas, pero también totonacas y cholultecas) entraba triunfal a la ciudad capital del imperio. Y cambió para siempre la vida de los aztecas e inició la conquista de Mesoamérica ¿Cómo fue posible?
Apenas terminada la conquista de Tenochtitlán Cortés envió a sus capitanes a con­tinuar el sometimiento de Mesoamérica:
Pedro de Alvarado fue enviado a la conquista de las tierras de la actual Guatemala. Sucesivamente venció a los quichés, cakchiqueles, tzutuhiles. Fundó la ciudad de Santiago de los Caballeros y marchó a la conquista de Paxaco y Cuscatlán.
Cristóbal de Olid fue otro de los capitanes enviados por Cortés a la conquista. desembarcó en costas hondureñas y fundó la ciudad de Triunfo de la Cruz.
También por el sur avanzaron los españoles, esta vez desde Panamá.
Gil González, al mando de una expedición, salió de la isla de Las Perlas y desem­barcó en tierras de la actual Costa Rica. Penetró en el interior del territorio y conti­nuó aún más lejos, hasta donde había oído que gobernaba un cacique rico y pode­roso: Nicaragua. Gil González venció a todas las tribus de estos parajes, menos a Diriagen, cuya heroica resistencia lo obligó a regresar.
Hernández de Córdoba hizo un recorrido similar al de Gil González y fundó ciuda­des que aún hoy existen, como Granada y León
 
Los actores de la conquista: sus circunstancias y acciones 8
La ciudad había sido prácticamente destruida. Poco tiempo después, Cortés puede decir que ha domi­nado el antiguo imperio mexicano en toda su exten­sión geográfica.
Ésta sería la narración de los hechos, pero los he­chos esconden procesos más complejos que los histo­riadores han tratado de descubrir para explicarlos. Así, retornemos algunos hilos de esta narración que pue­den ayudar a comprender el por qué de todo esto.
                En primer lugar la lucha de Cortés por legitimar su conquista. Cuando Cortés llegó a Veracruz y fun­dó la Villa Rica, dio un paso necesario para legitimarse como autoridad principal de la conquista. Durante todo el proceso de conquista del Nuevo Mundo, la corona española, que no podía financiar los gastos de las expediciones, estableció una serie de convenios con particulares -las capitulaciones‑ por medio de los cuales les permitía financiar y llevar a cabo las expediciones. La corona se reservaba el dominio de las tierras descubiertas y un quinto de los beneficios materiales. A cambio de ello, daba al capitán que realizaba la conquista una serie de beneficios y derechos sobre las nuevas tierras y quienes las habitaban. El caso es que quien había recibido los derechos para realizar las entradas a un territorio de México no era Cortés, sino Diego Velásquez, el gobernador de Cuba.  Así, cuando Cortés establece una Villa, una Ciudad, no solamente desconoce abiertamente los fines originales de su expedición ‑los fines idea­dos por Velásquez‑ de mero reconocimiento y trueque, sino que instituye una nueva fuente de donde derivar su autoridad. Dentro de la antigua tradición municipal española, al fundar una ciudad los hombres debían elegir a sus representantes y constituir un ayuntamiento. Así, los hombres de Cortés se convirtieron en sus propias autoridades reconociendo sólo como superior a la corona española. De esa nueva autoridad, creada por él mismo, Cortés recibirá los derechos para conquistar las nuevas tierras. Para Cortés era, pues, muy importante que la corona reconociera el nuevo papel de ese ayuntamiento. Y con él, su nombramiento de capitán elegido por la voluntad expresa de los vecinos de la nueva ciudad. Por ello su primera preocupación será enviar a un procurador (escoge a Portocarrero) para establecer una comunicación directa con la corte y no depender más de las decisiones emanadas desde las antillas. Sabe Cortés que si recibe la aprobación real, Velásquez no podrá reclamar para sí ningún derecho sobre la conquista.
                Por ello también, cuando se encuentra en México-Tenochtitlán y recibe noticias de que su viejo conocido Pánfilo de Narváez ‑juntos habían luchado en la conquista de Cuba‑ acababa de llegar a las costas de Veracruz con
orden de aprehenderlo deja  la ciudad. Abandona su conquista pacífica y sale a enfrentarse a quien seguramente consideraba como su principal enemigo.
                Esto expresa claramente cómo la conquista de México no fue obra de un grupo que alguna vez actuara sin conflictos internos, basta leer las Cartas de relación para registrar anécdotas de conspiraciones descubiertas, de enfrentamientos y represiones violentas entre los españoles. Ahí quedó registrada la historia de aquel a quien Cortés obligó a comerse una hoja de papel en donde estaban escritos los nombres de los españoles que querían desconocerlo como capitán. Ya volveremos a referirnos a esos conflictos.
                De mayor trascendencia fue la división entre la nobleza indígena, que se manifiesta desde la llegada de los españoles. Cuando Moctezuma reúne en consejo a su sobrino Cacama y a Cuitláhuac, su her­mano, para pedirles su opinión sobre la manera más conveniente de recibir a los españoles ‑entonces va a las puertas de México‑, Cuitláhuac sostiene la opinión de quienes pensaban que los españoles no debían ser recibidos de ninguna manera. Cacama, a quien Gómara describe como "mancebo feroz de ánimo y honra" sostuvo otra opinión, alegando que si los españoles estaban a las puertas de la ciudad debía recibírseles como embajadores que eran de otro monarca. Pensaba Cacama que si los españoles, una vez en México, intentaban cualquier cosa que molestara a Moctezuma, les podían enviar a castigar su osadía teniendo tantos y tan valerosos hombres como tenía". Moctezuma aceptó el parecer de Cacama y Cuitláhuac lanzó una última sentencia: “plega a nuestros dioses que no metáis en vuestra casa a quien os eche de ella y os quite el reino, y cuando lo queráis remediar, no sea tiempo". Cuan­do Moctezuma vio que muchos otros señores daban muestras de aprobar la postura de Cuitláhuac, le or­denó que fuera él precisamente quien recibiera y alojara a los españoles en Iztapalapa, para evitar cual­quier manifestación pública de disidencia.
                De la misma manera, la antigua rivalidad entre Ixtlixóchitl, hermano de Coanacoch, y Cacama por el reino de Texcoco, se agudizó con la presencia de los españoles. Ixtlixóchitl había mantenido una ac­titud hostil contra su hermano al grado de que "te­nía gente de guarnición en las fronteras" y a la llegada de los españoles decidió aliarse abiertamen­te con Cortés. Según un antiguo texto recogido en el Códice Ramírez, Ixtlixóchitl invitó a los españoles a visitar Texcoco. La tradición cuenta que Ixtlixóchitl, para sellar su amistad con Cortés, reci­bió el bautismo "y se llamó Hernando” y que su madre, Yocotzin, al conocer la noticia dijo: “que ha­bía perdido el juicio, pues tan pronto se había deja­do vencer de unos pocos bárbaros que eran cristianos". Cortés escribió al rey que don Hernando Ixtlixochitl "tenía mucho amor a los es­pañoles y conocía la merced que en nombre de vuestra majestad se le había hecho en darle señorío habiendo otros que le precedían en el derecho”. Por su parte, Cuauhtémoc llegó a poner precio a la vida de lxtlixochitl llamándole traidor. Fue gracias a la colaboración de lxtlixochitl que los españoles reconocieron y apresaron a Teplepanquétzal, heredero del reino de Tlacopan, a Tlacahuepantzin, hijo de Moctezuma, y a Papantzin, mujer de Cuitláhuac, que habían tomado el partido de la de­fensa de los tenochas. Con razón escribió Cortés: "Bien podrá V.M. considerar lo que sentirán los de Temixtitan en ver venir contra ellos a los que te­nían por vasallos y por amigos y por parientes y her­manos y aun padres e hijos".
                Estas divisiones en la casa reinante pueden ayu­dar a explicar por qué Tzihuacpopocatzin, el Cihuacóatl, enviado por Moctezuma para encontrar a Cortés en las faldas de los volcanes, intentó su­plantar al emperador para evitar que los españoles llegaran a México. Es posible también que esas di­vergencias entre la nobleza mexica expliquen cier­tas actitudes titubeantes de Moctezuma, que generalmente se han atribuido a su solo carácter. Sus dudas y titubeos reflejan una lucha interna, la descomposición de un grupo dominante que no lle­gó a ponerse de acuerdo acerca de la política más apropiada frente a los españoles.
                Como lo expresara Cuitláhuac, para muchos tenochcas el hecho mismo de que los españoles fueran recibidos en México significaba la derrota. Un episodio recogido por los informantes de Sahagún sugiere la existencia de una duda genera­lizada sobre si se estaba siguiendo la política ade­cuada frente a los españoles. Relata el texto cómo algunos hechiceros y adivinos, enviados por Mocte­zuma a detener a Cortés cerca de Chalco, encontra­ron a un hombre que se detuvo a increparlos: "¿Qué es lo que hacer procura Moctezuma ¿Es que aún ahora es un infeliz miedoso? Ha cometido errores, ha llevado allá lejos a sus vasallos, ha destruido a las personas: unos con otros se golpean, unos con otros se amortajan, unos con otros se revuelven, unos con otros se burlan. ¿Por qué en vano habéis venido a pararos aquí? ¡Ya México no existirá más! ¡con esto se acabó para siempre!" Según el relato, los hechi­ceros comprendieron el significado de esas razones y volvieron a México diciendo "no era un cualquie­ra ése... ése era el joven Tezcatlipoca".
                La ruptura de una parte de la nobleza indígena con su soberano se manifestaría pronto en una resis­tencia más o menos hostil a sus órdenes. Alojados los españoles en las casas de Moctezuma, ordenó éste que les dieran provisiones; pero “los principales a quienes mandaban esto, ya no le hacían caso, sino que estaban airados, ya no le tenían acatamiento ya no estaban de su parte, ya no era obedecido”.Ese sentimiento de rechazo no era unánime, pues otros señores se encargaron de abastecer a los españoles: "Les entregaban cuanto habían menester, aunque con miedo, lo entregaban”. Cuando, después de la matanza del Templo Mayor, Itzcuauhtzin, rey de Tlatelolco y prisionero con Moctezuma, intenta pacificar a los mexicanos, el desconocimiento de la soberanía de Moctezuma sera  definitivo: "¿Qué es lo que dice ese ruin Moctezuma?, ya no somos sus vasallos".
                Al romperse la unidad de la nobleza indigena inicia, por el proceso mismo de la guerra, una nueva dirección política entre los mexicanos, que no habrán de consolidarse al sobrevenir la derrota. El pueblo bajo, refugiado en Tlatelolco durante los últimos días de asedio, termina por hacerse responsable de su propia defensa: "Poco nos queda, no hacemos más que guardar nuestras casas... lo que para vosotros guardaba vuestro rey.. es vuestra propiedad". Durante este proceso comienzan a surgir algunos capitanes que  ganarán su posición por la sola fuerza de sus acciones en el combate. Como Tzilacatzin, vencedor de los bergantines en XocotitIan, que acostumbraba disfrazarse para que no le reconocieran los enemigos como Tzoyectzin y Temoctzin a quienes “nada les importaban los enemigos y ningún aprecio tenían de sus propios cuerpos”. El mismo Cuauhtémoc durante los días más difíciles del sitio de México, concedió las insignias de Ahuizot1 y el grado de capitán a Opochtzin tintorero de oficio". En una de las múltiples en que Cortés intentó parlamentar con los tenochcas, preguntó si "estaban allí los señores que les mandaban", la respuesta que obtuvo expresan bien los cambios que habían sobrevenido en la ciudad. Los guerreros guerreros respondieron que "todos aquellos combatientes que miraba eran los señores de México”. Esas divergencias que estamos muy lejos de conocer, explicarian mejor la serie de textos indígenas que repiten reiteradamente cómo durante el asedio de la ciudad, “los mexicanos comenzaron a hacer pleitos entre sí y a matarse mutuamente”.
Pero si hubo divergencias entre el grupo gobernante, las hubo también entre los señoríos sujetos y la capital del imperio. Moctezuma lo sabía bien cuando le dijo a Cortés: "Muy bien sé todos los que vos han ofrecido de Campotón acá…no creáis de aquellos que son mis enemigos, y algunos de ellos eran mis vasallos y hánseme rebelado con vuestra venida".
                Cuando se fractura el poder de los mexicas comienza ­el proceso de desintegración de las antiguas alianzas. Los antiguos aliados abandonan a los de Tenochtitlan para que "solos y por sí mismos vayan pereciendo". El temor de ser reconocidos como aliados de México se apodera de muchos pueblos. Los mismos mexicanos "como gente de Cuautitlan,como de Tenayuca, de Azcapotzalco o de Coyoacan se hacen pasar". antes de que terminara el sitio de México se habían aliado con Cortés, además de los de Cempoala, Tlaxcala, Huexotzingo, Cholula y  Texcoco, los de Chalco, Acolhuacan, Cuauhnáhuac, Huexotla, Coatlinchan, Otumba, Nautla, Tizapan, Xochimilco, Mizquic, Culhuacan. Cuando Cuauhtemóc es presentado ante Cortés en Acachi­nango lo acompañan solamente Tetlepanquetzal, de Tlacopan, Coanacoch de Texcoco, Cihuacóatl de Tenochtitlan, el mismo que lo traicionaría en Acallan y que con el nombre cristiano de Juan Velázquez sería nombrado por Cortés, a la muerte de Cuauhtémoc, señor de México.
                En los años siguientes a la conquista, el haber auxi­liado a los españoles durante el sitio de México se convirtió en una frase retórica más o menos utilizada por los grupos indígenas que pedían algún favor al rey de España. Entre muchísimos otros, por ejemplo, en una carta fechada en 1563, los caciques de Xochimilco alegan entre sus méritos haber ayudado a Cortés: le dimos dos mil canoas en la laguna, cargadas de bastimentos, con doce mil hombres de guerra... como los tlaxcaltecas estaban ya cansados... el verdadero fa­vor, después de Dios, lo dio Xochimilco". Mientras duró el asedio de Tenochtitlán, Cortés envió a al­gunos capitanes a someter a los territorios del inte­rior. Ente 1521 y 1524 la conquista del antiguo imperio mexicano pareció concluida.


8 Alejandra Moreno Toscano, "La conquista de México‑Tenochtitlán", en Historia general de México. Colegio de México, 1981, TI, pp. 310‑313



7 Tomado de Quiero vivir en América, Piedrasanta, Guatemala, 1984, p.60


5 Texto elaborado especialmente para esta Guía por Javier Pérez Siller.
6 José Vasconcelos, Breve historia de México, CECSA, México, 1962.

Porque en la caja de pañales dice: Hasta 9 kilos