miércoles, 19 de octubre de 2011

LEECTURA No. 12 TERCER AÑO

Lee realiza un Mapa Conceptual

Desempleo

Para poder desarrollar este concepto partiremos de la existencia de una Población Económicamente Activa (PEA) la cual esta conformada por todas aquellas personas que realizan una actividad económica, sin importar el área a la que se refiera.

En nuestro país las personas a partir de los 18 años pueden ser parte de la PEA aunque a partir de los 14 ya puede ser parte de la PEA siempre y cuando solo trabaje media jornada.

Considerando la existencia de una PEA nos encontramos ante una parte de la población que aún, teniendo las características necesarias para ser catalogado como un trabajador calificado para desempeñar la o las actividades económicas que se requieren y recibir un salario corriente no encuentran donde desempeñarlas por lo tanto, pasan a formar parte de lo que llamaremos POBLACIÓN DESEMPLEADA



Qué se necesita para ser considerado desempleado, de entrada debe estar disponible para trabajar, y estar en las condiciones que a continuación se mencionan



1. Sin empleo pero ha realizado esfuerzos específicos para encontrar un empleo en las últimas 4 semanas.

2. En espera de ser llamado a un empleo del cual fue despedido.

3. En espera de empezar a trabajar dentro de los próximos 30 días



Un problema que se encuentra para medir la tasa de desempleo es que se considera a una persona empleada cuando trabaja solo tiempo parcial.

También en este rublo existen desempleados como consecuencia de las expectativas poco reales de salario (esta dispuesto a trabajar siempre y cuando le paguen un salario mas alto de lo que están ofreciendo) de igual manera se encuentran los trabajadores desalentados son aquellos, que no tienen empleo y quisieran trabajar pero que han dejado de buscar empleo.



Cuándo podemos decir que se habla de Población Ocupada cuando se ha trabajado en la semana de referencia



a) Al menor una hora o un día a cambio de un ingreso monetario o en especie, o que lo hicieron sin recibir pago

b) No trabajaron por estar ausentes temporalmente por vacaciones, permisos, enfermedad, motivos personales, con retorno asegurado al trabajo o negocio

c) Con seguridad iniciaran un trabajo en 4 semanas o menos



También en nuestro país podemos hablar de Población Desocupada Abierta, cuando se habla de las personas en edad de trabajar que, en la semana de referencia



i) Estaban disponibles

ii) No trabajaron

iii) Buscaron incorporarse a alguna actividad económica en los dos meses

previos a la semana de referencia sin lograr su objetivo



Cómo podemos calcular la Tasa de Desempleo que, no es otra cosa que el porcentaje de la PEA sin empleo.



Desempleados

Tasa de Desempleo = ------------------------ X 100

Total de PEA



Tenemos que conocer la existencia de Tipos de desempleo que contribuyen a que parte de la Población Económica carezca de un ingreso estos son :



Desempleo Friccional.- Surge de la rotación normal del trabajo; nuevos participantes ingresan constantemente al mercado de trabajo y las empresas a menudo despiden trabajadores y contratan a nuevos trabajadores.

Desempleo Estructural.- Se da cuando hay una disminución del numero de empleos disponibles en una región o industrias particulares

Desempleo Cíclico.- Se da por una reducción del ritmo de expansión económica (que por cierto, en este año del 2009 se calcula que crecerá como consecuencia de la crisis económica)



Pero cuándo se considera ocupada a una persona: cuando ha trabajado cuando menos una hora y a sido remunerado o 15 hora de manera no remunerada durante la semana de referencia a la encuesta



También se habla de Pleno Empleo cuando el número de empleos que se ofrecen (vacantes) coincide con el número de personas que lo buscan



Refirámonos también a todas aquellas personas que cuentan con un empleo pero a su vez, cuentan con todos los beneficios que marca la ley del trabajo, no son otras más que las que se conocen como aquellas que tienen un Empleo Formal



La población en general requiere cubrir sus necesidades y aunque no tiene un empleo formal( con todo lo que la ley maneja) busca la manera de poder cubrir sus necesidades materiales recurriendo al Empleo Informal este tipo de trabajo generalmente no cuenta con un contrato de trabajo no es creado por los empresarios y es objeto de abusos laborales



También nos encontramos ante lo que conocemos y vemos en parte de la sociedad que es, el tener un empleo solo de tiempo parcial es decir, inferior al de la jornada normal o con salarios o remuneraciones menores. O bien un empleo en el que no se utilicen en todo su capacidad sus conocimientos o la empresa no esta en condiciones de aprovecharlo por la baja productividad que tiene.

LECTURA No. 13 SEGUNDO AÑO

Leer y hacer mapa conceptual
La Construcción del Estado: Los proyectos Liberal y Conservador.



Lectura 1.  Ideas, partidos y luchas políticas29

La política, las leyes y la ideología, reflejan claramente los intereses y las tendencias de las clases sociales y están al servicio de sus luchas. El momento histórico que examinamos no podía ser la excepción a la regla. Efectivamente, los gobiernos y las instituciones que se establecieron, las banderas y los principios que se defendieron en el lapso comprendido de 1821 a 1854, no eran más que la manifestación clara y exacta del choque entre dos órdenes que se excluían mutuamente: el de reminiscencias coloniales representado por los grupos privilegiados conservadores y el de pretensiones capitalistas encabezado por los intelectuales liberales y la naciente burguesía. Era la lucha entre lo viejo y lo nuevo. Mientras el primero se desmoronaba irremisiblemente, el segundo estaba en franco ascenso. Ideológicamente, los principios teóricos proclamados para mantener vigente la sociedad colonial, recibieron el nombre genérico de conservadurismo. En la contrapartida tenemos las ideas liberales que justificaban la implantación de una sociedad semejante a la de los países capitalistas altamente desarrollados. La corriente conservadora tenía sus raíces en el pasado español; rendía culto al despotismo y a la obediencia ciega; a la jerarquía y a los privilegios; confiaba en la validez universal del dogmatismo y de la verdad absoluta de la religión católica, de la enseñanza mística y anticientífica difundida por la iglesia. Asimismo nunca dejó de ser monárquica en sus ideas, si bien la realidad política la hizo disimular, cambiando a republicanismo centralista. Por el contrario, el liberalismo mexicano era una doctrina que se había nutrido directa o indirectamente en fuentes más modernas: la ilustración y la Enciclopedia francesas, los pensadores españoles del siglo XVIII y los norteamericanos como Jefferson, Franklin y Hamilton. La libertad de expresión y de pensamiento, la soberanía popular y la república, la educación laica y científica, la abolición de fueros y privilegios, fueron algunos de los puntos más sobresalientes que sirvieron como arma de combate a los liberales mexicanos en su afán de aniquilar lo establecido y allanar el camino a las nuevas formas de organización capitalista. La discusión y los planes para la realización de estos conceptos, tuvieron lugar en las logias masónicas, agrupaciones secretas de conspiración y adiestramiento político diseminados a lo largo y ancho del país. Dos fueron las logias principales que se enfrentaron: la del rito escocés, con antecedentes en los liberales españoles que llegaron al país antes de la Independencia; y la del rito yorkino fundada alrededor de 1825. En la primera se agruparon inicialmente algunos conservadores y centralistas, en la segunda los liberales, republicanos y federalistas.

Si bien estas logias antecedentes de los partidos políticos, fueron prohibidas de participar políticamente en los años 30's, son importantes en cuanto que instrumentos de intervención de las potencias que entonces se disputaban el dominio sobre México: Inglaterra (logia escocesa) y Estados Unidos (logia yorkina). Además preparan el terreno para la organización más clara de los futuros grupos llamados "del orden" (conservadores) y "del progreso" (liberales). Ésta es una época en la que la lucha po­lítica se restringe a una pequeña élite, ilustrada o no pero que participaba activamente en las cuestiones gubernamentales. No olvidemos que la escasa población, el aislamiento y sobre todo el alto índice de analfabetismo limitaban la participación de las masas en la lucha, si bien ésta se expresa en algunos levantamientos campesinos y descontento popular.

En torno a las ideas que hemos apuntado, los sectores más conscientes se acuerparon sobre todo en dos grupos políticos: el liberal y el conservador. Oscilando constantemente y confundiéndose a veces entre uno y otro extremo, se encontraba la posición intermedia de los moderados. No formaron partidos en el sentido estricto de la palabra; para alcanzar tal categoría siempre les faltó integrar una política nacional; no permitían la participación de las amplias masas populares ni representaban sus intereses; eran voceros de las facciones en pugna. Los árbitros entre estas últimas fueron el ejército y los caudillos, que habían proliferado escandalosa-mente desde los años del movimiento insurgente.

Al conseguirse la separación entre México y España, el efímero imperio de Iturbide representó el primer ensayo de gobierno al servicio de las viejas estructuras coloniales defendidas por los conservadores. Posteriormente éstos, ya sin el ropaje monárquico promovieron el establecimiento del sistema centralista, o sea, la sujeción política y administrativa de las provincias por los poderes centrales del país. Las llamadas Siete Leyes constitucionales aprobadas en 1835 y las Bases Orgánicas promulgadas en 1842, contienen los principios jurídicos que justifican esta forma de gobierno, la que culminó y se hizo insoportable durante la dictadura del general Santa Anna en ocasión de su última estancia en el poder, de 1853 a 1855

Por su parte, la organización política enarbolada y puesta en práctica por los liberales, fue el federalismo republicano. Una de las características que lo distingue, al menos teóricamente, es la formación de estados soberanos con legislación propia para su administración local; sin embargo, están sujetos a las disposiciones generales que son comunes a todos los demás integrantes de la federación. La autonomía estatal de este sistema político, respondía plenamente a la medida de las aspiraciones hegemónicas de la joven burguesía mexicana y de los caciques de corte liberal, que tenían en las distintas regiones del país intereses creados que chocaban con los representados por el centralismo. Los fundamentos jurídicos que dieron vigencia al tipo de gobierno federal quedaron plasmados en el Acta Constitutiva de 1823, en la Constitución de 1824 y en el restablecimiento de ésta en 1842 durante la segunda administración de Gómez Farías.

Pero no bastaba a los grupos en lucha diseñar e implantar las diversas formas de gobierno; era necesario además llevar adelante una política económica que respondiera a sus intereses concretes y a los de sus representados. Ardua labor en tanto que sin experiencia previa y con una mezcolanza de principios teóricos de economistas europeos ajenos a la realidad económica y social del país, dichos grupos tuvieron que adaptar esos principios y ponerlos en práctica en medio de un desorden político permanente, de una economía en crisis, de un erario en bancarrota y de las asechanzas de las grandes potencias.

En términos generales podemos decir que por lo menos las vanguardias políticas tanto de libera­les como de conservadores, aunque en mucho fueron cambiando algunos de sus postulados teóricos, respondieron a dos visiones diversas del crecimiento económico.

Los conservadores buscaban tal crecimiento sin tocar la estructura de propiedad, dado que ello lesionaría sus intereses; abogaban por un proteccionismo estatal al comercio, a la industria y a la economía en general. Consideraban, incluso, que era posible llegar al capitalismo mediante la llamada vía "yunquer" (según Lenin, en Alemania los terratenientes semifeudales pudieron pasar a convertirse en capitalistas). Además, los conservadores creían que era posible promover la moderna industria nacional, si bien no para competir en el mercado internacional sí con miras al interno. Esta industria se crearía "desde arriba", con apoyo estatal. El Banco de Avío, fundado bajo la dirección de Lucas Alamán, es el ejemplo claro de esta política económica. También pensaban, al menos al principio, que había que desarrollar la minería como importante fuente de recursos.

Por su parte los liberales creían necesario comenzar el desarrollo por la agricultura. Ahí precisamente chocaban con sus opuestos, ya que para ellos había que romper la vieja estructura de propiedad (Iglesia, terratenientes laicos aristócratas). Se precisaba, entonces, una reforma agraria que terminara con las formas de propiedad precapitalistas que impedían el desarrollo del mercado interno. Así, no solamente el latifundio eclesiástico sino también las tierras de las comunidades indígenas estaban destinados a desaparecer, según esta versión liberal. Ello nos explica más adelante, en la época de la Reforma, la Ley Lerdo y sus consecuencias prácticas.

Si los conservadores pretendían la vía "yunquer", por su parte los liberales buscaban llegar al capitalismo en la agricultura mediante la vía "farmer" (granjero, pequeño propietario). Creían también en el librecambismo y en la abolición de trabas al desarrollo del mercado interno y, hasta el ensayo de Alamán en el Banco de Avío, comenzaron a considerar la posibilidad del desarrollo industrial como una de las bases del crecimiento. Asimismo, propugnaban una política de colonización extranjera que impulsara el desarrollo de regiones poco pobladas.



29 Tomado de Ismael Colmenares, De Cuauhtémoc a Juárez y de Cortés a Maximiliano, Quinto Sol, México, 2002, pp.317-319.

lunes, 17 de octubre de 2011

LECTURA No. 12 SEGUNDO AÑO

Leer y hacer un mapa conceptual para proxima clase

Plan de Iguala23

Americanos, bajo cuyo nombre comprendo no sólo los nacidos en América, sino a los europeos, africanos y asiático que en ella residen: tened la bondad de oírme (…).

Trescientos años hace la América Septentrional de estar bajo la tutela de la nación más católica y piadosa, heroica y magnánima. La España la educó y engrandeció, formando esas ciudades opulentas, esos pueblos hermosos, esas provincias y reinos dilatados que en la historia del universo van a ocupar lugar muy distinguido. Aumentadas las poblaciones y las luces, conocidos todos los ramos de la natural opulencia del suelo, su riqueza metálica, las ventajas de su situación topográfica, los daños que origina la distancia del centro de su unidad, y que ya la rama es igual al tronco; la opinión pública y la general de todos los pueblos es la de la independencia absoluta de la España y de toda otra nación. Así piensa el europeo, así los americanos de todo origen. Esta misma voz que resonó en el pueblo de los Dolores, el año de 1810, y que tantas desgracias originó al bello país de las delicias por el desorden, el abandono y otra multitud de vicios, fijó también la opinión pública de que la unión general entre europeos y americanos, indios e indígenas, es la única base en que puede descansar nuestra común felicidad (…).

Al frente de un ejército valiente y resuelto he proclamado la independencia de la América Septentrional. Es ya libre, es ya señora de sí misma, ya que no reconoce ni depende de la España, ni de otra nación alguna. Saludadla todos como independiente, y sean nuestros corazones bizarros los que sostengan esta dulce voz, unidos con las tropas que han resuelto morir antes que separarse de tan heroica empresa. (…)

Oíd, escuchad las bases sólidas en que funda su resolución:



1.       La religión católica, apostólica, romana, sin tolerancia de otra alguna.

2.       La absoluta independencia de este reino.

3.       Gobierno monárquico templado por una Constitución al país.

4.       Fernando VII, y en sus casos los de su dinastía o de otra reinante serán los emperadores, para hallarnos con un monarca ya hecho y precaver los atentados funestos de la ambición.

5.       Todos los habitantes de él, sin otra distinción que su mérito y virtudes, son ciudadanos idóneos para optar cualquier empleo.

6.       Sus personas y propiedades serán respetadas y protegidas.

7.       El clero secular y regular conservado en todos sus fueros y propiedades.

8.       Todos los ramos del Estado y empleados públicos subsistirán como en el día, y sólo serán removidos los que se opongan a este plan, y sustituidos por los que más se distingan en su adhesión, virtud y mérito.

9.       El ejército observará a la letra la Ordenanza, y sus jefes y oficiales continúan en el pie en que están, con la expectativa no obstante a los empleos vacantes y a los que se estimen de necesidad o conveniencia.

10.    Como las Cortes que se han de formar son constituyentes deben ser elegidos los diputados bajo este concepto. La junta determinará las reglas y el tiempo necesario para el efecto.



Iguala, 24 de febrero de 1821, Agustín de Iturbide.





Lucha de proyectos: liberal y conservador (1821-1867) y sus contradicciones, entre lo viejo y lo nuevo.

México nace a la vida independiente en medio de grandes problemas, como consecuencia de una guerra que duró once años. El tránsito de una sociedad colonial a una nacional no será fácil ya que el país heredará una estructura social que prácticamente se mantendrá intacta, puesto que los españoles que se quedan en México y los criollos ricos conservarán sus grandes privilegios, mientras que los trabajadores de las haciendas y las minas seguirán en las mismas condiciones de explotación y miseria, los pueblos indios continuarán resistiendo los asedios de los grandes terratenientes que ambicionan sus tierras y que, en algunos casos, lograrán arrebatárselas; viéndose favorecido el despojo por algunas leyes que el mismo grupo liberal aprobará una vez que llega al poder.

          La etapa comprendida entre 1821 y 1854 ha sido denominada por algunos historiadores como la anarquía. Hubo, en verdad, anarquía; pero ésta tenía causas profundas que se resumían en la lucha entre lo viejo y lo nuevo. Lo viejo son las estructuras coloniales que pretenden subsistir, después de la separación de la metrópoli, ante los ataques de las clases emergentes que buscan un cambio hacia el capitalismo. Lo nuevo, las clases emergentes que pretenden instaurar el capitalismo y sus instituciones consiguientes.

            Se trata de un proceso de gestación de formas históricamente nuevas en la sociedad mexicana. No sólo se trata de llegar al capitalismo, sino a un tipo de éste: el capitalismo propio de un país dependiente inmerso en la división internacional del trabajo. Conforme esta nación avanza, a pesar de los numerosos obstáculos internos y externos, se va perfilando con mayor claridad el papel que le asignan las naciones poderosas, y ello en concordancia con las clases dirigentes e incluso con sus luchas al interior o al exterior.

            El período comprendido entre 1821 y 1854 ha sido explicado como de transición, no sólo en lo económico, sino también y principalmente en lo relativo a la formación del Estado nacional. Entre el Estado colonial y el Estado nacional, existe un período de formación.24

Las élites mexicanas no lograron encontrar formas para entenderse, ejercer el poder y dar cauces a la sociedad -crear un sistema estable de gobierno, de leyes y de instituciones articuladas en un Estado de derecho que permitieran proyectar y construir la nación a la que aspiraban. La herencia de instituciones hispanas que durante tres siglos contribuyeron a crear una sociedad, fueron violentadas por cambios radicales y bruscos inspirados en los modelos liberales; lo viejo y lo nuevo se enfrentaban.

Toca en este tema analizar y reflexionar sobre las ideas, los objetivos y prácticas que animaron los principales actores que participaron en la construcción de la nación; conocer los modelos, las tradiciones y condiciones internas y externas que limitaron o dieron viabilidad a esas prácticas, así como evaluar su contribución a la construcción del Estado y la unión de la sociedad.
Situación económica del país26
México se había independizado y sus dirigentes intentaban modernizarlo, ponerlo al día respecto a los progresos que lograban las grandes potencias. Se creía que México tenía recursos de sobra, que sus riquezas eran inmensas, lo que se convirtió en un mito que estaba fuertemente asentado en la mente de nacionales y extranjeros. Solamente había que poner a trabajar racionalmente dichos recursos.
Los extranjeros que visitaron a nuestro país en aquellos años quedaron impresionados por la variedad climática, el bello paisaje y los recursos naturales que parecían inagotables, lo que contrastaba con la miseria de la mayoría de los mexicanos. A lo mejor hubiera sido preferible que las grandes potencias no creyeran en nuestra riqueza, así no habrán interferido como lo hicieron.

La propiedad de la tierra y la agricultura
La estructura de la propiedad de la tierra era profundamente desigual. Los grandes latifundios, muchos de ellos en manos de la Iglesia, no producían a toda su capacidad además, las técnicas eran obsoletas. El latifundio y la mano de obra  semiesclava denominada peonaje, fueron de los lastres más pesados para el crecimiento agrícola.
                Frente al latifundio se encontraban las formas precapitalistas de producción, representadas por las comunidades indígenas, que habían sobrevivido al embate de los grandes propietarios durante tres siglos. Aunado a la producción con métodos sumamente primitivos, estas propiedades estaban, de hecho, sustraídas al mercado en tanto que eran autónomas, de autoconsumo.
                Fue una época clave para el desarrollo del latifundismo tanto laico como para el que estaba en manos de la Iglesia. La Guerra de Independencia y la consecuente inestabilidad de los años posteriores a ella provocaron la huída de españoles, muchos de ellos terratenientes. Por ello en el México Independiente se asiste al encumbramiento definitivo de los latifundistas criollos.
                El mercado interno capitalista solamente puede alcanzar su desarrollo pleno una vez que se han desplazado las formas precapitalistas de propiedad de la tierra. Esto no había sucedido en el México Independiente, ya que el latifundismo semifeudal de la Iglesia era muy poco productivo, mientras que el latifundismo laico estaba poco modernizado.
                Por otro lado, la penuria de los pequeños propietarios y el autoconsumo de las comunidades indígenas representaban también obstáculos al desarrollo del mercado interno.

                La minería
                La idea de las grandes riquezas de México se basaba fundamentalmente en los recursos minerales. Sin embargo, durante la guerra muchas minas fueron destruidas o abandonadas, de tal modo que independientemente de las riquezas que contuvieran habría que invertir mucho dinero para que volvieran a estar en condiciones de producir.
                Los gobiernos del México Independiente tomaron algunas medidas para promover la recuperación minera: en 1824 fueron sustituidas las cargas fiscales  sobre la minería por un impuesto del 3 por ciento sobre el valor del metal y se estableció la libre importación del azogue. Otra medida fue eliminar los impuestos sobre cualquier artículo importado que se vendiera en un pueblo minero.
                Mas las medidas señaladas no fueron suficientes para desarrollar la minería. Hubo que esperar –y no mucho- a los capitales extranjeros, interesados por la minería de nuestro país.
                Para los ingleses había motivos de preocupación, ya que el tiempo pasaba y las minas no producían lo que se esperaba. Esto se debía al abandono en que se encontraban, a la desarticulación entre minas y haciendas y al mal estado de los caminos entre otras causas. Las minas se estaban convirtiendo en gravosas para los capitalistas extranjeros. La fiebre especulativa tuvo como una de sus manifestaciones que los capitalistas quisieron abarcar demasiado, en vez de dedicar atención y recursos a unas cuantas minas. Por ejemplo, una sola empresa, la Francoamericana, poseía 165 minas de las cuales solamente explotaba 17. Como consecuencia sobrevinieron las quiebras.
                Aunque este impulso exagerado de las inversiones provocó algunas frustraciones, esto no significó la total decadencia. Algunas empresas resistieron los primeros fracasos e invirtieron en tecnología, con resultados positivos. Así se estaban sentando  las bases para el desarrollo de la minería que ocurriría en la segunda mitad del siglo XIX, pero cuyos beneficiarios serían principalmente capitalistas extranjeros.

                Comercio interior y exterior  
                Numerosos obstáculos impedían el desarrollo de los intercambios comerciales al interior del país recién independiente. Por ejemplo, la existencia de regiones económicas más o menos autosuficientes como herencia de la etapa colonial. Superar este problema significaba invertir en caminos que unieran al país, pero el gobierno no se encontraba en condiciones de hacerlo.
                En el siglo XIX, como durante la Colonia, el comercio se efectuaba a través de caravanas de mulas que se internaban en los terrenos más difíciles, y que realizaban un movimiento de mercancías de considerables proporciones.
                Otro problema fue la inseguridad de los caminos. Como consecuencia de la guerra y las numerosas asonadas militares se crearon numerosas bandas de ladrones de caminos, varias de ellas con muchos integrantes y muy bien organizadas. Esto entorpecía el transporte tanto de mercancías como de viajeros.
                La falta de poder adquisitivo de la población mayoritaria y la alcabala (un odiado impuesto al comercio interno) fueron otros obstáculos al desarrollo comercial.
                Pese a que los distintos gobiernos (no importa si liberales o conservadores) trataron de imponer un sistema organizado y coherente que rigiera el comercio exterior, ello no era posible debido tanto a la triste realidad económica interna, como a que países como Francia, Inglaterra y Estados Unidos, en vez de acogerse a las disposiciones oficiales, introducían de contrabando sus mercancías.
                El contrabando perjudicó gravemente la producción y el comercio nacionales, puesto que las mercancías aquí producidas pagaban impuestos y eran más caras que las extranjeras.
                Pese a lo señalado, hubiera sido peor optar por un comercio totalmente abierto, ya que la producción interior no hubiera sido capaz de competir con la extranjera, sobre todo la proveniente de las potencias industrializadas como Inglaterra y Francia.

                La crisis fiscal
                En cuanto a las finanzas públicas, lo normal era la penuria. Terminada la Guerra de Independencia los recursos del país se encuentran exhaustos, hay un peligro latente de invasiones extranjeras; en fin, hay muchas necesidades y muchos proyectos.
                Uno de los recursos que más utilizaron los nuevos gobernantes para ganar popularidad, fue el de reducir algunos impuestos, lo que trajo como consecuencia que a su vez se redujeran los ingresos.
                               Los gastos, sin embargo, no disminuían. La burocracia absorbía una parte importante del presupuesto y el ejército significaba la derogación más considerable. En esta forma los sueños de riqueza comenzaban a esfumarse ante la penuria de cada día.
                Ante el déficit permanente, el gobierno se vio en la necesidad de acudir al expediente de los créditos, internos y externos. Los dos fueron contraproducentes aunque los primeros contribuyeron a crear o desarrollar a una clase social que posteriormente estaría en vías de impulsar el desarrollo del capitalismo: los usureros nacionales, con poco sentido nacionalista y mucho de comercial, se dieron cuenta del gran negocio que implicaba prestar al gobierno mexicano.
                Los créditos externos tuvieron peores implicaciones para la economía mexicana, ya que ponían en riesgo la integridad del país, lo hacían más vulnerable.
                Además de ser tan mermados los ingresos producidos por ambos créditos, una buena parte de éstos se dedicó a gastos ajenos a inversiones productivas (compra de fusiles de segunda, así como de uniformes, pagos atrasados, etc.), por lo que pronto México se vio imposibilitado a pagar. Desde entonces la famosa deuda externa sería para nuestro país una fuente de conflictos y problemas internacionales.

Cambios de la economía mexicana
Entre 1821 y 1854 hubo una serie de cambios en relación con la estructura colonial:
-          Fin del exclusivismo colonial en materia de comercio externo, lo que significa que termina la dependencia con España.
-          Disminución relativa de la concentración del poder económico y político de la ciudad de México.
-          Depresión y estancamiento de la producción de plata, con importantes fluctuaciones de corta duración a pesar de que dicho metal permaneció como el principal producto de exportación.
-          Eliminación parcial del grupo de españoles que en la etapa colonial detentaban el poder político y económico. Esto se logró por las leyes de expulsión de 1827 y 1829, o por haberse retirado ellos mismos, con sus capitales, durante la Guerra de Independencia.
-          Constitución progresiva de un grupo de comerciantes-prestamistas de nuevo tipo, que sobre todo a partir de 1850, multiplicarán sus inversiones productivas.
El Imperio de Iturbide27
Según lo estipulado en el Plan de Iguala y en el Tratado de Córdoba, Iturbide escogió a los treinta y ocho miembros de la Junta Gubernativa. Esta Junta, presidida por Iturbide, declaró la independencia de México en un acto formal. Estaba compuesta por eclesiásticos, abogados, jueces, miembros de la nobleza mexicana y algunos oficiales.
                El Congreso Constitucional se reunió en la capital el 24 de febrero de 1822 para tratar la cuestión de la recesión económica y del déficit presupuestario. Ante la desagradable sorpresa de Iturbide, la mayoría de los diputados eran <> -es decir, monárquicos proespañoles- o republicanos. Desde el primer día estuvieron en desacuerdo con él en diferentes cuestiones. España al rehusar aceptar la independencia y al no querer aprovechar la oportunidad de que México quedara en manos de los Borbones, le hizo el juego a Iturbide. En la noche del 18 de mayo de 1822, la guarnición militar local le proclamó emperador con el nombre de Agustín I y a la mañana siguiente, bajo una considerable presión militar y popular, el Congreso aceptó la situación y reconoció la nueva monarquía.
                El Imperio de Iturbide no perduraría. Desde el principio hubo grandes obstáculos para que sobreviviera. La nobleza mexicana anhelaba un príncipe europeo y miraba con desagrado a Iturbide, el hijo de un comerciante; los hacendados y los comerciantes, la mayoría de los cuales habían nacido en España, esperaban que un príncipe europeo los librara de préstamos forzosos y de otras cargas fiscales; por último, había un fuerte sector de republicanos que incluía a algunos prominentes periodistas, abogados y eclesiásticos progresistas como Servando Teresa de Mier que ocupó un asiento en el Congreso y propagó sus ideas republicanas con gran fuerza.
                Por consiguiente, no debe sorprender que la caída de Iturbide fuera incluso más rápida que su ascenso. Los borbonistas le culparon de haber violado su promesa de ofrecer el trono a un príncipe europeo. La propia arbitrariedad de Iturbide provocó la expansión de las ideas republicanas, que hasta entonces sólo habían sido profesadas por los intelectuales. Los ambiciosos oficiales del ejército tampoco estaban satisfechos: mientras que podían tolerar un príncipe extranjero, les resultaba en cambio difícil aceptar a uno de su propia clase como emperador; si no se podía conseguir traer a un príncipe extranjero, entonces la solución estaba en la república, que por lo menos era un sistema con el cual podían llegar a ser presidentes. Creció la oposición a Iturbide y, en una atmósfera de libertad de expresión restringida, proliferaron las conspiraciones. El 31 de octubre disolvió el conflictivo Congreso. Su posición se debilitó aún más al querer aplicar una serie de medidas fiscales confiscatorias, ya que los comerciantes que las padecieron –en su mayor parte españoles- buscaron apoyo en los borbonistas. La incapacidad de Iturbide de poner orden en el Tesoro fue una causa importante de su caída.       
                En Veracruz, el 2 de diciembre de 1822, Antonio López de Santa Anna acusó públicamente a Iturbide de tirano. Proclamó la república y apeló por la reinstauración del Congreso. Cuatro días más tarde publicó un manifiesto más moderado y detallado, que sin hacer mención a una república, apelaba por la destitución del emperador.
                Guadalupe Victoria, que hacía poco se había escapado de la prisión, firmó el manifiesto de Santa Anna. Unas cuantas semanas más tarde, los generales Bravo y Guerrero, antiguos compañeros de armas de Morelos, manifestaron su apoyo al levantamiento de Veracruz. Finalmente, la mayoría del ejército, cuyos oficiales –muchos de ellos españoles de nacimiento- habían sido realistas y después apoyaron a Iturbide, se en su contra. El emperador abdicó el 19 de marzo de 1823. El 8 de abril el Congreso, reunido de nuevo, anuló el manifiesto de Iguala, así como también el Tratado de Córdoba, y decretó que México desde entonces era libre de adoptar el sistema constitucional que quisiera. La república era un hecho real.
                Así pues, Santa Anna desató un movimiento que produjo la caída del imperio de Iturbide y que terminó por implantar la república. Aunque el nuevo sistema político fue concebido por los intelectuales, fue el ejército el que lo hizo posible y a la vez quien se convirtió en su dueño. La rapidez con que triunfó señaló el camino de futuros levantamientos de oficiales militares desafectos.   
 
La República Federal28
La amenaza de reconquista y el apoyo de la mayoría del ejército al gobierno provisional mantuvieron la unidad con la Constitución de 1824, que instituía un gobierno federal, pero debilitado para mitigar el confederalismo de Yucatán, Jalisco, Zacatecas y otros estados, que desconfiaban de la supremacía ejercida antes de las reformas borbónicas por el centro.
                Los legisladores de 1824 se inspiraron en la Constitución estadounidense, pero el federalismo mexicano no fue una simple copia, fue más radical. A diferencia del norteamericano, el gobierno federal no iba a gobernar a los ciudadanos, sino a los estados. Aquella concedía a la federación el derecho de cobrar impuestos a los individuos; esto le daba una base económica sólida. Como la federación mexicana de 1824 gobernaba estados en lugar de ciudadanos, se condenó a depender de un contingente. Los estados lo entregaron con cierta regularidad sólo en los primeros tiempos, después la federación quedó reducida a la entrada de las aduanas y a los préstamos usuarios.
                El sistema estableció una clara supremacía del legislativo, considerando a los otros poderes como sus simples agentes. El ejecutivo era aún más débil que en el sistema estadounidense, de ahí que Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero, Valentín Gómez Farías y Antonio López de Santa Anna tuvieran que recurrir a poderes extraordinarios para poder gobernar. Estas facultades siempre fueron concedidas constitucionalmente hasta 1841, lo que no impidió que el ejecutivo fuera acusado de abuso de poder, con injusticia en la mayoría de los casos. En cambio, el Congreso se extralimitó muchas veces e invadió la esfera judicial o aprobó decisiones no constitucionales; tales son los casos de la aprobación de Guerrero como Presidente en 1828, su declaración de incapacidad para gobernar en 1830 y la decisión de asumir el carácter de constituyente en 1835.
                Por ser la primera experiencia política era natural que la Constitución de 1824 requiriera de ajustes ya que, entre otras imperfecciones, resultó demasiado rígida dada su exigencia en fijar un periodo determinado para hacer reformas. También mantuvo el voto universal masculino, inaplicable en la práctica, pero que sirvió para que los grupos populares fueran convocados a participar en movimientos políticos de todas clases. No obstante, amplios grupos populares, movilizados durante la Independencia, quedaron al margen de la participación política, por lo que recurrieron a periódicas rebeliones para presionar por la solución de sus problemas.      
                La vieja polarización pondría frente a frente a la parte más tradicional de los realistas y privilegiados en contra de los iturbidistas e insurgentes que pugnaban por la expulsión de los españoles, costosa para la nación. El enfrentamiento se coronó con la violación de las elecciones de 1828, durante la primera sucesión del gobierno, el primer revés para el sistema federal. Don Vicente Guerrero fue impuesto Presidente, pero su gestión no logró sortear las pasiones partidistas, ni la penuria hacendaría que obstaculizaba la defensa nacional ante el intento de reconquista español y no tardó en ser sustituido por un régimen de “hombres de bien”, en el que el arquitecto de la política fue Lucas Alamán, quien pretendía purgar al sistema federal de sus extremismos: limitar el voto y las facultades de los ayuntamientos, fortalecer el ejecutivo, reducir gastos y arreglar la hacienda pública y profesionalizar al ejército para la defensa de la nación. El ministro Alamán tenía una clara idea de la proyección internacional de México y se propuso una diplomacia dirigida a reanudar lazos con las naciones hermanas para construir un frente común ante las amenazas extranjeras, conquistar los reconocimientos de España y el Vaticano, firmar tratados que permitieran atraer inversiones e incrementar el comercio y limitar la afluencia de estadounidenses a Texas, que empezaban a dar muestras de malas intenciones. Esta agenda inteligente fracasó por los métodos de control que Alamán utilizó para deshacerse de sus enemigos: disolver asambleas y sustituir gobiernos y mano dura contra los opositores al régimen. Causa de indignación fue la traición para apresar a Vicente Guerrero y su fusilamiento después de ser sometido a un juicio militar sumario.


28 Josefina Zoraida Vázquez, et al, “De la difícil constitución de un Estado: México, 1821-1854” en La fundación del Estado Mexicano, Nueva Imagen, México, 2004, pp. 15-17.


27 Jan Bazant, et al, “De Iturbide a Juárez”, en Historia de México, Crítica, Barcelona, 2003, pp. 44-47. 


26 Miguel Ángel Gallo, México I. Cómo se formó una nación, Quinto Sol, México, 2005, pp. 237-244.



23 Tomado de Álvaro Matute, Antología México en el siglo XIX. Fuentes e interpretaciones históricas,     UNAM, México, 1981, pp. 227-230.
24 Miguel Ángel Gallo, Del México Antiguo a la República Restaurada (Historia de México I), Quinto Sol, México, 1998, pp. 247-248.