miércoles, 19 de octubre de 2011

LECTURA No. 13 SEGUNDO AÑO

Leer y hacer mapa conceptual
La Construcción del Estado: Los proyectos Liberal y Conservador.



Lectura 1.  Ideas, partidos y luchas políticas29

La política, las leyes y la ideología, reflejan claramente los intereses y las tendencias de las clases sociales y están al servicio de sus luchas. El momento histórico que examinamos no podía ser la excepción a la regla. Efectivamente, los gobiernos y las instituciones que se establecieron, las banderas y los principios que se defendieron en el lapso comprendido de 1821 a 1854, no eran más que la manifestación clara y exacta del choque entre dos órdenes que se excluían mutuamente: el de reminiscencias coloniales representado por los grupos privilegiados conservadores y el de pretensiones capitalistas encabezado por los intelectuales liberales y la naciente burguesía. Era la lucha entre lo viejo y lo nuevo. Mientras el primero se desmoronaba irremisiblemente, el segundo estaba en franco ascenso. Ideológicamente, los principios teóricos proclamados para mantener vigente la sociedad colonial, recibieron el nombre genérico de conservadurismo. En la contrapartida tenemos las ideas liberales que justificaban la implantación de una sociedad semejante a la de los países capitalistas altamente desarrollados. La corriente conservadora tenía sus raíces en el pasado español; rendía culto al despotismo y a la obediencia ciega; a la jerarquía y a los privilegios; confiaba en la validez universal del dogmatismo y de la verdad absoluta de la religión católica, de la enseñanza mística y anticientífica difundida por la iglesia. Asimismo nunca dejó de ser monárquica en sus ideas, si bien la realidad política la hizo disimular, cambiando a republicanismo centralista. Por el contrario, el liberalismo mexicano era una doctrina que se había nutrido directa o indirectamente en fuentes más modernas: la ilustración y la Enciclopedia francesas, los pensadores españoles del siglo XVIII y los norteamericanos como Jefferson, Franklin y Hamilton. La libertad de expresión y de pensamiento, la soberanía popular y la república, la educación laica y científica, la abolición de fueros y privilegios, fueron algunos de los puntos más sobresalientes que sirvieron como arma de combate a los liberales mexicanos en su afán de aniquilar lo establecido y allanar el camino a las nuevas formas de organización capitalista. La discusión y los planes para la realización de estos conceptos, tuvieron lugar en las logias masónicas, agrupaciones secretas de conspiración y adiestramiento político diseminados a lo largo y ancho del país. Dos fueron las logias principales que se enfrentaron: la del rito escocés, con antecedentes en los liberales españoles que llegaron al país antes de la Independencia; y la del rito yorkino fundada alrededor de 1825. En la primera se agruparon inicialmente algunos conservadores y centralistas, en la segunda los liberales, republicanos y federalistas.

Si bien estas logias antecedentes de los partidos políticos, fueron prohibidas de participar políticamente en los años 30's, son importantes en cuanto que instrumentos de intervención de las potencias que entonces se disputaban el dominio sobre México: Inglaterra (logia escocesa) y Estados Unidos (logia yorkina). Además preparan el terreno para la organización más clara de los futuros grupos llamados "del orden" (conservadores) y "del progreso" (liberales). Ésta es una época en la que la lucha po­lítica se restringe a una pequeña élite, ilustrada o no pero que participaba activamente en las cuestiones gubernamentales. No olvidemos que la escasa población, el aislamiento y sobre todo el alto índice de analfabetismo limitaban la participación de las masas en la lucha, si bien ésta se expresa en algunos levantamientos campesinos y descontento popular.

En torno a las ideas que hemos apuntado, los sectores más conscientes se acuerparon sobre todo en dos grupos políticos: el liberal y el conservador. Oscilando constantemente y confundiéndose a veces entre uno y otro extremo, se encontraba la posición intermedia de los moderados. No formaron partidos en el sentido estricto de la palabra; para alcanzar tal categoría siempre les faltó integrar una política nacional; no permitían la participación de las amplias masas populares ni representaban sus intereses; eran voceros de las facciones en pugna. Los árbitros entre estas últimas fueron el ejército y los caudillos, que habían proliferado escandalosa-mente desde los años del movimiento insurgente.

Al conseguirse la separación entre México y España, el efímero imperio de Iturbide representó el primer ensayo de gobierno al servicio de las viejas estructuras coloniales defendidas por los conservadores. Posteriormente éstos, ya sin el ropaje monárquico promovieron el establecimiento del sistema centralista, o sea, la sujeción política y administrativa de las provincias por los poderes centrales del país. Las llamadas Siete Leyes constitucionales aprobadas en 1835 y las Bases Orgánicas promulgadas en 1842, contienen los principios jurídicos que justifican esta forma de gobierno, la que culminó y se hizo insoportable durante la dictadura del general Santa Anna en ocasión de su última estancia en el poder, de 1853 a 1855

Por su parte, la organización política enarbolada y puesta en práctica por los liberales, fue el federalismo republicano. Una de las características que lo distingue, al menos teóricamente, es la formación de estados soberanos con legislación propia para su administración local; sin embargo, están sujetos a las disposiciones generales que son comunes a todos los demás integrantes de la federación. La autonomía estatal de este sistema político, respondía plenamente a la medida de las aspiraciones hegemónicas de la joven burguesía mexicana y de los caciques de corte liberal, que tenían en las distintas regiones del país intereses creados que chocaban con los representados por el centralismo. Los fundamentos jurídicos que dieron vigencia al tipo de gobierno federal quedaron plasmados en el Acta Constitutiva de 1823, en la Constitución de 1824 y en el restablecimiento de ésta en 1842 durante la segunda administración de Gómez Farías.

Pero no bastaba a los grupos en lucha diseñar e implantar las diversas formas de gobierno; era necesario además llevar adelante una política económica que respondiera a sus intereses concretes y a los de sus representados. Ardua labor en tanto que sin experiencia previa y con una mezcolanza de principios teóricos de economistas europeos ajenos a la realidad económica y social del país, dichos grupos tuvieron que adaptar esos principios y ponerlos en práctica en medio de un desorden político permanente, de una economía en crisis, de un erario en bancarrota y de las asechanzas de las grandes potencias.

En términos generales podemos decir que por lo menos las vanguardias políticas tanto de libera­les como de conservadores, aunque en mucho fueron cambiando algunos de sus postulados teóricos, respondieron a dos visiones diversas del crecimiento económico.

Los conservadores buscaban tal crecimiento sin tocar la estructura de propiedad, dado que ello lesionaría sus intereses; abogaban por un proteccionismo estatal al comercio, a la industria y a la economía en general. Consideraban, incluso, que era posible llegar al capitalismo mediante la llamada vía "yunquer" (según Lenin, en Alemania los terratenientes semifeudales pudieron pasar a convertirse en capitalistas). Además, los conservadores creían que era posible promover la moderna industria nacional, si bien no para competir en el mercado internacional sí con miras al interno. Esta industria se crearía "desde arriba", con apoyo estatal. El Banco de Avío, fundado bajo la dirección de Lucas Alamán, es el ejemplo claro de esta política económica. También pensaban, al menos al principio, que había que desarrollar la minería como importante fuente de recursos.

Por su parte los liberales creían necesario comenzar el desarrollo por la agricultura. Ahí precisamente chocaban con sus opuestos, ya que para ellos había que romper la vieja estructura de propiedad (Iglesia, terratenientes laicos aristócratas). Se precisaba, entonces, una reforma agraria que terminara con las formas de propiedad precapitalistas que impedían el desarrollo del mercado interno. Así, no solamente el latifundio eclesiástico sino también las tierras de las comunidades indígenas estaban destinados a desaparecer, según esta versión liberal. Ello nos explica más adelante, en la época de la Reforma, la Ley Lerdo y sus consecuencias prácticas.

Si los conservadores pretendían la vía "yunquer", por su parte los liberales buscaban llegar al capitalismo en la agricultura mediante la vía "farmer" (granjero, pequeño propietario). Creían también en el librecambismo y en la abolición de trabas al desarrollo del mercado interno y, hasta el ensayo de Alamán en el Banco de Avío, comenzaron a considerar la posibilidad del desarrollo industrial como una de las bases del crecimiento. Asimismo, propugnaban una política de colonización extranjera que impulsara el desarrollo de regiones poco pobladas.



29 Tomado de Ismael Colmenares, De Cuauhtémoc a Juárez y de Cortés a Maximiliano, Quinto Sol, México, 2002, pp.317-319.

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