lunes, 3 de octubre de 2011

LECTURA No. 10 SEGUNDO AÑO

Movimientos sociales: indígenas y de castas
La nueva España a principios del siglo XIX, era la más próspera de las colonias que tenía el imperio español, sin embargo,  la mayor parte de la riqueza que se generaba en el campo, el comercio, los obrajes y la minería tenía como finalidad satisfacer las necesidades económicas de la Corona española, no obstante, Silvio Zavala nos dice que a pesar de ello, la desigualdad social era sorprendente, pues entre las calles de las ciudades se podían apreciar lujosos carruajes que pasaban junto a gente desnuda y hambrienta.13 

Si bien, los criollos fueron discriminados y marginados de los altos cargos político-administrativos y religiosos, la situación de las castas, no fue mejor, ya que enfrentaron las consecuencias de la inequitativa distribución de la riqueza, la sobreexplotación, el hambre, la ignorancia y la indiferencia que hacían de éstos las autoridades virreinales.

Mención especial merece la situación de los indígenas, quienes a pesar de ser protegidos por las Leyes de Indias, habían sido despojados de sus tierras, por lo que no les quedaba más que convertirse en peones de haciendas, con jornadas de trabajo inhumanas y condiciones de vida miserables.

La situación anterior, provocó que durante esta época se desarrollaran una gran cantidad de rebeliones, de indígenas y de las castas, en contra del sistema establecido. Pese a la represión ejercida por parte de las autoridades, los levantamientos y protestas fueron constantes, la lucha por la recuperación de la tierra se transformó en la causa común que en más de un caso aumentó el descontento de los indígenas contra el régimen colonial, lo cual nos da una idea de la inquietud reinante,

Así, la falta de atención a las demandas de los grupos menos favorecidos ocasionó varios levantamientos, Cue Cánovas hace referencia a 100 rebeliones de españoles, criollos y euromestizos, castas, indios y negros, ocurridas entre 1521 y 1832 de las cuales destacaremos las siguientes:14

·         El del esclavo negro de nombre Yanga que en 1609, encabezó una sublevación en Orizaba, Veracruz; el movimiento fue reprimido, no obstante, a pesar de que fue sofocado, las autoridades virreinales tuvieron que permitir la creación de un pueblo denominado San Lorenzo de los negros.

·         Sublevación de indígenas en la provincia de Oaxaca, en 1661, se rebelaron a causa de la explotación de la que eran víctimas.

·         Motín de indígenas y mestizos en la ciudad de México en 1692, debido a la falta de maíz; el propio virrey vio incendiado el palacio, donde murieron diez personas.

·         Rebelión de los esclavos de las haciendas vecinas a Córdoba en 1735.

·         La rebelión de Jacinto Caneck en 1761 en Cisteil, Yucatán, en contra de la explotación a la que eran sujetos los indígenas mayas.

·         El motín de los mineros de Real del Monte ocurrido en 1766, en el que reclamaban mejores condiciones de trabajo.

·         Alzamiento de seris, pimas y sububapas en el pueblo de Suaqui, Sonora en 1766, provocada por la pena de azotes que se aplicó al indio gobernador del pueblo, por orden del padre jesuita de Suaqui.

·         Motines contra la expulsión de los jesuitas, en Valladolid, Uruapan, Pátzcuaro, Guanajuato, San Luis de la Paz y San Luis Potosí en 1767.

·         La “gran hambre” de 1786, en la que murieron más de cien mil personas, fue motivo de disturbios y saqueos.

·         El levantamiento en la Sierra de Nayarit, encabezado por el indígena Mariano, hijo del gobernador de Tlaxcala, en 1801, quería convertirse en soberano, uniendo Colotlán y Nayarit, el movimiento fue sofocado.

·         La crisis agrícola de 1809, que acrecentó el descontento popular.

·         Rebelión de ópatas y mayos en 1822

·         Rebeliones de indios yaquis en 1825-26 y en 1832.

En ninguna otra colonia de España en América, se vivió tan intensamente un ambiente de rebelión como en Nueva España, sin embargo, los constantes y numerosos alzamientos principalmente de indígenas y hombres de casta fueron actos colectivos violentos y en la mayoría de los casos reducidos a ámbitos locales, los cuales fueron: o frenados violentamente por las autoridades coloniales para restaurar la tranquilidad pública o empleando medios no violentos, como el de recurrir a la intermediación de algún religioso, no había que olvidar que la iglesia jugó un papel importante como instrumento poderoso de negociación de la “paz social”.



 Conspiraciones criollas

Conjura del ayuntamiento de la ciudad de México. Los acontecimientos en la Metrópoli y el papel   que desempeñaron los soberanos, creó un ambiente de desconcierto por parte de la autoridades novohispanas que defendieron la idea de mantenerse leales al monarca hispano; pero el ayuntamiento de la ciudad de México junto con el virrey José de Iturrigaray se propusieron desobedecer las órdenes enviadas desde España y manifestaron su rechazo a esa postura.

Conspiración de Valladolid. Surge en septiembre de 1809 una nueva conspiración que proponía: resistir a los franceses y conservar el poder a favor de Fernando VII, pero que si España no lograba librarse del invasor, se buscaría la separación definitiva del reino Destacan dentro de los conspiradores de Valladolid: Fray Vicente de Santa María, el cura Ruiz de Chávez, José María García Obeso y José Mariano Michelena. Al ser descubierta la conspiración, fueron encarcelados la mayoría de sus integrantes.

Junta literaria de Querétaro.  Ignacio Allende y Mariano Abasolo, formaron parte de la conspiración de Valladolid, a su vez participaban en las tertulias literarias que se organizaban en Querétaro, en ellas se discutía la conveniencia de desconocer a las autoridades virreinales; dichas reuniones se llevaban a cabo ya sea en la casa del corregidor de Querétaro, Miguel Domínguez o en la del presbítero José María Sánchez o en la del licenciado Lorenzo Parra. Participaban además, la esposa del corregidor Josefa Ortiz de Domínguez, los hermanos Epigmenio y Emeterio González, Juan N. Mier Altamirano, Joaquín Arias, Mariano Lazo de la Vega, Francisco Araujo, Antonio Téllez, Ignacio Gutiérrez, Mariano Galván, Francisco Lanzagorta, Ignacio Pérez y fray José Lozano. Se unieron a éste grupo Juan e Ignacio Aldama, así también el cura de Dolores Miguel Hidalgo y Costilla.

 
 Las sociedades secretas15

El repetido fracaso de sus planes de los conspiradores criollos y la dureza y el rigor de la respuesta de las autoridades superiores a sus actividades, llevó a los descontentos novohispanos a replantear sus objetivos y buscar nuevas vías para alcanzarlos. Aprendieron cuán importante era actuar en secreto y bien organizados (…) La insurgencia les ofrecía dos caminos: romper abiertamente con el régimen colonial o luchar contra el régimen desde el centro mismo del poder colonial. Quienes escogieron esta segunda vía encontraron nuevas formas para el desarrollo de su actividad política, entre ellas organizar un grupo secreto bien estructurado y con objetivos bien definidos (…).

Fueron dos las asociaciones secretas aparecidas en el virreinato: la conocida con el nombre de Los Guadalupes, que surgió en la ciudad de México, y la derivada de la Sociedad de los Caballeros Racionales de Cádiz, que se organizó en Jalapa. Ambas surgieron a poco de haberse iniciado la insurgencia y estuvieron directamente vinculados con este movimiento. Después aparecieron otras asociaciones, sin vinculación directa con la lucha armada, y relacionadas todas de una u otra manera con la masonería.



Los Guadalupes. Surge, después de lo ocurrido en 1808, después del golpe de Estado, se comenzó a pasar de la simple crítica al sistema a precisar objetivos y a buscar vías de acción para alcanzarlos. Organizaron diversas tertulias, que permitían  a sus integrantes reunirse con cierta periodicidad y sin llamar la atención.

Fueron varias las líneas de acción que se trazó el grupo, como: envío y recepción de información, envío de personas, sobre todo abogados para apoyar en tareas concretas, envío de imprentas e impresores, que permitió a los insurgentes tener a su alcance un medio de difusión y defensa.

A partir de septiembre de 1812, el grupo fijó su atención en Morelos, proporcionándole información que le hacían llegar mediante cartas. Varios de sus integrantes tomaron parte en procesos electorales que brindaban la posibilidad de ejercer una acción directa a nivel local o regional, así participaron en 1813 en el proceso electoral para designar el Ayuntamiento Constitucional. Ésta opción insurgente acabó por desaparecer después de la prisión y muerte de Morelos a fines de 1815.



La sociedad de Jalapa. En la Sociedad de los Caballeros Racionales, surgida en Cádiz, fueron iniciados varios novohispanos, entre ellos Servando Teresa de Mier y Vicente Vázquez Acuña, éste último había sido remitido a España en 1809 por escribir pasquines sediciosos y por haber promovido una sublevación capitalina para que se coronara uno de los indios gobernadores, entró en la logia en septiembre de 1811 y poco tiempo después se le encomendó pasar a la Nueva España.

A principios de 1812, Vázquez Acuña se encontraba ya en Jalapa y forma una sociedad cuyos integrantes debían ser decentes y honrados. Los juramentos exigidos a los iniciados fueron: defender la religión católica, no admitir dominación extranjera alguna, evitar la efusión de sangre y guardar el secreto, ya que de no hacerlo, el puñal o el veneno pondrían fin a la existencia del traidor. Además de la ceremonia de iniciación, la sociedad contó con gestos o símbolos para el reconocimiento de sus integrantes, que fueron los mismos que utilizaba la logia de los Caballeros Racionales establecida en Cádiz.

Durante el breve periodo que funcionó la sociedad de Jalapa, de febrero a mayo de 1812, la mayor parte de sus energías se empleó en organizarla y en reclutar nuevos miembros. Sin embargo, sus integrantes alcanzaron a planear y a llevar a cabo algunas actividades concretas, casi todas ellas a favor de los insurgentes que merodeaban por los alrededores de Jalapa. Así, algunos socios les enviaron armas, pólvora, piedras de lumbre y cartuchos. Varios de sus miembros fueron acusados de actividades sospechosas, lo cual hizo que muchos suspendieran sus trabajos o se fugaran de la ciudad, otros más pasaron a unirse al movimiento insurgente.



Masonería novohispana. En lo que respecta a la masonería novohispana, su aparición fue un tanto lenta y no se consolidó sino hasta que se estableció el régimen constitucional en 1820. A partir de entonces su presencia comenzó a notarse cada vez más, como ocurrió en la capital novohispana con la destitución del virrey Juan Ruiz de Apodaca, la que fue organizada por varios oficiales realistas que pertenecían a la masonería.

Si bien las primeras sociedades secretas novohispanas no lograron del todo sus objetivos, en especial en el caso de la sociedad de Jalapa, las experiencias adquiridas no dejaron de resultar altamente enriquecedoras. A partir de ellas, esta nueva modalidad se iría refinando y adaptando a las nuevas circunstancias novohispanas hasta convertirse, una vez que la masonería se estableció formalmente, en la forma de organización política más poderosa y más eficiente que conociera el nuevo país durante sus primeros años de vida independiente.


De la reforma a la revolución16



En el año de 1808 una serie de sucesos, inusitados en la historia de los reinos hispánicos, manifestaba la debilidad del imperio y, a la vez abría la posibilidad de cambios. El mes de marzo, las tropas de Napoleón entraban incontenibles en España. Carlos IV se apresuraba a abdicar la corona a favor de su hijo Fernando. Pero en abril, tanto éste como su padre emprendían el viaje a la frontera francesa para ganarse la corona a cambio de favorecer a Napoleón. 

La cabeza del imperio más grande de la cristiandad parecía haber renunciado a su dignidad y a su orgullo. El 2 de mayo, el pueblo español, abandonado por sus reyes, asume la iniciativa y en las calles de Madrid inicia la resistencia contra los invasores. (…) Los ciudadanos libres, en todas las regiones de la Península, forman juntas provisionales para guardar la soberanía en ausencia del monarca y liberar el país de los franceses.

¿Y en América? (…) Se hace sentir un enorme vacío que inquieta todas las conciencias, ¿a quién debe obediencia ahora el novohispano? En Nueva España dos partidos antagónicos dan diferentes respuestas. El primero tiene su portavoz en la Real Audiencia y recibe el apoyo firme de los funcionarios y grandes comerciantes de origen europeo. Para ella la sociedad entera debe quedar fija, sin admitir ningún cambio, mientras el heredero legítimo de la Corona ocupe de nuevo el trono. El gobierno del país se hará con la simple aplicación de los reglamentos vigentes. El país entero debe quedar en suspenso, manejado por la alta burocracia, que conserva la representación del rey. (…) De ese modo, el partido europeo pretende detener la posibilidad de cualquier cambio.

La otra respuesta se manifiesta (…) en el ayuntamiento de la ciudad de México: Dirigido por dos letrados criollos; Francisco Primo de Verdad y Francisco de Azcárate, y apoyado por Jacobo de Villaurrutia, terrateniente y único oidor criollo, el ayuntamiento percibe el cambio de la situación y comprende que por fin se ha abierto la posibilidad de lograr reformas políticas (…)

Algunos representantes del ayuntamiento y el oidor Villaurrutia, proponen la necesidad de que el virrey convoque a un “congreso” destinado a gobernar al país en ausencia del monarca y a guardar el reino para Fernando. Todos los del partido criollo parecen reconocer que la representación de la soberanía recae en los cuerpos constituidos.

El ayuntamiento de México, por conducto del licenciado Primo de Verdad, tenía otra idea del “congreso”, argumentando que: puesto que la verdadera representación popular se encuentra en los ayuntamientos, por lo tanto, la junta que se planea deberá estar constituida fundamentalmente “de diputados de todos los cabildos, seculares y eclesiásticos, y otros grupos sociales y autoridades superiores de gobierno. El “congreso” se concibe así como una ampliación en el plano nacional de la representación popular que ostentan los ayuntamientos. Así, la clase media, que domina todos los cabildos, ve por primera vez abierta una oportunidad de participar activamente en la vida política del país. Y la idea del “congreso” se convierte en el instrumento político principal que buscará esa clase media para lograr su parte de poder.

Así, dentro del mismo partido criollo, los dos proyectos, el de Villaurrutia y el de Primo de Verdad, respondían a intereses de grupos sociales distintos, cuyas divergencias se harían presentes más tarde. En las reuniones celebradas, el partido de las reformas parece estar en mayoría y contar con el apoyo del propio virrey. Sin embargo, una parte numerosa de los representantes de la oligarquía criolla se mostraba temerosa y vacilante. Les agradaba la creación de un organismo donde podrían tener una voz decisiva frente a la política de la Corona que tantos agravios les había causado; pero temían que las ideas se radicalizaran y que nacieran fuerzas subversivas.

 En efecto, fácil era prever que de las ideas moderadas del ayuntamiento pudiera llegarse a otras más peligrosas, como lo ilustran los escritos del fraile mercedario Melchor de Talamantes. Adelantándose a los letrados del cabildo, Talamantes ve en el congreso propuesto el primer paso hacia la independencia. Además, consideraba que la ausencia del monarca dejaba en libertad a la nación para constituirse de nuevo a sí misma. En sus Advertencias reservadas señala que “aproximándose ya el tiempo de la independencia de este reino, debe procurarse que el congreso que se forme lleve en sí mismo las semillas de esa independencia sólida, durable y que pueda sostenerse sin dificultad y sin efusión de sangre”. En rigor no era la proposición del ayuntamiento la que inquietaba a los más conservadores, sino lo que ella anunciaba.

En una de las reuniones convocadas por el virrey, una sombra se proyecta por primera vez entre los congregados. Después, de que el licenciado Primo de Verdad terminó su discurso donde sostuvo que la soberanía había recaído en el “pueblo”, (…) la confusión fue general. Al través de los intentos de reforma, empieza a temerse la intervención de otras clases sociales. Algunos escriben que los indios ya no quieren pagar tributo y el propio Iturrigaray observa con alarma que empieza a hablarse de “independencia” y aun de “república”. Un día ante en el ayuntamiento de México, se presentó un indio que por ser descendiente de Moctezuma reclamaba el trono de sus mayores.

El partido europeo encuentra en esos signos la mejor justificación para detener cualquier reforma. Los hacendados y el alto clero temen dar un paso que podría hacer intervenir al “pueblo” real, no al que se suponía que representaban los criollo letrados. La situación tenía que hacer crisis. El 15 de septiembre de 1808 un grupo de conspiradores, dirigidos por Gabriel de Yermo, rico hacendado español, y secundado por dependientes de las grandes casas de comercio, da un golpe de estado. Prenden y destituyen al virrey Iturrigaray y convocan a la Real Audiencia, que nombra nuevo virrey a Pedro Garibay. En espera del regreso del rey Fernando, reconoce a la Junta Central de España y suspende todos los proyectos de reforma.

Desde ese momento, la Real Audiencia gobernará con mano fuerte; Primo de Verdad, Azcárate y Talamantes, son conducidos a prisión; Jacobo de Villaurrutia, enviado al destierro; un tribunal especial se encargó de juzgar a los disidentes, y somete a muchos criollos sospechosos a humillantes procesos.

Después de unos meses de gobierno de Garibay, la Junta Central de España ordena su sustitución por el arzobispo Francisco de Lizana, tal vez con el objeto de suavizar la represión. Lizana trata con suavidad a los criollos, evita persecuciones e intenta apaciguar los ánimos. Todo ello desagrada al partido europeo y conspiran de nuevo contra el arzobispo-virrey, y logran su destitución en enero de 1810. Su sustituto, Francisco Javier Venegas, llega el 25 de agosto; mientras, la Real Audiencia gobierna de nuevo con mano fuerte.

Estos acontecimientos y el cortar de raíz todo intento de reforma, tienen un efecto contrario: obligan a radicalizar la actitud de los criollos. Es evidente que el orden existente no puede sostenerse dentro de la estructura jurídica tradicional. (…) Desde entonces se agudiza también, en pasquines y folletos, la oposición ya antigua entre “criollos” y “gachupines”. El movimiento iniciado por el ayuntamiento de México continúa durante esos meses. Pero ahora cada vez son más numerosos los que creen que las vías de reforma están cerradas, y que precisa acudir a medios violentos. Los principios son los mismos manejados por el partido criollo en 1808.

En septiembre de 1810 se descubre la conjura de Valladolid, encabezada por el capitán José María García Obeso y don José Mariano Michelena, en la que figuraban varios oficiales criollos y miembros del bajo clero. Su plan consistía en juntar un congreso, formado por vocales de las villas, que guardara en depósito la soberanía real, para ganar a los campesinos a su causa prometían la abolición del impuesto per cápita sobre los indios. Presos los conjurados y sometidos a proceso, son puestos en libertad por la intervención del conciliador Lizana, entonces aún virrey. Pero la conjura de Valladolid había logrado establecer contactos en otras ciudades, entre ellas Querétaro, donde se fraguaba otro complot semejante.

En los primeros meses de 1810 empiezan a llegar noticias que de nuevo inquietan a la sociedad novohispana. Primero la ocupación por las tropas francesas de la mayor parte del territorio español, y luego la insurrección en varias ciudades de América del Sur. Los ayuntamientos sirven de portavoces a los criollos; en algunos, logran constituir juntas gubernativas semejantes a la que proponía el cabildo de México: en abril se forma la junta de Caracas, en mayo, la de Buenos Aires, en julio, la de Santa Fe de Bogotá, y la última, la de Quito.

Pero en Nueva España la situación es distinta, la represión contra los intentos de reforma, obliga a los reformistas de clase media a aliarse con las clases trabajadores, recurso que en años pasados parecía innecesario, esto daría al nuevo intento de independencia un sesgo diferente al de las demás colonias americanas.

Este proceso aparece claro en la conspiración de Querétaro. Aquí se reúnen regularmente varios criollos. Los más importantes son Miguel Hidalgo y Costilla, eclesiástico ilustrado, prototipo del “letrado”, ex rector del Colegio de San Nicolás de Valladolid, quien gozaba de gran prestigio intelectual; Ignacio Allende, oficial y pequeño propietario de tierras; y Juan Aldama, oficial también, hijo del administrador de una pequeña industria. Hidalgo y Allende habían aceptado un plan, tramado en México, para formar una junta “compuesta de regidores, abogados, eclesiástico y demás clases”.
Pero la conspiración de Querétaro es descubierta. En ese momento sólo queda un recurso. La decisión la toma Hidalgo: la noche del 15 de septiembre, en la villa de Dolores, de la que es párroco, llama en auxilio a todo el pueblo, libera a los presos y se hace de las armas de la pequeña guarnición local. El movimiento había dado un vuelco. La insurrección ya no se restringe a los criollos letrados. A la voz del cura ilustrado, estalla súbitamente la cólera contenida de los oprimidos. La primera gran revolución popular de la América hispana se había iniciado


16 Tomado de Luis Villoro, La revolución de independencia, en Historia General de México, El Colegio de México, Versión 2000,  pp. 498-504.

13 Silvio Zavala. Apuntes de historia nacional, SEP-Diana, México, 1992,  p.10.
14 Agustín Cue Cánovas, Op. Cit., pp. 183-187.
15 Tomado de Virginia Guedea, La crisis imperial española; las sociedades secretas, en Gran Historia de México, ilustrada tomo III, El nacimiento de México 1750-1856, Coordinadora General Josefina Zoraida Vázquez, Planeta De Agostini, CONACULTA-INAH, España 2006, pp. 75-80.


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