miércoles, 5 de octubre de 2011

LECTURA No. 11 SEGUNDO AÑO

LEE Y REALIZA UN MAPA CONCEPTUAL


Guerra de Independencia



LECTURA 10.  Primera fase del movimiento insurgente17

Al ser descubierta la conspiración, Hidalgo decidió acelerar los acontecimientos. En la media noche entre los días 15 y 16 de septiembre de 1810, Hidalgo se reunió con Allende y Aldama, para comunicarles su decisión de iniciar el movimiento revolucionario. Con 10 hombres armados, los tres dirigentes se encaminaron a la cárcel para liberar a los reos, con lo que aumentó el grupo, al que se sumó luego un buen número de los hombres del pueblo, quienes acompañaron a los jefes rebeldes a realizar la aprehensión de los vecinos españoles. En la madrugada del domingo 16, Hidalgo llamó a misa, más temprano que de costumbre, y una vez congregado un buen número de personas que regularmente asistía los domingos a la parroquia de Dolores, dirigió una proclama en la que, de acuerdo con la tradición historiográfica, expresó:



Mis amigos y compatriotas: no existen ya para nosotros ni el rey ni los tributos; esta gabela vergonzosa, que sólo conviene a los esclavos, la hemos sobrellevado hace tres siglos como signo de tiranía y servidumbre; terrible mancha que sabremos lavar con nuestros esfuerzos. Llegó el momento de nuestra emancipación; ha sonado la hora de nuestra libertad; y si conocéis su gran valor, me ayudaréis a defenderla de la garra ambiciosa de los tiranos. Pocas horas faltan para que me veáis marchar a la cabeza de los hombres que se precian de ser libres. Os invito a cumplir con vuestro deber.



Aquel momento ha sido relatado y escenificado un sinnúmero de veces, sobre todo, el instante en que Hidalgo pronunciara el “grito” que pasaría a la historia como el comienzo de la Independencia mexicana. Existen varias versiones sobre las palabras expresadas por el cura de Dolores en esa circunstancia particular, pero la más cercana a la realidad pudiera ser la siguiente, que se supone Hidalgo pronunciara:



       ¡Viva la religión. Viva nuestra madre santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII y muera el mal gobierno!



    Estas palabras concuerdan con los propósitos de los conspiradores de Querétaro, (…), es decir buscaban aprovechar la ausencia de Fernando VII para despojar a los peninsulares de los cargos público y establecer luego juntas gubernativas provisionales integradas por criollos, mientras se resolvía la crisis política en la metrópoli y regresaba el monarca de su cautiverio. (…)

El primer contingente rebelde formado en dolores estaba compuesto por cerca de seiscientos campesinos provistos de picos, machetes y azadas, y también por los militares al mando de Allende y Aldama, quienes constituían la única fracción disciplinada del movimiento rebelde. Conforme avanzaban, (…) grandes masas de trabajadores se fueron sumando espontáneamente a la rebelión, con la esperanza de acabar con la opresión de que habían sido objeto durante tres siglos de dominación colonial. Esta circunstancia convirtió el movimiento, (…), en una verdadera revolución popular, integrada por una tuba frenética e incontrolable en muchos momentos, sobre todo cuando, al ser tomada una población, las masas enardecidas se dedicaban al pillaje y al saqueo.

Tras la toma de Celaya, los caudillos principales nombraron a Hidalgo capitán general, otorgándole el título de “generalísimo”; (…) así quedaba con rango superior a Allende, a quien se designó teniente general, no obstante ser éste el conocedor de tácticas y disciplina militares.. De ahí partió el ejército insurgente hacia Guanajuato, en ese lugar se unieron al contingente los trabajadores de las minas y miles de indios de los lugares cercanos, estaba por consumarse uno de los actos más violentos protagonizado por movimiento revolucionario. El intendente Juan Antonio Riaño había decidido resistir el empuje de los rebeldes y, junto con las familias españolas de la ciudad, se refugió en un sólido edificio recién construido que estaba destinado a usarse como alhóndiga; la horda incontenible logró penetrar a aquélla improvisada fortaleza que fue tomada después de consumarse una terrible matanza de los 200 soldados realistas y 105 españoles que ahí se habían refugiado.

Este hecho preocupó seriamente a los oficiales criollos, algunos de los cuales abandonaron el movimiento por considerar se había convertido éste en una insurrección popular muy alejada de los propósitos iniciales. En tanto, Allende comenzó a manifestar su disgusto contra los saqueos y asesinatos de españoles realizados por la tuba y permitidos por Hidalgo, generándose un distanciamiento entre ambos dirigentes.

De Guanajuato, los insurgentes partieron hacia Valladolid, capital de la provincia de Michoacán, donde ya el obispo Manuel Abad y Queipo había decretado la excomunión contra Hidalgo y sus seguidores. La ciudad fue tomada sin resistencia el 18 de octubre, un día después, por disposición de Hidalgo se publica un decreto aboliendo la esclavitud, mostrando el enfoque social hacia el que se había orientado el movimiento encabezado por Hidalgo. De ahí en adelante, conforme avanzaban las fuerzas insurgentes, era abolida toda forma de esclavitud con base en la idea de que “todos los americanos debían ser iguales y no debía existir distinción de castas”, y se decretaban severas penas contra quienes mantuvieran personas en condición de esclavos.

A fines de octubre, los insurgentes derrotaron a los realistas en el Monte de las Cruces, cerca de la ciudad de México, pero Hidalgo desistió de acercarse más a la capital y ordenó el regreso con rumbo a El Bajío. En Aculco, las fuerzas rebeldes fueron derrotadas por el ejército virreinal al mando de Félix María Calleja, y esto obligó a Hidalgo a huir a Valladolid, mientras que Allende se encaminaba a refugiarse en Guanajuato. No obstante, la rebelión se había extendido a otras regiones del país: Coahuila, Nuevo león, Tamaulipas y Texas. En el sur, el cura José María Morelos se levantó en armas, mientras en la intendencia de Guadalajara, José Antonio Torres tomaba la plaza preparando el camino para que las fuerzas de Hidalgo entraran a esa importante ciudad.

En Guadalajara, Hidalgo constituyó el primer gobierno insurgente y promulgó un decreto por el cual declaraba abolida la esclavitud en todo el país y eliminaba los monopolios estatales en la producción y venta de tabaco y vino, además de reducir el monto de las alcabalas.

En los días subsecuentes, Hidalgo dictó nuevas disposiciones: derogó los tributos y ordenó la restitución de las tierras a los indígenas, con la prohibición de volverlas a dar en arriendo; nombró ministros y oidores; designó un representante diplomático ante el gobierno de Estados Unidos y ordenó la edición de un periódico, El Despertador Americano, con el fin de difundir el espíritu libertario de la revolución y, con ello ganarse adeptos entre los criollos liberales que permanecían en el bando realista, o bien atraer de nuevo a aquellos que habían abandonado el movimientos.

Sin embargo, las diferencias entre Hidalgo y allende se fueron acentuando, debido principalmente al enfoque social que el cura de Dolores imprimía al movimiento, Allende se había esforzado por organizar un movimiento ordenado, dirigido por los oficiales criollos, conducido por un camino legal mediante juntas gubernativas y cortes legislativas que, desconociendo al gobierno impuesto por Napoleón, se manejaran de manera autónoma mientras se restituía la monarquía española. Por ello, fue grande el disgusto de Allende cuando Hidalgo, empezó a dar muestras claras de rechazo hacia la idea de enaltecer la figura de Fernando VII. (…) Muchos criollos mostraban temor ante el rumbo por el que Hidalgo encaminaba la rebelión.

Los acontecimientos se fueron mostrando desfavorables para la revolución, y el 17 de enero de 1811, las fuerzas de Hidalgo sufrieron una gran derrota en Puente Calderón, cerca de Guadalajara, las fuerzas insurgentes, severamente disminuidas, se encaminaron hacia el norte y, en el trayecto, los militares encabezados por Allende destituyeron a Hidalgo y ocuparon el mando de las tropas, y continuaron por Zacatecas y Saltillo, después se dirigieron hacia el noroeste con la posibilidad de acudir a Estados unidos en busca de apoyo y ayuda material para reiniciar la guerra.

Al pasar por un lugar denominado Acatita de Baján, fueron sorprendidos por una emboscada y atacados sin tener oportunidad de defenderse; cientos de ellos fueron hechos prisioneros y los dirigentes (Allende, Aldama y Jiménez) conducidos a Chihuahua, y más tarde fusilados. Hidalgo fue sometido a un proceso religioso, por el cual se le degradó de su carácter sacerdotal, y a un juicio civil que decretó su fusilamiento. Concluía de esta manera la primera fase de la insurgencia; a pesar de aquel fracaso, la rebelión popular de Hidalgo había preparado el camino a otros que lucharían por la libertad de la América Mexicana.





Decreto de Hidalgo
Ordenando la devolución de las tierras a los pueblos indígenas
6 de diciembre de 1810
Miguel Hidalgo y Costilla
Por el presente mando a los jueces y justicias del distrito de esta capital, que inmediatamente procedan a la recaudación de las rentas vencidas hasta el día, por los arrendatarios de las tierras pertenecientes a las comunidades de los naturales, para que enterándolas en la Caja Nacional se entreguen a los referidos naturales las tierras para su cultivo, sin que para lo sucesivo puedan arrendarse, pues es mi voluntad que su goce sea únicamente de los naturales en sus respectivos pueblos.
Dado en mi cuartel General de Guadalajara, a 5 de diciembre de 1810
Miguel Hidalgo, Generalísimo de América
Por mandato de Su Alteza
Lic. Ignacio López Rayón




DECRETO DE HIDALGO
Contra la esclavitud, las gabelas y el papel sellado18
6 de diciembre de 1810
Miguel Hidalgo y Costilla
Don Miguel Hidalgo y Costilla, Generalísimo de América, etcétera.
Desde el feliz momento en que la valerosa nación americana tomó las armas para sacudir el pesado yugo que por espacio de tres siglos la tenía oprimida, uno de sus principales objetos fue exterminar tantas gabelas, con que no se podía adelantar su fortuna; más como en las críticas circunstancias del día no se pueden dictar las providencias adecuadas a aquel fin, por la necesidad de reales que tiene el reino para los costos de la guerra, se atiende por ahora a poner el remedio en lo más urgente por las declaraciones siguientes:
1º. Que todos los dueños de esclavos deberán darles libertad, dentro del término de diez días, so pena de muerte, la que se les aplicará por transgresión de este artículo.
2º. Que cese para lo sucesivo la contribución de tributos, respecto de las castas que lo pagaban y toda exacción que a los indios se les exija.
3º. Que en todos los negocios judiciales, documentos, escrituras y actuaciones, se haga uso de papel común quedando abolido el del sellado.
4º. Que todo aquel que tenga instrucción en el beneficio de la pólvora, pueda labrarla, sin más obligación que la de preferir al gobierno en las ventas para el uso de sus ejércitos, quedando igualmente libres todos los simples de que se compone.
Y para que llegue a noticia de todos y tenga su debido cumplimiento, mando se publique por bando en esta capital y demás villas y lugares conquistados, remitiéndose el competente número de ejemplares a los tribunales, jueces y demás personas a quienes corresponda su cumplimiento y observancia.
Dado en la Ciudad de Guadalajara, a 6 de diciembre de 1810
Miguel Hidalgo, generalísimo de América
Por mandato de Su Alteza
Lic. Ignacio López Rayón






Carta de excomunión a Hidalgo19 (fragmento)
“(…) SEA MALDITO en vida y muerte. Sea maldito en todas las facultades de su cuerpo. Sea maldito comiendo y bebiendo, hambriento, sediento, ayunando, durmiendo, sentado, parado, trabajando o descansando y sangrando. Sea maldito interior y exteriormente; sea maldito en su pelo, sea maldito en su cerebro y en sus vértebras, en sus sienes, en sus mejillas, en sus mandíbulas, en su nariz, en sus dientes y muelas, en sus hombros, en sus manos y en sus dedos. Sea condenado en su boca, en su pecho, en su corazón, en sus entrañas y hasta en su mismo estómago. Sea maldito en sus riñones, en sus ingles, en sus muslos, en sus genitales, en sus caderas, en sus piernas, sus pies y uñas. Sea maldito en todas sus coyunturas y articulaciones de todos sus miembros; desde la corona de su cabeza hasta la planta de sus pies, no tenga un punto bueno. Que el hijo de Dios viviente con toda su majestad, le maldiga, y que los cielos de todos los poderes que los mueven, se levanten contra él, le maldigan y le condenen, a menos que se arrepienta y haga penitencia. Amén, así sea, Amén.”




LECTURA 11.  Segunda fase del movimiento insurgente20

Tras la muerte de los primeros caudillos insurgentes, tomó la dirección del movimiento Ignacio López Rayón, quién decidió crear una junta de gobierno con el propósito de organizar un mando central que reuniera a las fuerzas rebeldes. Así el 19 de agosto de 1811 fue creada en Zitácuaro, Michoacán, la “Suprema Junta Gubernativa de América”, encabezada por López Rayón, a la que se integró José María Liceaga y Morelos, y con la que colaborara la organización secreta de Los Guadalupes.

(…) Cuando López Rayón creó la Junta de Zitácuaro, Morelos ya había realizado con éxito su primera campaña militar, al norte del actual estado de Guerrero, a la que siguieron otras campañas en las cuales demostró sus grandes dotes de estratega, al tomar varias plazas importantes, constituyéndose en un enemigo mucho más temible de lo que suponían los jefes realistas.

La participación de Morelos en el movimiento insurgente no fue sólo de índole militar; cumplió, además, un importante papel político, al crear el Congreso Supremo Nacional que proclamó la completa soberanía e independencia total de la “América Mexicana” y formular, en 1814, la Constitución de Apatzingán, el primer cuerpo de estatutos de clara tendencia liberal, en el que se proponía un gobierno republicano y se aprobaba una serie de medidas sociales y económicas manifiestamente anti-feudales, inspiradas en la Constitución francesa y, sobre todo, en el código que los liberales de España habían formulado en Cádiz en 1812.

El 28 de junio de 1813, Morelos expidió en Acapulco un decreto en el que convocaba para septiembre de ese año un congreso a celebrarse en Chilpancingo y cuyo propósito sería el de crear un gobierno independiente. A pesar de que López Rayón consideraba que el congreso debía efectuarse al año siguiente. Morelos apresuró la convocatoria ante la necesidad de fortalecer y centralizar el movimiento para superar la anarquía entre los insurgentes, resultante de la carencia de un programa general que permitiera resistir el empuje cada vez más activo de las fuerzas realistas.

El Congreso de Chilpancingo, proclamado como Supremo Congreso Nacional, se instaló el 14 de septiembre de 1813, y ese mismo día, Morelos dio a conocer a la Asamblea un programa al que tituló Sentimientos de la Nación, en el cual, aparte de declarar la independencia y soberanía de la América Mexicana y establecer un gobierno de representación popular con la división de poderes, prohibía para siempre la esclavitud, así como la división de la población en castas; sustituía los tributos por el impuesto único de cinco por ciento sobre las ganancias de cada individuo; decretaba que los empleos debían estar sólo en manos de americanos, y no se admitirían extranjeros, a menos que fuesen artesanos capaces de instruir. Declaraba que habrían de promulgarse leyes que comprendieran a todos sin excepción, destinadas a moderar la opulencia de los ricos y la indigencia de los pobres, para mejorar sus costumbres y alejarlos de la ignorancia. Promulgaba además la apertura de los puertos a las naciones extranjeras amigas, y exhortaba a honrar la memoria de Hidalgo y a conmemorar solemnemente cada año el 16 de septiembre.

El Congreso nombró a Morelos Generalísimo de los Ejércitos Insurgentes, y puso en sus manos el poder ejecutivo, con lo cual se fortaleció el ala democrática del movimiento que optaba por la independencia total y el establecimiento del régimen republicano, a la que se oponía el ala moderada agrupada en torno a López Rayón, quien seguía considerando necesario reconocer a Fernando VII, pues suponía que de esa manera el movimiento tendría el apoyo de los criollos europeos. Morelos y sus partidarios lograron imponerse, y el 6 de noviembre de 1813 los miembros del Congreso proclamaron la completa soberanía e independencia de la América Mexicana.

Al año siguiente, el 22 de octubre, el Congreso, reunido en la ciudad de Apatzingán a causa de la persecución de las tropas de Calleja, promulgó la primera Constitución de México, titulada Decreto constitucional para la libertad de la América Mexicana. Se basaba en los principios de la Constitución de Cádiz, aunque un tanto modificados, pues, a diferencia de la española, la de Apatzingán preveía la instauración del régimen republicano de gobierno y no sólo defendía el principio de la soberanía popular, sino también el derecho del pueblo a cambiar al gobierno según su voluntad. Se proclamaba la división de poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, considerando como órgano supremo al Congreso, compuesto por los diputados de las provincias, con facultades legislativas, políticas y administrativas, entre las cuales estaba la de nombrar a los miembros del Gobierno (ejecutivo) que debía estar formado por tres personas, alternándose éstas en la Presidencia cada cuatro meses, y del Supremo Tribunal de Justicia (Judicial) constituido por cinco personas. Se decretaba a la religión católica como única, y proclamaba asimismo la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, la libertad de palabra y de prensa y la inviolabilidad del domicilio.

Pero la Constitución de Apatzingán  se inspiró más en el modelo liberal-democrático de la constitución francesa y española, que en las ideas sociales y políticas de Morelos formuladas en el documento titulado Sentimientos de la Nación. Además de no proponer medidas para “moderar la opulencia de los ricos  y la indigencia de los pobres”, punto central del pensamiento de Morelos, al depositar el Poder Ejecutivo en tres personas en vez de una sola, la Constitución de 1814 propiciaba la anarquía del movimiento insurgente que Morelos había tratado de evitar y limitaba su papel como líder revolucionario, entorpeciendo su acción militar y política. Precisamente, por tratar Morelos de proteger a los miembros del Congreso y facilitar su huida, cayó en poder de las fuerzas realistas, en noviembre de 1815. Sometido a un doble proceso, eclesiástico y civil, Morelos fue condenado a muerte y fusilado el 22 de diciembre de ese mismo año.



LECTURA 12. Sentimientos de la Nación21

  1. Que la América es libre e independiente de España y de toda otra Nación, Gobierno o Monarquía, y que así se sancione, dando al mundo las razones.
  2. Que la Religión católica sea la única, sin tolerancia de otras.
  3. Que todos sus ministros se sustentan de todos y solos los diezmos y primicias, y el pueblo no tenga que pagar más obvenciones que las de su devoción y ofrenda.
  4. Que el dogma sea sostenido por la jerarquía de la Iglesia, que son el Papa, los Obispos y los Curas, porque se debe arrancar toda planta que Dios no plantó.

5. La soberanía dimana inmediatamente del Pueblo, que sólo quiere depositarla en sus              representantes dividiendo los poderes de ella en Legislativo, Ejecutivo y Judicial, eligiendo las Provincias sus vocales y éstos a los demás, que deben ser sujetos sabios y de probidad.

9.       Que los empleos los obtengan sólo los americanos.

10.    Que no se admitan extranjeros, si no son artesanos capaces de instruir y libres de toda sospecha.

11.    Que la patria no será del todo libre y nuestra, mientras no se reforme el gobierno, abatiendo al tiránico, substituyendo el liberal y echando fuera de nuestro suelo al enemigo español que tanto se ha declarado contra esta Nación.

12.    Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, aleje la ignorancia, la rapiña y el hurto.

15.    Que la esclavitud se prescriba para siempre, y lo mismo la distinción de castas, quedando todos iguales, y sólo distinguirá a un americano de otro, el vicio y la virtud.

16.    Que nuestros puertos se franqueen a las naciones extranjeras amigas (…).

17.    Que a cada uno se el guárdenlas propiedades y respetos en su casa como en un asilo sagrado señalando penas a los infractores.

18.    Que en la nueva legislación no se admita la tortura.

19.    Que en la misma se establezca por la ley Constitucional la celebración del día 12 de diciembre en todos los pueblos, dedicado a la patrona de nuestra libertad, María Santísima de Guadalupe, encargando a todos los pueblos la devoción mensual.

22.     Que se quite la infinidad de tributos, pechos e imposiciones que más agobian, y se señale a cada individuo un cinco por ciento en sus ganancias, u otra carga igual ligera, que no oprima tanto como la alcabala, el estanco, el tributo y otros, pues con esta corta contribución, y la buena administración de los bienes confiscados al enemigo, podrá llevarse el peso de la guerra y honorarios de empleados.

23.    Que igualmente se solemnice el día 16 de septiembre todos los años, como el día aniversario en que se levantó la voz de la independencia y nuestra santa libertad comenzó, pues en ese día fue en el que se abrieron los labios de la Nación para reclamar sus derechos y empuñó la espada para ser oída, recordando siempre el mérito del gran héroe el señor don Miguel Hidalgo y Costilla y su compañero, don Ignacio Allende.



LECTURA 13.  Ultima fase del movimiento insurgente22

A la muerte de Morelos, dio comienzo la etapa de decadencia del movimiento insurgente, que fue dividido en varias facciones. Nicolás bravo se puso al frente del resto de la tropa de Morelos, pero los miembros del Congreso los destituyeron del mando militar, a lo cual respondió más tarde el general Manuel Mier y Terán disolviendo el Congreso. De ahí en adelante la insurgencia se caracterizó por una lucha de resistencia, en la que predominó la guerra de guerrillas, destacando tan sólo la participación de Francisco Javier Mina –revolucionario liberal español que se adhirió a la causa independentista de México y realizó una campaña de corta duración, pues, en poco tiempo, Mina fue derrotado por los realistas y fusilado-, y las campañas de Vicente Guerrero, quien todavía hacia 1820 se mantenía en pie de lucha en la región sur, cuando el movimiento insurgente estaba casi sofocado en todo el país.

En ese mismo año, un nuevo cambio de rumbo en la política de la metrópoli habría de ocasionar que la Independencia de México se consumara de forma muy distinta a como la planearan los criollos americanos. En el mes de marzo, una sublevación liberal en España obligó a Fernando VII a restaurar la Constitución de Cádiz, y esto colocó a las autoridades virreinales en una situación de aislamiento (…).

La restauración de la Constitución de Cádiz era particularmente grave para la iglesia pues se anunciaban nuevas medidas contra ella al volver a reunirse en España las Cortes, tras el triunfo de la sublevación liberal; tales medidas eran: la expulsión de los jesuitas que habían regresado a España y sus dominios; la abolición de los fueros eclesiásticos; la supresión de conventos y órdenes monásticas así como la venta de sus bienes; y la reducción de los diezmos a la mitad. Además, los miembros del alto clero que habían apoyado en 1814 el golpe absolutista de Fernando VII temían represalias en su contra.

La situación inquietó a los funcionarios peninsulares ante la posibilidad de un movimiento encabezado por el clero y respaldado por los miembros de la alta sociedad novohispana, por lo que algunos funcionarios, decididos a desconocer la Constitución, llevaron a cabo juntas clandestinas en el templo de La profesa, en la ciudad de México, encabezadas por Matías Monteagudo, rector de la Universidad de México y antiguo inquisidor.

Pero la conjura de la profesa no era la única; por todas partes se hacían juntas clandestinas y, aunque existían diversas posiciones sobre el sistema de gobierno a seguir, se estaba generalizando entre los peninsulares y criollos europeos la idea de proclamar la independencia a fin de evitar que el régimen liberal español afectara sus intereses y les privara de sus privilegios. Agustín de Iturbide fue el escogido para llevar a cabo los planes de los nuevos interesados en separarse de la metrópoli. Este personaje, nacido en la michoacana Valladolid, en 1783, era un oficial militar criollo del bando realista, que en las luchas contra los insurgentes había destacado por su dureza y cuyas tendencias antiliberales le convertían en el candidato ideal para los propósitos de la aristocracia peninsular, Iturbide era uno de los criollos contrarios a la restauración del régimen constitucional que se habían mostrado a favor de la Independencia, por lo que, ante los ojos de los conspiradores de La Profesa, resultaba la persona más indicada para encabezar un levantamiento militar contra las autoridades de la metrópoli.

Como primer paso, debía suprimir por completo al movimiento insurgente, representado ya sólo por Vicente Guerrero, quien dirigía unas tropas acantonadas en la región del río Balsas. Pero Iturbide prefirió atraerlo a su lado, en vez de continuar una lucha que podría prolongarse demasiado. En un principio, el jefe insurgente se negó, pero acabó creyendo que Iturbide estaba sinceramente interesado en la independencia, sin sospechar qué había detrás del repentino cambio del antiguo realista. Los dos ejércitos, antes rivales, se unieron bajo una sola bandera, a la que llamaron “Trigarante”, porque representaba para México la promesa de tres garantías: Religión, Independencia, Unión.

Plan de Iguala

En febrero de 1821 el nuevo “libertador” dio a conocer en Iguala el plan por el que se proclamaba la Independencia. El contenido del documento reflejaba un carácter totalmente opuesto a los ideales de los primeros caudillos, a quienes incluso Iturbide acusaba de haber ocasionado grandes calamidades y desórdenes en el país. En cambio se enaltecía a la colonización española, “creadora de la cultura y portadora de enormes beneficios para la tierra mexicana” Buscando atraer tanto al sector liberal como al realista, se establecía como gobierno una monarquía constitucional, invitando a ocupar el trono del imperio mexicano al propio rey Fernando VII y, en caso de que éste no aceptara, a algún otro príncipes de la casa reinante española. Se declaraba a la religión católica romana como religión oficial sin tolerancia de alguna otra, y se mantenía el fuero eclesiástico, garantizando al clero la posesión de sus bienes y privilegios. Se conservaba intacto el sistema interno de gobierno, y en el aparato administrativo se ratificaba a los miembros de la clase privilegiada, que seguirían en los mismos puestos y cargos civiles y militares que habían ocupado durante el régimen colonial.

El Plan de Iguala no incluía, por supuesto, ninguno de los ideales políticos o sociales de Hidalgo y de Morelos; su contenido demuestra que la intención del grupo que apoyaba a Iturbide era separarse de España para conservar sus riquezas y privilegios. Con tal apoyo, el Ejército Trigarante pronto pudo derrotar a las tropas realistas, muchas de las cuales fueron pasando a su bando. Mientras, crecía la confusión entre los pocos dirigentes que quedaban para defender el régimen colonial, quienes desconfiaban del virrey en turno y lo destituían, aun sin esperar a recibir instrucciones del gobierno español, representado todavía en esa época por el régimen liberal surgido de la restaurada Constitución de Cádiz.

En agosto de 1821 llegó a Nueva España Juan O’ Donojú, enviado por las cortes liberales españolas con el nombramiento de Jefe Político Superior, gobernador y capitán general (jerarquía con la que la Constitución de Cádiz sustituía el nobiliario título de virrey), con el propósito de que calmara el descontento que existía en la Nueva España, ya que la reconocida tendencia liberal de O’ Donojú permitiría establecer una alianza entre los grupos liberales de España y México, en un intento por reforzar la unión con la metrópoli. E n la villa de Córdoba, el 24 de agosto de 1821, O’ Donojú e Iturbide celebraron el llamado Tratado de Córdoba, en el que se reconocía la soberanía e independencia de México y su constitución en un Imperio bajo la forma de gobierno monárquico constitucional moderado. Se reafirmaba la invitación hecha en el Plan de Iguala a Fernando VII o alguno de sus parientes, pero Iturbide logró que se agregara una cláusula según la cual, en caso de no aceptar el trono el monarca o algún otro miembro de la casa reinante española, lo ocuparía “la persona que designaran las Cortes del Imperio Mexicano”.

Con la aceptación de O’ Donojú sólo faltaba que éste convenciera a Francisco Novella, el virrey anterior (quien todavía se consideraba en funciones y defendía la sede del virreinato), para que reconociera el cargo conferido por el gobierno español a  O’ Donojú. Esto sucedía el 10 de septiembre de 1821, y el día 23, el nuevo “jefe político” ordenó a la guarnición realista la evacuación de la ciudad de México, lo que permitió que el Ejército Trigarante encabezado por Iturbide entrara pacíficamente en la capital el 27 de septiembre. Un día después se formaron la Junta Provisional Gubernativa y la Regencia, ambas presididas por Iturbide e integradas por personas que habían pertenecido a la burocracia colonial. Una vez constituido el gobierno provisional, se firmó el Acta de Independencia del Imperio Mexicano. Concluía de esta manera una lucha que, iniciada con propósitos muy distintos y en diferentes circunstancias, se había prolongado durante 11 años.



17 Gloria M. Delgado de Cantú, Op. Cit., pp. 407-412.

18 Tomado de Antología de Historia de México, SEP. México, 1993.
19 Mateo A. Sáenz, en Un curso de Historia de México, citado por Manuel López Gallo, en Economía y política en la historia de México, Ediciones “El Caballito”, México, 1965, p. 111. 
20 Gloria M. Delgado de Cantú, Op. Cit., pp. 412-419.


21 Tomado de Álvaro Matute, Antología México en el siglo XIX. Fuentes e interpretaciones históricas,     UNAM, México, 1981, pp. 224-225.
22 Gloria M. Delgado de Cantú, Op. Cit., pp. 419-423.



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