jueves, 11 de abril de 2013

LECTURA PARA 3er AÑO


Las mujeres en la fuerza de trabajo urbano

 

Tomando en cuenta el apartado anterior, uno de los renglones donde podemos visualizar la “igualdad de género” es en el ámbito laboral, aquí es donde podemos observar la participación de ambos sexos, cierto que las mujeres no están presentes en los puestos directivos en grandes proporciones como los hombres pero si están presentes; sin embargo si tienen una gran presencia en las actividades manufactureras, especialmente en la maquiladora.

Así el aumento de las mujeres en la fuerza de trabajo y su incremento en la matrícula universitaria constituye dos cambios sociales sin precedente que transformaron radicalmente las sociedades de la segunda mitad del siglo XX, de la cual México no escapa a dichos cambios. De esta forma, tenemos que durante los últimos treinta y cinco años del siglo pasado, el empleo femenino se ha duplicado, pasando de 20% a 40%, tomando como referencia una PEA de 41, 320, 802. Personas para el año 2005, de acuerdo con el INEGI. Las transformaciones de las características de la población ocupada del país, se han visto acompañadas por cambios en los valores relacionados con la familia, el trabajo y las mujeres. De acuerdo con el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), México se encuentra en el lugar 112 de 131 países, en cuanto a la baja participación femenina en la fuerza laboral , según el reporte de competitividad 2007- 2008, lugar que comparte con países como India, Emiratos Árabes, Paquistán, Turquía, Marruecos, Egipto y Arabia Saudita. Contrariamente, países con un desarrollo económico más bajo que el nuestro como Mozambique, Burundi, Tanzania, Camboya y Uganda, forman parte de los primeros 10 lugares con mayor igualdad laboral entre hombres y mujeres (equidad de género). (ginaza@servidor.unam.mx).*

 

En consonancia con los cambios internacionales, en México el porcentaje de mujeres estudiantes en las universidades ha aumentado a pasos acelerados pasando del 17% en 1970, al 47.5% en el 2005. Es importante resaltar que países como Estados Unidos, Venezuela, Noruega, etc., sus mujeres universitarias rebasan el 50%. Tomando como base lo anterior, esto es, el ingreso masivo de las mujeres al mercado laboral y a las universidades, veamos como se comporta la fuerza de trabajo femenina urbana particularmente en las maquiladoras (ya que es la actividad económica más importante de la época), pues históricamente la mujer ha estado anclada a los quehaceres domésticos y no a la fabrica; sin embargo entre fines de los sesenta y principios de los setenta del siglo pasado, los cambios económicos internacionales resultan determinantes para el ingreso de la mujer al mercado laboral e incluso su emigración hacia la frontera con Estados Unidos.

 

Las maquiladoras en México

Las maquiladoras surgieron en 1965 como parte de un proyecto alternativo de industrialización para las ciudades de la frontera (Tijuana, Cd. Juárez, Matamoros, Mexicali y Nogales) con Estados Unidos al finalizar el programa de braceros que se tenia establecido con dicho país. En sus primeros años estas fábricas se caracterizaron por el uso intensivo de la fuerza de trabajo en actividades de ensamble, atendiendo al esquema de ventajas comparativas en cuanto a la abundancia y bajo costo de la fuerza laboral, empleando especialmente a mujeres jóvenes. Para fines de los ochenta del siglo pasado, se comenzó a observar la movilidad de las maquiladoras hacia diversas ciudades debido a la modificación de los programas exportadores por parte del gobierno y a la modificación de las formas legales para la inversión trasnacional en México (Modelo Neoliberal), lo que permitió que las plantas ensambladoras se ubicaran en casi cualquier parte del país, en donde hubiera ventajas competitivas, salariales e infraestructura industrial.

La importancia de la maquiladora en el empleo regional creció en los años noventa, ante la perspectiva del vender su producción en el mercado domestico y continuar bajo un esquema de mano de obra barata y estímulos fiscales de los gobiernos locales, lo que propicio el desplazamiento de las maquiladoras hacia el centro-occidente y sur del país. “Para enero de 2005 se calculaba había más de 441, 000.0 trabajadores de la maquila en ciudades no fronterizas con predominio del empleo femenino en la industria de la confección y del vestido”

 

Las mujeres en la industria maquiladora de México

Cuando el programa maquilador inicio en la frontera norte de México, a mediados de los sesenta del siglo pasado, se ofreció empleo a mujeres jóvenes especialmente, pero hoy en día, los hombres representan un importante contingente laboral en esta actividad. De acuerdo con el INEGI, en febrero de 2006 se había contratado a un total 1,176,155.0 personas, del cual 424,660.0 eran obreros varones y 499,061.0 eran mujeres en la misma posición. Sin embargo, de 1975 al 2004 podemos observar que, el índice de masculinidad o empleo de mujeres es mayor que la de los hombres. Lo que indica la progresiva feminización del empleo desde que las maquiladoras se instalaron en el país, si se considera que cambió la relación de 28 hombres contratados por cada 100 mujeres en 1975 a 86 varones por cada 100 mujeres en 2004.

Ahora bien, se podrían identificar por lo menos tres ciclos del empleo femenino en las maquiladoras (Ver Tabla 2). El primero indica la propagación de empleos femeninos con bajas remuneraciones en la frontera norte durante los setenta y los ochenta. El segundo, corresponde a la des-feminización del empleo en la maquila, al observarse mayor dinamismo en la contratación de varones con respecto a las mujeres en casi todo el país en los ochenta y los noventa. El tercer ciclo muestra un proceso de re-feminización del trabajo en las maquiladoras del centro y sur del país. Se podría hablar de un cuarto ciclo producto de la desaceleración económica de las maquiladoras en el 2000, que significó la perdida de puestos de trabajo para miles de mujeres. Entre el 2000 y el 2003 éstas perdieron 122,000 puestos de trabajo, que equivalió a 21.2% del empleo a nivel obrero, en tanto los varones perdieron 82,000 plazas, que equivalió a 17.6% del empleo obrero en la maquiladora.

Si bien el empleo en las maquiladoras en México se ha ido transformando durante cuatro décadas, todo parece indicar que los cambios más desfavorables los han experimentado mayormente las mujeres.

Estos hechos dan como balance un largo proceso de segmentación ocupacional por género en las maquiladoras, en primer lugar, con respecto al tipo de oportunidades de trabajo para mujeres en comparación con los varones y, en segundo lugar, al tipo de garantías laborales casi nulas a los que se enfrentan debido a los nuevos esquemas de contratación, los que propician vulnerabilidad ocupacional al incrementarse los trabajos temporales, inestables y con menores beneficios.

Se podría afirmar, que cada vez más los varones se colocan en un plano de competencia abierta frente a las mujeres por conseguir trabajos en la industria maquiladora. Aunque con resultados y oportunidades desiguales, debido a las condiciones estructurales que impone la maquiladora en cuanto a políticas de contratación local y al deterioro generalizado de las condiciones de trabajo en el país.

 

Mujeres y maquiladoras en los setenta: “Muchas, bonitas y baratas”.

“Durante los setenta y parte de los ochenta, la referencia para explicar el trabajo de las mujeres en las maquiladoras fue el fenómeno de la internacionalización de la producción. Algunas de las primeras investigaciones se basaron en el esquema de las ventajas comparativas al tratar de explicar el uso intensivo y extensivo de fuerza de trabajo femenina, caracterizada como “barata, abundante y sin experiencia laboral” como aparentemente lo encarnaban las mujeres de la frontera norte de México”.

Aunque en otros estudios se afirmó que el trabajo en la maquila era una nueva forma de explotación en contextos de familias incapaces de vivir de un solo salario y en condiciones impuestas por una industrialización exportadora en la frontera. Es decir, bajo un crecimiento urbano acelerado y con poblaciones migrantes presentes en la región, con el consabido encarecimiento de los servicios y de las condiciones de bienestar. Tal novedad no es, solo consultemos a Marx en el Tomo I, cuando analiza temas como: la jornada de trabajo, plusvalía absoluta y relativa, para la sociedad inglesa o francesa.

Se podría afirmar que los primeros estudios sobre las mujeres en las maquiladoras partieron de categorías tradicionales bajo un principio de neutralidad para analizar su trabajo, lo que dio paso a conservarlas como trabajadoras de segunda clase y de bajo valor económico. Como consecuencia, la mujer como sujeto económico fue calificada como débil y pasiva, como así lo consignan numerosos estudios con leyendas sobre el trabajo barato y abundante en la frontera. De esta forma, la convergencia del discurso de los empresarios con los hallazgos de investigaciones definió al trabajo femenino como no calificado, débil y marginal, así como mano de obra temporal y parte del ejército industrial de reserva. Se podría decir que se trató de dos sentidos de un mismo fenómeno; del sentido económico de la incorporación de la fuerza de trabajo y del sentido simbólico de la valorización de esta experiencia.

 

Los ochenta: Entre la desfeminización y la masculinización del trabajo

Durante esta década las investigaciones reflejaron el impacto de los procesos económicos y sociales presentes en México, como la crisis económica y la aplicación de políticas de ajuste neoliberales. Este periodo se vio marcado por el proceso de devaluación de la moneda nacional, el rápido deterioro de los salarios reales, la implementación de programas de modernización, los recortes drásticos a los subsidios sociales, la privatización de empresas del Estado, la desregulación y apertura de la economía y sobre todo, la promoción de políticas para la explotación, tanto de recursos naturales como de mano de obra barata.

Una de las consecuencias de esta etapa y de este nuevo modelo económico de acumulación, fue la expulsión de un gran número de fuerza de trabajo, lo que influyó en la reorientación de las actividades remuneradas para los hombres y las mujeres. Por una parte, los sectores contratantes tradicionales de fuerza de trabajo masculina, como la agricultura y la industria de transformación, manifestaron su incapacidad de generar nuevas ocupaciones, en tanto el ritmo de incorporación de las mujeres aumentó. “De esta forma, se observó la terciarización de la economía y el incremento de actividades en pequeña escala y por cuenta propia (autoempleo) en el comercio y los servicios. Estos trabajos fueron desempeñados básicamente por fuerza de trabajo masculina, por lo que algunos autores plantearon la “masculinización del comercio y los servicios”, principalmente en la ciudad de México y Guadalajara”.

En estudios posteriores se reconoció que la recomposición del empleo femenino también estaba influenciada por los cambios tecnológicos y de organización del trabajo en las industrias maquiladoras. Lo que propició la creación de nuevos perfiles laborales, orientadas hacia actividades masculinas, como ocurrió en las autopartes y la electrónica.

De esta forma, a fines de la década de los ochenta, la contratación de varones en puestos técnicos, de almacenamiento, reparaciones y actividades de operación, se habían incrementado. Por primera vez, las mujeres había dejado se ser mano de obra predominante en las maquiladoras, aunque continuaron ocupando masivamente los puestos de operadoras en las líneas de producción, reavivando el contenido de género para las oportunidades de trabajo (De la O, 1995)*. De esta forma, se concluyó a

principios de los noventa, que los hombres en la maquila eran relativamente más jóvenes que las mujeres y que estas fábricas presentaban una débil capacidad para ofrecer trabajos estables y de larga duración, lo que afecto tanto a hombres como a mujeres, no obstante, los hombres tendían a buscar mejores oportunidades de empleo. Y, por último, que el ciclo de vida en ambos sexos tenía un efecto diferente sobre los patrones de inserción y participación laboral en esta industria.

Se podría afirmar que en los ochenta y, a raíz de la consolidación de la industria maquiladora en el país, lo que corrió paralelo al modelo neoliberal, el trabajo femenino adquirió mayor complejidad, desvelando la importancia de los procesos económicos y sociales del contexto mexicano. De esta forma, el tema de las relaciones entre clase, sexo y patriarcado para explicar la opresión del trabajo de las mujeres de la maquila, convivio con los recientes aportes sobre la desfeminización del trabajo. La paradoja en estos estudios fue continuar considerando el trabajo de las mujeres como secundario y ejercido por un sujeto débil y pasivo, a pesar de su visibilidad, capacidad de agencia e importancia por más de dos décadas en las maquiladoras instaladas en el país.

 

Los noventa y el nuevo milenio: Entre la flexibilidad, el género y la globalización

 

Durante este periodo los planteamientos sobre la globalización y la flexibilidad laboral cambiaron la forma de comprender el trabajo y la experiencia de mujeres y hombres en el mercado de trabajo de la maquila. En este contexto, a partir de estudios de caso en fabricas ensambladoras, se logró identificar modificaciones en los sistemas de organización del trabajo, en el reclutamiento de mano de obra y en el reparto de las tareas, las que no eran ajenas al sexo. Es decir, que los recursos de la flexibilización y de las nuevas formas de contratación, como el tiempo parcial o temporal, dependían de la posibilidad de contratar mujeres.

A partir de este supuesto se llevaron acabo estudios de caso en diferentes ciudades de la frontera y, en aquellas regiones en donde se habían asentado industria maquiladora en el país, encontrando evidencias de nuevos horarios de trabajo, jornadas más flexibles y formas de remuneración asociadas con la productividad. Aunque operando bajo una clara segmentación de género en los puestos de trabajo y en las oportunidades de movilidad ascendente laboral.

En esta literatura se buscó vincular a la globalización económica con la comprensión feminista, mediante la identificación de varios tipos de exclusión de la mujer y su comprensión en el nivel cultural, de la feminidad, la masculinidad y la sexualidad. Con el fin de explicar cómo la imagen de la feminidad opera en el lugar de trabajo y, hace posible la construcción de un rol de género en el contexto de la globalización. A pesar de la creciente incorporación de varones a la industria maquiladora.

Finalmente. “A raíz de la expansión de las maquiladoras hacia el centro y sur del país, algunos investigadores incorporaron a sus estudios la categoría de etnia, ya sea por efectos de la migración laboral indígena o por la localización de las nuevas maquiladoras en zonas tradicionales indígenas, como son los casos de Puebla, Yucatán y Guatemala”

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