lunes, 20 de febrero de 2012

LECTURA No. 18 TERCER AÑO

Los movimientos sociales
Javier Juan Santiago



1. Concepto de movimiento social

Los movimientos sociales se incluyen en la categoría de los “actores políticos colectivos” ya que a pesar de las grandes diferencias que éstos mantienen con los partidos políticos y los grupos de presión o interés, como actores políticos colectivos comparten:

• Una relativa estabilidad organizativa;

• Una comunidad de objetivos, ideas e intereses entre sus miembros;

• Una línea de acción coordinada y organizada; y, finalmente,

• La voluntad de intervenir en la política incidiendo así en la gestión de un conflicto social.



Con todo, es obvio que los movimientos sociales se distinguen de partidos y grupos en muchos rasgos, entre los que cabría destacar:

• Su débil estructuración orgánica;

• Su discurso, generalmente temático o transversal;

• Su ámbito preferencial de intervención, que suele ser la política no convencional o contenciosa;

• Su orientación hacia el poder, que suele ser conflictiva; y

• La naturaleza de sus recursos, que no suele ser mayoritariamente de carácter material, sino de carácter simbólico –como la cohesión emocional, la disciplina y el compromiso de sus miembros.



Con base en lo expuesto, a la hora de realizar una definición operativa de los movimientos sociales, podríamos decir que éstos son: actores políticos colectivos de carácter movilizador (y, por tanto, un espacio de participación) que persigue objetivos de cambio a través de acciones (generalmente no convencionales) y que para ello actúan con cierta continuidad, a través de un alto nivel de integración simbólica y un bajo nivel de especificación de roles, a la vez que se nutre de formas de acción y organización variables.



Por todo ello, también se podría afirmar que un movimiento social es un agente de influencia y persuasión que desafía las interpretaciones dominantes sobre diversos aspectos de la realidad, incidiendo así en todos los ámbitos de la política:

En el ámbito simbólico porque es un sistema de narraciones que pretende crear nuevos registros culturales, explicaciones y prescripciones de cómo determinados conflictos son expresados socialmente y de cómo el statu quo ante “debería” ser rediseñado;

• En el ámbito interactivo porque es un actor político que incide en el conflicto social y pretende cambiar la correlación de fuerzas existente en un ámbito concreto de conflicto;

En el ámbito institucional porque incide e impacta en (transformando o tensionando) los espacios que regulan y canalizan las conductas de los actores a través de acciones no convencionales y contenciosas; y

En el ámbito sustantivo porque es un instrumento de cambio de la realidad.



Con todo, es preciso señalar que los movimientos sociales deben recorrer un largo camino y superar muchos retos antes de convertirse en impulsores del cambio (o contracambio) social. Tal como expone McAdam (1999: 477) un movimiento social debe de superar seis tareas de suma importancia para que sus propósitos tengan impacto en la sociedad, a saber:

(1) conseguir nuevos miembros;

(2) mantener la moral y el nivel de compromiso de los miembros de los con los que ya cuenta;

(3) conseguir cobertura de los medios de comunicación e idealmente (aunque no necesariamente) favorable a sus puntos de vista;

(4) movilizar el apoyo de grupos externos;

(5) limitar las opciones de control social que pudieran ser ejercidas por sus adversarios y; finalmente,

(6) influir sobre lo político y conseguir que la administración actúe.



Así las cosas, las preguntas son:

¿Es posible -y cómo- que los movimientos sociales superen estas seis pruebas?

¿Cómo deben hacerlo?

¿Por qué algunos tienen éxito y otros fracasan?

¿Cómo desaparecen y emergen esta singular forma de actor colectivo?

Efectivamente, éstas son las cuestiones que se hacen la mayoría de analistas y que, con la intención de responderlas, se ha ido elaborando el aparato analítico que mostramos a continuación.



2. Debates y perspectivas teóricas

Normalmente el estudio de los movimientos sociales se ha orientado en tres direcciones:

(1) hacia el análisis del contexto en que éstos emergen;

(2) sobre su forma particular de organizarse, actuar y comunicar, y

(3) respecto al impacto que éstos generan al actuar.



En el primer caso la pretensión de los investigadores es observar cómo aparecen los movimientos sociales. Para ello es importante ubicar a los movimientos sociales en un ámbito sistémico, observar qué posición tienen respecto al resto de actores y de instituciones y ver cuál es su desarrollo. Así las cosas, desde esta estrategia de estudio - básicamente relacional- la pregunta es: ¿Cuándo se activan los movimientos sociales?

En cuanto al estudio de los movimientos como actor político, la pretensión es descubrir qué tipo de acción colectiva generan, como se organizan y qué simbología crean. En esta dirección es posible sintetizar los ángulos de análisis a través de las preguntas: ¿Qué hacen los movimientos sociales? y ¿Cómo?

Sidney Tarrow (1977) expone en uno de sus trabajos que, a la hora de analizar la aparición de los movimientos sociales, el cuándo explica en gran medida el porqué y el cómo. Ese “cuándo” se refiere a la coyuntura que facilita la aparición de los movimientos.

Es a esta coyuntura a la que los teóricos califican de “Estructura de Oportunidades Políticas” (a partir de ahora EOP).

Así, la EOP significa las dimensiones consistentes -aunque no necesariamente formales, permanentes ni nacionales- del entorno político que fomentan o desincentivan la acción colectiva entre las gentes.

De esta forma, el concepto de EOP pone énfasis en los recursos “exteriores” al grupo que reducen los costos de la acción colectiva, descubren aliados potenciales y muestran en qué son vulnerables las autoridades. Estos recursos suelen aparecer cuando se producen coyunturas de cambio externas a los mismos movimientos que generan oportunidades para la acción colectiva, entre los que destacan:

• La posibilidad de acceder a las élites gubernamentales. Fenómeno que puede acaecer al producirse fisuras en la cohesión de las élites gubernamentales y, con ello, un sector de éstas -con la voluntad de obtener una posición ventajosa- busca (entre otros recursos) el apoyo de ciertos movimientos sociales.

• La disponibilidad de aliados influyentes. Fenómeno que ocurre cuando un movimiento social consigue partidarios de su causa entre miembros del poder Judicial, en la Iglesia, entre determinados miembros de la intelectualidad o el mundo de la cultura, o entre determinadas élites económicas y/o políticas.

• La conexión con el “tiempo mundial” (o, en términos anglosajones, el world time), es decir, la coincidencia de determinada movilización con una coyuntura internacional favorable. Cuando así ocurre, pueden aparecer dinámicas de contagio como el llamado “efecto dominó” o “bola de nieve” que pueden suponer procesos de movilización en cadena de alcance internacional.



Pero si bien estos aspectos de las EOP se especifican como “cambios” en las oportunidades, también existen aspectos estables de la estructura de las OP que condicionan la formación y la estrategia de los movimientos sociales. Entre estos aspectos “estables” cabe destacar la fuerza del Estado, la organización y distribución territorial del poder y la disposición al uso de la violencia y la represión. En cuanto a la fuerza del Estado es preciso observar la forma en que se ejerce la autoridad. Sobre esta dimensión hay quien diferencia entre Estados fuertes, como el alemán, y débiles, como la mayoría de los latinoamericanos. Respecto a la organización y distribución territorial del poder, donde cabe distinguir entre Estados centralizados que generan movimientos sociales unitarios, sólidos y poco prestos a la negociación, como por ejemplo la Confédération Paysanne francesa, y los Estados compuestos que inducen a la aparición de movimientos descentralizados y más susceptibles a la negociación, como fue el caso de los Die Grünen alemanes o de los ecologistas españoles. Finalmente, en cuanto a la disposición al uso de la violencia y la represión, cabe distinguir Estados más permisivos que otros -destacando la contundencia de Alemania respecto a Holanda- y Estados que optan siempre por la vía judicial en contraposición a otros que recurren con frecuencia a estrategias de guerra sucia, tal como ocurrió durante los años del plomo en Italia.



El repertorio de acción colectiva

A su vez, el estudio de la acción colectiva es útil para el análisis de los movimientos sociales debido a que como estos rara vez disponen de incentivos selectivos o constreñimientos sobre sus seguidores, la acción colectiva suele ser el instrumento en base al que estimular la movilización y el apoyo de la gente. En este sentido es preciso exponer que la acción colectiva se emplea para:

Comunicar y transmitir las exigencias de los movimientos sociales, pues supone una exteriorización de demandas que, de otro modo quedarían silenciadas;

Generar solidaridad e identidad entre los miembros y para vincular los líderes con sus seguidores;

Convencer a los participantes que son más fuertes de lo que son y generar cierto simbolismo del que emana una determinada identidad; y

• Desafiar a sus adversarios y generar incertidumbre debido al desafío que supone las acciones que organizan.

En cuanto a las estrategias y el repertorio de los movimientos sociales pueden ir desde la acción colectiva violenta hasta a la utilización de acciones convencionales -como huelgas, cartas a medios de comunicación y manifestaciones. Entre estos dos extremos existe un abanico de propuestas indefinidas y cambiantes que utilizan la “disrupción”. En este sentido, la historia de la acción colectiva es la historia de cómo se incorporan al repertorio formas nuevas de acción colectiva al ser aprendidas, experimentadas, vividas y asimiladas tanto por los movimientos como por los oponentes y las elites. Por ello, a largo plazo, el repertorio evoluciona incorporando las innovaciones que funcionan y rechazando las que no. A la vez que con el paso del tiempo muchas de las formas originalmente disruptivas se vuelven convencionales, tal como ha ocurrido con la huelga, que ha pasado de ser delito a derecho fundamental, o la manifestación.



Debido a que la acción colectiva es el principal activo con que cuentan los movimientos sociales para obtener visibilidad social, solidaridad y fuerza, éstos -a la hora de lograr visibilidad de sus protestas- se enfrentan en la actualidad a determinados desafíos, como son:

• Diseñar acciones de protesta eficaces que atraigan la atención de los medios;

• Tratar de que éstos no oculten o distorsionen sus objetivos; y

• Generar simpatía e involucrar en esas acciones el mayor número posible de personas.



- Las redes organizativas

Otras escuelas de análisis sobre los movimientos sociales se han centrado en la agregación de intereses y en el manejo de recursos a que va asociada la movilización.

Éstas han puesto su énfasis en la capacidad de obtener y gestionar recursos por parte de los movimientos con el fin de ver cómo éstos inciden en la acción colectiva, su estructura organizativa y su potencial de movilización.

Esta perspectiva parte de la premisa de que la forma en que se organiza un actor es la que determina el curso, el contenido y los resultados de su acción. De ello se infiere que las decisiones que los activistas toman respecto de la manera en que se organiza un movimiento tienen importantes consecuencias respecto a su capacidad de obtener recursos y movilizar a sus fieles, así como al grado de legitimidad que adquiere a ojos de la sociedad. A la vez, la forma en que se organiza un movimiento también puede ayudar (o dificultar) la articulación de relaciones con otros y con las instituciones.

Desde esta perspectiva se estudian las llamadas estructuras de movilización, es decir “los canales colectivos -tanto formales como informales- a través de los cuales la gente puede movilizarse e implicarse a la acción colectiva” (McAdam, McCarthy y Zald, 1999: 24). La forma en que los teóricos se han aproximado a las estructuras de movilización ha sido a través de la teoría de la movilización de recursos (McCarthy y Zald, 1973, 1977; Kriesi, 1988; McAdam, 1986), la cual ha puesto su interés en el análisis comparado de las infraestructuras organizativas de los actores con el objetivo de comprender mejor los patrones históricos de movilización y predecir cuáles facilitan la emergencia, eficacia y consolidación de los movimientos.



- Los relatos

Otra línea de análisis de los movimientos sociales es la que se centra en cómo éstos producen y extienden discursos y significados. En esta línea, hay quienes afirman que para que exista algún tipo de movilización es imprescindible que la gente se sienta agraviada y crea que la acción colectiva pueda contribuir a solucionar la situación.

Así, los “marcos cognitivos” pueden definirse como los discursos culturales para describir significados compartidos que impulsan a las personas a la acción colectiva.

Y es que, si bien es cierto (tal como se ha señalado anteriormente) que los recursos económicos y organizativos o las características del contexto político influyen en la evolución de los movimientos sociales, también es necesario considerar los aspectos simbólicos. Pues los agravios e injusticias sociales, más o menos objetivos, no son suficientes por sí mismos para el inicio de la movilización o acción política. Tiene que existir una conciencia de esas situaciones y un discurso social o una interpretación que los relacione con determinadas políticas ejercidas desde el poder. Y, a la par de ello, es necesario un discurso que justifique, dignifique y anime la acción colectiva.

En esta dirección, la ideología dignifica el descontento, identifica un blanco para los agravios, forma un paraguas sobre las reivindicaciones concretas y encuentra símbolos capaces de movilizar a la gente.

Es por eso que generalmente se han definido los movimientos sociales como actores políticos colectivos creadores de significado con el objetivo de desafiar los discursos sociales dominantes y exponer una forma alternativa de definir e interpretar la realidad (Touraine, 1981; Melucci, 1985, 1988; Snow y Benford, 1988) y, en base a ello, movilizar a sus miembros. Y es que el discurso de los movimientos sociales debe incidir sobre tres aspectos que son esenciales para la acción colectiva:

• Definir ciertas condiciones sociales como injustas y problemáticas;

• Construir una identidad, un sentido de pertenencia entre los miembros del movimiento, un "nosotros" y un "ellos" sobre los que recae la responsabilidad por las condiciones adversas que se pretenden modificar; y

• Convencer a los miembros y simpatizantes que asuman que sus acciones pueden ser eficaces para conseguir los objetivos propuestos.



Los movimientos sociales tratan pues de dotar a los individuos con las creencias necesarias para el cuestionamiento de determinadas situaciones y para su movilización.

Este tema es crucial pues sabemos muy poco sobre el impacto de los movimientos sociales en el cambio social. En parte porque es muy difícil demostrar la cantidad y la calidad del cambio que produce un movimiento social y, en consecuencia, relacionarlo con las características particulares del movimiento. Y también porque, a pesar de los grandes avances teóricos en esta área, todavía no se ha construido una teoría sobre el éxito de los movimientos aunque haya ejemplos relativamente exitosos como el movimiento de defensa de Derechos Civiles en los estados sudistas de Norteamérica, las campañas antinucleares como Campaigne of Nuclear Disamament, las movilizaciones contra la guerra del Vietnam o el movimiento para la supresión del servicio militar

obligatorio en España.



Sin embargo, a los movimientos sociales se les atribuye el impacto en los cuatro ámbitos en que se puede diseccionar la actividad política:

• El simbólico, con cambios en los sistemas de valores, opiniones, actitudes y conductas sociales e individuales; y la formación de nuevas identidades colectivas;

• El interactivo, con la capacidad de hacer emerger nuevos actores políticos o de generar cambios en la estructura de representación política y en los sistemas de alianzas;

• El institucional, con la habilitación de nuevos procedimientos administrativos y la creación de nuevos espacios y mecanismos estables de negociación con autoridades; y

• El sustantivo, empujando el cambio de ciertas políticas gubernamentales en marcha; obteniendo derechos individuales, civiles y sociales; y, en definitiva, creando nuevas oportunidades para la movilización

1 comentario:

  1. Buenas noches Profesor. El texto aquí expuesto me es de suma utilidad para la tesis que elaboro. ¿Podría proporcionarme la bibliografía? Muchas gracias.

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