Dentro de la economía ecológica no se recurre a una escala de valores única expresada en un solo numerario, por el contrario, la economía ecológica abarca la economía convencional neoclásica de los recursos y el medio ambiente
Agricultura
La descripción del Programa Mundial de Alimentos de la crisis alimentaria como “un maremoto silencioso” suscita el espectro de un desastre natural que se levanta sobre una población inconsciente e impotente ante una destrucción masiva. Considerando que hay miles de millones de personas en riesgo de hambruna, la crisis actual es indudablemente masiva y destructiva. Sin embargo, las razones por las que tantas personas tienen un acceso muy limitado a la comida no son “naturales,” sino todo lo contrario. Décadas de políticas agrícolas viciadas, de comercio injusto y de desarrollo insostenible han hecho del sistema mundial de alimentos un ciclo de altas y bajas muy volátil que ha ensanchado la brecha entre la riqueza y la pobreza. Aunque el hambre viene en olas, no todo el mundo se “ahogará” en la hambruna. De hecho, las crisis alimentarias recurrentes están enriqueciendo a un grupo de inversionistas y corporaciones multinacionales, aún mientras destrozan a los más pobres y ponen al resto del planeta en una situación riesgosa tanto económica como ambientalmente. El surgimiento de protestas alimenticias en Haití, Brasil, Estados Unidos y Europa, refleja que la gente no solamente tiene hambre, sino que también se está rebelando control un sistema global alimentario que es peligroso e injusto.
La crisis no es silenciosa, y mientras estemos conscientes de sus causas reales, tampoco somos impotentes.
El Banco Mundial, La Organización Mundial de Comercio, el Programa Mundial de Alimentos, el Reto del Milenio, La Alianza por la Revolución Verde en África, el Departamento de Agricultura de EEUU, así como las grandes industrias como Yara Fertilizer, Cargill, Archer Daniels Midland, Syngenta, DuPont y Monsanto, se esmeran en evitar hablar sobre las raíces de la crisis alimentaria. Las “soluciones” que recomiendan son las mismas políticas y tecnologías que crearon el problema: hablan de incrementar la asistencia alimentaria, de liberalizar el comercio internacional agrícola, y de introducir más paquetes tecnológicos y transgénicos. Estas medidas simplemente fortalecen el status quo corporativo que controla el sistema alimentario. Hasta ahora ha habido poco liderazgo oficial frente a la crisis. Tampoco ha habido un debate público e informado en torno a las razones reales por las cuales hay un número creciente de gente con hambre, ni tampoco se ha hablado de qué se puede hacer al respecto. El futuro de nuestros sistemas de comida y combustible se están decidiendo de facto por mercados mundiales no regulados, por especuladores financieros, y por monopolios globales.
Muchas familias y comunidades campesinas alrededor del mundo han resistido la destrucción de sus semillas nativas durante décadas. Han trabajado mucho para diversificar sus cosechas, proteger sus tierras, conservar su agua y sus bosques, para crear jardines locales, mercados, negocios y sistemas alimentarios comunitarios. Han habido un sinfin de alternativas sustentables, altamente productivas y equitativas, muy diferentes a las prácticas industriales actuales de los monopolios corporativos que controlan los alimentos. Literalmente, son millones de personas las que han trabajado para avanzar estas alternativas. Lo que falta, es la voluntad política por parte del gobierno, la industria y el sistema financiero para apoyar estas iniciativas.
La crisis alimentaria está afectando a más de tres mil millones de personas—la mitad de la población del mundo. Lo que provocó la crisis actual fue la inflación en el precio de alimentos. El Banco Mundial reportó que los precios han subido 83% en los últimos tres años, y la FAO reportó un alza de 45% en su índice de precios de alimentos en sólo nueve meses. El índice de precios del El Economista se encuentra en su punto más alto desde que se formuló en 1845. En marzo del 2008, el precio promedio del trigo estaba un 130% más arriba de lo que estaba un año antes, el precio de la soya estaba 87% más arriba, el del arroz 74% y el del maíz 31%. Aunque el precio de los granos ha bajado un poco, los precios de los alimentos siguen altos, y como las familias pobres se enfrentan a costos mayores de vivienda y combustible, no pueden adquirir suficiente comida.
La crisis de inflación en los precios de alimentos es solamente la punta más reciente de un iceberg que se mueve lentamente. Aunque las rebeliones ocasionadas por los precios de alimentos han aparecido en los titulares de la prensa recientemente, los gobiernos han prometido terminar con la hambruna por más de 30 años:
• 1974—500 millones de gente con hambre en los países en desarrollo. La Conferencia Mundial de Alimentos promete erradicar el hambre de los niños en 10 años.
• 1996—830 millones de personas con hambre. La Cumbre Mundial de Alimentos promete reducir el numero de gente con hambre a la mitad para el año 2015.
o 12% de la población de EEUU pasa hambre. Un proyecto de ley incrementa la cantidad de programas sobre nutrición (Cupones para Alimentos, Mujeres y Niños necesitados) y los bancos de alimentos aumentan sus donaciones de excedentes gubernamentales con comida local y comida donada por varias industrias.
• 2000 La Cumbre del Milenio—Los líderes del mundo prometen reducir la pobreza extrema y el hambre a la mitad para el 2015.
• 2002—850 millones de personas con hambre. La Cumbre Mundial de Alimentos admite que no se ha progresado mucho hacia los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
• 2008—862 millones de personas con hambre. La Conferencia Mundial de Seguridad Alimentaria de la FAO anuncia que en lugar de reducir la cantidad de hambrientos a 400 millones, el hambre ha aumentado. El Banco Mundial aumenta sus proyecciones de pobreza extrema, de mil millones a 1,400 millones. Más de tres mil millones de personas viven con menos de $2 al día.
o 12% de la población de EEUU todavía tiene hambre. A pesar de que se gastan $60 mil millones anualmente en programas gubernamentales de alimentación y que han surgido más de 70,000 bancos de alimentos y programas de alimentación de emergencia por todo el país, uno de cada seis niños en EEUU pasa hambre cada mes y 35 millones de personas no consumen suficientes calorías.
Pareció que la crisis alimentaria explotó de un día para otro, lo cual reforzó los miedos de que el problema es que hay demasiadas personas en el mundo. Sin embargo, según la FAO hubieron cosechas record de granos en 2007. Hay más que suficiente comida para todo el mundo. De hecho, en los últimos 20 años, la producción de comida mundial ha crecido más de 2% anualmente, mientras que la población mundial está creciendo 1.14% al año. La población no está por encima de la oferta de alimentos. Lo que pasa es que los pobres son demasiado pobres para comprar la comida que existe. Jossette Sheeran, el director del Programa Mundial de Hambre, dijo: “Estamos viendo más gente con hambre que antes. Hay comida en los estantes pero la gente no tiene con qué pagar.”
El hambre ya era un problema que iba creciendo mucho antes de que la prensa lo describiera como una crisis alimentaria. Hace unos años, el gobierno de EEUU, las instituciones internacionales y la prensa no lo estaban llamando “crisis global.” No lo hacían porque los precios de alimentos habían venido bajando por 30 años. Las instituciones de desarrollo prometían que eventualmente los pobres podrían comprar la comida que no tenían, de la misma manera que prometía que los beneficios de la globalización les llegarían. No fue sino hasta el desplazamiento dramático de cosechas de alimentos por cosechas para combustible en 2006 que la FAO comenzó a advertir sobre la inminente escasez de alimentos. En el inverno de 2007, en vez de escasez, explotó la inflación del precio de alimentos internacionalmente, a pesar de que eso año hubieron cosechas record. En consecuencia, el número de personas con hambre subió dramáticamente a 982 millones en sólo un año. En EEUU, 50 millones de personas (una sexta parte de la población nacional) clasificadas como “casi pobres” ahora no tienen seguridad alimentaria. Las protestas que rápidamente surgieron a lo largo del planeta ocurrieron en lugares en donde no es que la guerra o el desplazamiento haga que no hayan alimentos disponibles, sino que ocurrieron en lugares en donde la comida era demasiado cara para los pobres.
El cambio dramático en la tendencia mundial del precio de los alimentos prontamente se llamó la “crisis alimentaria global.” Las causas aproximadas son:
• Mal clima: sequías en países productores de granos en 2005-06. El cambio climático continuará impactado la producción de alimentos de maneras impredecibles;
• Reservas bajas de granos—Los sistemas nacionales de reserva de granos se desmantelaron a fines de los 1990s. Siendo que los países ahora depended de los mercados mundiales de granos, las reserves mundiales bajaron de 115 a 54 días.
Esto provoca volatilidad en los precios;
• Precios altos de petróleo, se han duplicado en el ultimo año, lo cual triplicó los precios de fertilizantes, y duplicó el precio de transporte relacionado al sistema alimentario;
• Incremento del consumo de carne a nivel mundial, resultado del crecimiento explosivo de instalaciones para el engorde de ganado. Además de un nivel alto de consumo en el Norte industrializado, se ha doblado la producción y el consumo de carne en países en desarrollo—sobre todo por instalaciones para el engorde de ganado con granos, que desplazan a pequeños productores y usan seis Kg. De grano por cada kilo de carne producida.
• Agro-combustibles: el desvío de 5% de la producción de cereales en el mundo a la producción de agro-combustibles ha incrementado el precio de los granos. El Departamento de Agricultura de EEUU sugiere que los agro-combustibles son responsables por entre 5-20% del incremento en el precio de los granos. El Instituto Internacional de• Investigación de Políticas Alimentarias (IFPRI) ha puesto la cifra en 30%. Un reporte filtrado del Banco Mundial sugería que 75%.
• Especulación: La falta de regulación y la mala supervisión han contribuido a la creación de burbujas especulativas en el mercado de futuros financieros. Tras el desplome del mercado de créditos hipotecarios de alto riesgo, muchos inversionistas buscaron otros lugares en donde invertir su dinero. Cuando vieron que el precio de alimentos subía, invirtieron su dinero en mercados de futuros, elevando el precio de los granos y empeorando la inflación en los precios de alimentos.
La crisis alimentaria es el síntoma de un sistema alimentario en crisis. El mal clima, los altos precios del petróleo, los agro-combustibles y la especulación son tan sólo la causa inmediata de un problema sistémico más profundo. La causa originaria de la crisis es un sistema alimentario global muy vulnerable a crisis económicas y ambientales. Esta vulnerabilidad viene de los riesgos y desigualdades inherentes a los sistemas alimentarios dominados por el complejo agro-industrial mundial. Este complejo se ha venido construyendo durante medio siglo mayoritariamente con fondos públicos para subsidios a granos, con cooperación internacional, y a través del desarrollo agrícola internacional.
Está compuesto por corporaciones multinacionales de granos, semillas, químicos y fertilizantes, por procesadores y por cadenas globales de supermercados. Hace 40 años, los países en desarrollo tenían excedentes anuales de productos agrícolas de $1,000 millones. Para el 2001, después de tres décadas de “desarrollo” y de la expansión del complejo agro-industrial, los países del Sur estaban importando $11 mil millones de comida al año. Inmediatamente después del proceso de descolonización de los 1960s, África exportaba lo equivalente a $1,300 millones de comida. Hoy, los países africanos importan 25% de su comida. El incremento del déficit de alimentos en el Sur refleja el incremento de excedentes de alimentos y la expansión del mercado en el Norte industrial.
industrial.
sobre el Comercio de Servicios, consolidaron aun mas el control de los países del Norte
condicionada por tratados bilaterales de comercio. USAID, por ejemplo, obliga a los
les podría añadir los millones de personas viviendo en la pobreza. La crisis alimentaria
demanda de despensas del Ejército de Salvación incrementó 400%.
provocando mucha hambre—el Secretario de Agricultura de Estados Unidos Earl Butz les
pagos de emergencia “no subsidios” establecieran la base del la Ley Agrícola del 2002.
explica George Naylor de la NFFC, “Los agricultores no negocian los granos, las
consumidores en los mercados locales, los pequeños productores pertenecientes a la
mercados futuros, mientras que algunos bancos comenzaron a comerciar con
mismas políticas que causaron la misma crisis: por ejemplo, más subsidios, mayor
públicas de granos en EEUU y en el extranjero. Según la NFFC, (Necesitamos)
inversionistas institucionales han puesto cientos de miles de millones de dólares en
siglas en inglés) publicó recientemente los resultados de una exhaustiva consulta
respecto.
por todas.
La crisis alimentaria es el síntoma de un sistema alimentario en crisis. El mal clima, los
altos precios del petróleo, los agro-combustibles y la especulación son tan sólo la causa
inmediata de un problema sistémico más profundo. La causa originaria de la crisis es un
sistema alimentario global muy vulnerable a crisis económicas y ambientales. Esta
vulnerabilidad viene de los riesgos y desigualdades inherentes a los sistemas alimentarios
dominados por el complejo agro-industrial mundial. Este complejo se ha venido
construyendo durante medio siglo mayoritariamente con fondos públicos para subsidios a
granos, con cooperación internacional, y a través del desarrollo agrícola internacional.
Está compuesto por corporaciones multinacionales de granos, semillas, químicos y
fertilizantes, por procesadores y por cadenas globales de supermercados.
Hace 40 años, los países en desarrollo tenían excedentes anuales de productos agrícolas
de $1,000 millones. Para el 2001, después de tres décadas de “desarrollo” y de la
expansión del complejo agro-industrial, los países del Sur estaban importando $11 mil
millones de comida al año. Inmediatamente después del proceso de descolonización de
los 1960s, África exportaba lo equivalente a $1,300 millones de comida. Hoy, los países
africanos importan 25% de su comida. El incremento del déficit de alimentos en el Sur
refleja el incremento de excedentes de alimentos y la expansión del mercado en el Norte
industrial.
La destrucción de los sistemas alimentarios del Sur ocurrió por un serie de proyectos de
desarrollo económico impulsados por el Norte:
•
La Revolución Verde (1960-90) fue una campaña dirigida por centros de
investigación agrícolas internacionales con la meta de modernizar la agricultura en
los países en vías de desarrollo. La productividad aumentó impresionantemente al
mismo tiempo que las grandes corporaciones monopolizaron los mercados de
semillas y las demás cosas necesarias para la agricultura. Los tan celebrados
“milagros” en México y Asia ocultan la pérdida del 90% de la agro-biodiversidad, la
reducción masiva de su nivel freático, la salinización y erosión del suelo, el
desplazamiento de millones de campesinos a frágiles laderas, la tala de los
bosques, y el crecimiento de barrios pobres urbanos. Sin tomar en cuenta a China,
la Revolución Verde incremento la cantidad de comida per cápita un 11%. Sin
embargo, la cantidad de gente con hambre también incrementó en un 11%.
•
Los programas de Ajuste Estructural impuestos por el Banco Mundial y el Fondo
Monetario Internacional en los 1980s-90s le siguieron a la Revolución Verde, y
eliminaron las garantías de precios, cerraron muchos centros de investigación,
eliminaron aranceles, y liberalizaron los mercados agrícolas. Los países del Sur se
inundaron de granos subsidiados de EEUU y de Europa vendidos a precios
notablemente más bajos que su costo de producción. Esto destruyó los mercados
agrícolas nacionales y ató la seguridad alimentaria del Sur a los mercados globales
dominados por los países ricos.
•
Tratados Regionales de Libre Comercio y la Organización Mundial de
Comercio
“La idea de que los países en desarrollo se deben alimentar a ellos mismos es un
anacronismo. Podrían asegurar su seguridad alimenticia de mejor manera contando con
productos agrícolas de EEUU, que están disponibles a costos mucho más bajos.”
Secretario de Agricultura de EEUU John Block, 1986
Las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC) cementaron las políticas de
los Programas de Ajuste Estructural en tratados internacionales e invalidaron las leyes
nacionales. Las reglas de la OMC, como las del Acuerdo sobre los Aspectos de los
Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio, y el Acuerdo General
sobre el Comercio de Servicios, consolidaron aun mas el control de los países del Norte
sobre las economías agrícolas del Sur. Los países en desarrollo se vieron forzados a
eliminar las protecciones que existían para los pequeños productores y a abrir sus
mercados a productos del Norte mientras que los mercados del Norte se mantenían
altamente protegidos por una combinación de aranceles y otras barreras. Los tratados
regionales de libre comercio como el NAFTA y el CAFTA, abogados por el Norte,
continuaron la liberalización del comercio, llevando a la quiebra a los campesinos del Sur
y haciendo a muchos países dependientes de importaciones de comida del Norte.
•
Los subsidios agrícolas en el Norte son de mil millones de dólares al día. Esta
cantidad es seis veces mayor a la asistencia anual para el desarrollo que llega del
Norte para el Sur. Una cuarta parte del valor de la producción agrícola de EEUU
viene de subsidios. En la Unión Europea este porcentaje alcanza el 40%.
•
La asistencia alimentaria mundial alcanzó su nivel más bajo desde 1961 en el
2007 (5.8 millones de toneladas), precisamente cuando el número de personas con
hambre es más alto que nunca. ¿Por qué? Porque cuando los precios de alimentos
están altos—y los alimentos son escasos—la asistencia alimentaria disminuye y
cuando los precios están bajos y hay una abundancia de alimentos, la asistencia
alimentaria aumenta.
¿Suena al revés? Lo que pasa es que la asistencia alimentaria responde a los precios de
granos en el mercado internacional y no a las necesidades alimentarias de los países
pobres. Cuando los precios de los cereales están bajos, los países del norte y las
corporaciones transnacionales de grano buscan vender sus productos “commodities” a
través de los programas de asistencia alimentaria. Cuando el precio está alto, prefieren
vender sus granos en el mercado internacional. Cuando más personas sufren de hambre,
menos ayuda llega. Los programas de asistencia alimentaria están dominados por el
programa de asistencia alimentario de Estados Unidos, cuyo objetivo desde 1954 ha sido
“establecer una base permanente para la expansión de nuestras exportaciones agrícolas,
beneficiando a nuestra gente y a la gente de otras tierras.”
Además de otras metas geopolíticas, la asistencia alimentaria funciona como una
esponja, absorbiendo la sobre producción de productos en el Norte para después
desecharlas en el Sur a precios debajo del costo de producción. La asistencia alimentaria
está monopolizada por cuatro compañías que controlan el 84% de su transporte y
distribución. Así mismo, del 50 al 90% de la asistencia global alimentaria está
condicionada por tratados bilaterales de comercio. USAID, por ejemplo, obliga a los
países que reciben alimentos a aceptar granos genéticamente modificados. En el 2007, el
99.3% de la asistencia alimentaria de EEUU fue proporcionada “en grano” y exportada
desde ahí a los países que la reciben (en lugar de ofrecer ayuda monetaria o cupones
para que los países compren sus propios alimentos en mercados más cercanos).
El derrumbe de los sistemas alimentarios en el Sur abrió a continentes enteros para la
expansión de las agro-industrias del Norte. Esta expansión devastó la agro-biodiversidad
local y vació al mundo rural de recursos naturales y humanos muy valiosos. Siempre y
cuando la exportación de granos subsidiados baratos de los países del Norte siguiera
llegando, el complejo agroindustrial siguió creciendo. De esta manera se consolidó el
control del sistema alimentario en manos de unas pocas compañías de granos, semillas,
agroquímicos y petróleo. Actualmente, tres compañías—Archer Daniels Midlands (ADM)
Cargill y Bunge—controlan el 90% del comercio de granos en el mercado global. El
gigante de químicos Monsanto, controla una quinta parte de la producción de semillas,
mientras que Bayer Crop Science, Syngenta y BASF controlan la mitad del mercado de
agroquímicos.
Dado que existe un monopolio muy poderoso en el sistema alimentario, no es
sorprendente que los monopolios aumenten sus ingresos con la crisis alimentaria. Las
ganancias de ADM incrementaron un 38%, las de Cargill 128% y las de Mosaic Fertilizer
(un subsidiario de Cargill) 1615%!
Contrariamente al conocimiento convencional, los grandes productores y distribuidores de
ganado también se están beneficiando del la crisis. El productor y exportador de carne
mas grande del mundo, JBS S.A, ha incrementado sus ingresos 474.4% desde el 2007.
(Esto también está relacionado con la expansión del monopolio, pues en Marzo del 2008,
JBS adquirió las compañías Estadounidense Nacional Beef y Smithfield Beef, así como la
Australiana Tasman.)
Los precios de venta al público de alimentos incrementaron 4% el año pasado, según el
Índice de Precios al Consumidor. La Secretaria de Agricultura de EEUU afirma que se
espera que los precios aumenten entre 3-4% en el 2008, el aumento mas grande en 17
años. Muchas de las 35 millones de personas sin seguridad alimenticia en Estados
Unidos viven en “Desiertos Alimentarios” porque tienen que viajar largas distancias para
comprar alimentos frescos. Dado que los precios de combustibles y de alimentos están
aumentando, estas personas son de las más afectadas por la crisis. A estas personas se
les podría añadir los millones de personas viviendo en la pobreza. La crisis alimentaria
está empeorando, mientras que los políticos y los candidatos presidenciales ignoran la
situación. La crisis económica, la inflación energética y la crisis alimentaria, están
afectando sobre todo a la clase media y a los pobres. Más de 28 millones de personas—
un record nacional—han sido empujadas al programa nacional de cupones alimentarios.
El recibo del mercado
. Los altos precios del maíz, el trigo, la leche y la soya, junto con el
aumento de precios de energía, son las razones principales por las cuales los precios de
los alimentos están subiendo más rápido de lo normal. La docena de huevos cuesta 50
centavos más que el año pasado y el pan de molde 20 centavos más. La mayoría de las
empresas pequeñas operan con un margen de 1-3% y no pueden absorber el incremento
de precios; en consecuencia, los costos se están pasando al consumidor. Como las
grandes empresas ganan dinero vendiendo a grandes volúmenes a márgenes pequeños y
como se pueden proveer directamente de los productores, se han beneficiado de la crisis
alimentaria económicamente. El reporte anual de 2007 del supermercado Safeway señala
que su ingreso neto subió un 15.7% entre el 2006 y el 2007. Esta cifra es aun mayor que
las de la compañía inglesa Tesco, la cual incrementó sus ganancias un 11.8% el año
pasado, una cifra record. De la misma forma, otras compañías como Wal-Mart, señalan
que sus ganancias han estado subiendo gracias al aumento en el precio de alimentos.
Bancos Alimentarios
: La advertencia. Los precios están altos, pero ¿qué tan mal está la
crisis alimentaria en Estados Unidos? Un buen indicador de los efectos de la crisis son los
indicadores de los bancos alimentarios: hay menos comida disponible, los alimentos están
más caros y las filas afuera de los bancos alimentarios están creciendo.
El apoyo federal para los bancos alimentarios inició durante la crisis alimentaria de los
1970’s como una solución temporal. La administración de Reagan en los 80s recortó el
apoyo financiero a las redes de seguridad social, a pesar de una mala situación
económica. Esto empujó a muchos pobres a vivir en las calles e impulsó a los bancos
alimentarios a buscar donaciones privadas. Los bancos alimentarios intentaron combatir
el hambre recolectando alimentos que otra gente no quería. Varias instituciones
religiosas, organizaciones sin fines de lucro y una armada de voluntarios establecieron
comedores de beneficencia, despensas y bancos alimentarios, marcando el inicio de un
movimiento cada vez mas grande de alimentación de emergencia. Entre 1980 y 1982 la
demanda de despensas del Ejército de Salvación incrementó 400%.
Los bancos alimentarios han tenido que compensar las fallas de los programas federales
de nutrición, educación y de cupones para alimentos, ya que sigue creciendo el número
de personas con hambre. Actualmente, el banco alimentario mas grande de la nación,
Feeding América (antes llamado Second Harvest) distribuye 900 millones de kilogramos
de alimentos anualmente a 200 bancos alimentarios nacionales.
Una encuesta hecha por Feeding America en 2008 revelo que 99% de los bancos
alimentarios han aumentado significantemente la cantidad de personas a las que ayudan.
Aunque la demanda de alimentos ha crecido, el valor de las acciones alimentarias en la
bolsa de valores están bajas. Los excedentes de la Secretaria de Agricultura de EEUU
(USDA por sus siglas en inglés) han disminuido $200 millones y las donaciones locales de
alimentos han disminuido 9% a nivel nacional. (La USDA distribuye los excedentes
cuando las acciones están altas o cuando los precios de comodidades están por debajo
de cierto nivel. Al igual que la asistencia alimentaria internacional, responden primero a
las necesidades del mercado de granos, lo que tiende a disminuir la distribución cuando
los alimentos son más necesitados y a aumentar cuando son menos necesitados…) La
Asociación de Bancos Alimentarios de Nueva York reporta que los productos de la USDA
han disminuido 60% este año, lo que significa una disminución 30 millones de kilogramos
de comida. Como los bancos alimentarios dependen de la sobre producción de la USDA,
han tenido que buscar recursos alternativos de alimentación. Muchos de los bancos
alimentarios están sustituyendo la comida que normalmente dan por fuentes más
tradicionales de proteína y de lácteos, mientras que otros están reorganizando sus
estructuras operativas.
La Asociación de Bancos Alimentarios de California asegura que los bancos alimentarios
están en el “principio de una crisis.” Esta crisis no se limita a California, sino que se
extiende a través de todas las comunidades de bancos alimentarios. Los bancos
alimentarios también están sufriendo por la disminución de donaciones monetarias de
parte de la clase media y por la disminución de donaciones de alimentos de corporaciones
alimentarias a causa del surgimiento de “mercados secundarios” lucrativos (como por
ejemplo Big Lots, Dollar Tree, y Grocery Outlet).
Las crisis alimentarias y las crisis agrícolas casi nunca están separadas. En los 1970’s, el
gobierno regulaba la producción de granos y las fluctuaciones del mercado manteniendo
reservas nacionales y pagándole a los agricultores para mantener sus tierras ociosas. Sin
embargo, cuando la crisis petrolera y la inflación subieron los precios de los alimentos—
provocando mucha hambre—el Secretario de Agricultura de Estados Unidos Earl Butz les
dijo a los agricultores que salvaran al mundo del hambre trabajando todas sus tierras y
poniendo sus cosechas enteras en el mercado. Se reemplazaron las políticas de control
de la sobre producción y las políticas que protegían a los agricultores de las fluctuaciones
en los precios por políticas que favorecen la sobre-producción y los precios bajos.
Cuando resultó que los pobres eran demasiado pobres para comprar toda la comida
producida en EEUU, los precios cayeron. El Secretario Butz, entonces, les dijo a los
agricultores que o que ampliaran sus operaciones o que se salieran del negocio, lo que
resultó en bancarrotas y en la emigración masiva de familias campesinas. El tamaño
promedio de las granjas creció de 200 a 400 acres, reflejando el cambio constante hacia
las mega-granjas. Las granjas grandes y corporativas ahora controlan 75% de la
producción agrícola.
Desde 1985, se fueron eliminando los programas federales que establecían los precios
mínimos de los granos y fueron reemplazados por un sistema de préstamos y subsidios
que abarataron el precio de los granos. Durante las dos décadas siguientes, el gobierno
pagó miles de millones de dólares para mantener la sobreproducción de granos baratos,
de acuerdo a las agendas políticas de las corporaciones del complejo agro-industrial. Los
granos baratos se convirtieron en no solamente el baluarte de la explosión de cebaderos,
sino que también de la política exterior de EEUU. Esta política después se incorporó a las
reglas de la OMC, impidiendo que los países en desarrollo aumenten sus aranceles para
proteger su agricultura de las importaciones baratas extranjeras.
La membrecía a la OMC también requiere que Estados Unidos abandone sus subsidios
agrícolas. La Ley Agrícola de 1996 le daba hasta 2001 para eliminarlos. También llamada
la “Ley de Libertad de Cultivar”, terminó con las reservas de granos y eliminó los aspectos
positivos de la Ley Agrícola (los precios mínimos y los programas de conservación y de
diversificación, por ejemplo). Pensando que podían exportar lo que quisieran, los
agricultores estadounidenses comenzaron a pedir mucho dinero prestado, demasiado
rápido. Cuando el precio mundial de los granos cayó, el gobierno de EEUU rescató a sus
agricultores con miles de millones de dólares en “pagos de emergencia”, que según ellos,
“técnicamente no eran subsidios.” En el 2002, el precio del maíz y del trigo exportado por
EEUU estaba entre 13 y 43% debajo del precio de producción. No sorprende que estos
pagos de emergencia “no subsidios” establecieran la base del la Ley Agrícola del 2002.
Los mayores beneficiarios de estas políticas fueron las grandes granjas multinacionales
de granos incluyendo Cargill y Archer Daniels Midlands, las industrias de cebaderos (por
ejemplo Tyson y Smithfield) y las compañías de químicos y semillas como Monsanto,
DuPont y Syngenta.
La Ley Agrícola (y de alimentos) del 2008
, también conocida como la Ley de Alimentos,
Conservación y Energía, tiene un presupuesto de $307 mil millones para usarse en un
periodo de cinco años. En lo que a alimentos se refiere, 68% del dinero es para apoyar el
Programa de Asistencia Alimentaria. También hay $100 millones al año para dividirse
entre programas nuevos de sistemas locales de alimentación, para incrementar el acceso
a alimentos nutritivos en comunidades marginadas y para apoyar la producción orgánica y
a los agricultores principiantes.
Desafortunadamente, la ley también incluye $ 74 mil millones para programas que
benefician a las mega-granjas y las agroindustrias corporativas, y que perjudican la salud
pública, el medio ambiente, y a las comunidades agrícolas alrededor del mundo:
$12.6 mil millones en programas de comodidades con $8.7 mil millones en pagos directos
sin importar las necesidades del agricultor;
$300 millones al año para programas de agro-combustibles que continuarán subiendo y
consolidando el poder monopólico de las compañías de granos y de combustibles.
Según Kathy Ozer, la directora de la Coalición Nacional de Granjas de Familia (NFFC por
sus siglas en inglés), “La Ley Agrícola conserva pagos directos para los agricultores
independientemente del precio de su producto. Ese es precisamente el tipo de pago que
es ilegal según la OMC. Dado que la Ley Agrícola fracasó en reinstaurar una forma de
estabilizar los precios, los subsidios continuarán beneficiando a los grandes productores y
a aquellos que están cultivando los productos más importantes cuando los precios se
derrumben… Tenemos que arreglar el sistema alimentario así como la manera en la que
se les paga a los agricultores por producir, sin forzarlos a depender de los impuestos para
compensar los precios bajos e inestables.”
Mientras que con la crisis alimentaria los precios de los granos aumentaron
desmesuradamente, los agricultores no se beneficiarán pronto. ¿Por qué? Como lo
explica George Naylor de la NFFC, “Los agricultores no negocian los granos, las
corporaciones negocian los granos”. El incremento espectacular del precio del maíz (de
$2 a $8 el canasto) fue rápidamente seguido por el incremento en los costos de
producción. Los márgenes de ganancia de los agricultores convencionales y orgánicos
están disminuyendo. En general, los agricultores reportan que sus costos están subiendo
más rápido que los precios de sus productos. Por cada dólar que se vende de comida, los
agricultores reciben menos de 20 centavos, con los que tienen que pagar los costos de
producción que han subido 45% desde el 2002. La mayoría de los precios de fertilizantes
se han triplicado en 18 meses. El precio de Urea, el fertilizante de nitrógeno más común,
ha incrementado de $281 la tonelada en enero del 2007 a $412 en enero del 2008 a $815
en agosto, un incremento total de 300%. Además, los precios del diesel para los
agricultores han aumentado 40% en los últimos 2 años.
El agro-combustible—specíficamente el etanol hecho a base de maíz—se consideraba
una buena manera de añadir valor al maíz y mejorar el ingreso de los agricultores.
Desafortunadamente, las cooperativas agrícolas que garantizaban los ingresos han sido
absorbidas por las grandes industrias. Según la Asociación del Combustibles Renovables
(RFA por sus siglas en inglés) de 134 plantas de etanol existentes en EEUU, 49 son
asociaciones familiares y representan 28% de la capacidad nacional. Esto está
cambiando rápidamente. De las 77 plantas que se están construyendo, el 88%
pertenecen a las corporaciones. Cuando estas plantas estén terminadas, los pequeños
agricultores serán dueños de menos del 20% de las plantas. (La RFA y la USDA recién
fueron acusadas de subestimar el número de plantas de etanol en construcción, por lo
que podría ser que el grado de control corporativo sea mayor.) Solo cinco corporaciones
controlan el 47% de toda la producción de etanol en Estados Unidos. Las dos
corporaciones mas grandes del etanol, ADM y Poet, controlan el 33.7% de toda la
producción. Los 10 mayores productores de etanol controlan aproximadamente 70%.
ADM está surgiendo como un poder hegemónico en Estados Unidos por la economía de
escala de sus plantas y su dominación del mercado de granos y de agro-combustibles.
Otras compañías de etanol están batallando con menores ingresos por los altos precios
del maíz, pero ADM ha fortalecido su cuota de mercado y sus ingresos.
Los agricultores orgánicos igualmente reportan un aumento en el precio de producción
(fertilizantes orgánicos, semillas y plásticos utilizados para el riego) así como un aumento
de costos generales como de electricidad y de agua. Muchos productores de leche
orgánica ya no encuentran cereales orgánicos. Y aunque aumente el número de
consumidores en los mercados locales, los pequeños productores pertenecientes a la
CSA (Agricultores Apoyados por la Comunidad) se benefician solo en el corto plazo y
pueden ser desplazados fácilmente con las ansiedades de las próximas cosechas y por la
situación económica. Así mismo las inundaciones y huracanes en la región sureña y norcentral
de EEUU este año han obligado a los agricultores a volver a sembrar y han
disminuido sus cultivos para los mercados locales. Por la alta volatilidad de los precios la
NFFC ha advertido que nos encontramos “a una sequía de que el precio del maíz
aumente a $10 el canasto.” Por la alta volatilidad del mercado, estamos muy cerca de que
el maíz cueste $2 el canasto, lo que sería igualmente catastrófico.
“La crisis financiera actual podría ser mitigada acudiendo a las reservas bancarias
federales y al gobierno de los Estados Unidos, aprovechando sus reservas de capital.
¿Pero qué pasaría si tenemos una sequía devastadora, algún otro desastre natural o un
desastre causado por el hombre que podría resultar en una crisis alimentaria en los
Estados Unidos? ¡No hay reservas alimentarias! Los Estados Unidos tienen una reserva
federal bancaria para el dinero, y una reserva petrolera estratégica para el petróleo, pero
no hay ninguna reserva federal para granos y otros comestibles de emergencia.” Larry
Matlack, Movimiento Agrícola Americano
La economía Norteamericana está en su peor etapa desde la Gran Depresión. El gobierno
federal está invirtiendo miles de millones de dólares de los contribuyentes para rescatar a
Wall Street. Ambas crisis, la alimentaria y la financiera, han sido producidas por políticas
similares, y se han complementado la una a la otra durante años.
Las reformas de libre mercado a nivel internacional, fomentadas por los Estados Unidos,
erosionaron el apoyo para la agricultura local y ocasionaron una consolidación masiva en
la industria agrícola. En el mismo periodo, la falta de regulación en la industria financiera
de servicios permitió a los bancos intercambiar sus inversiones; a los bancos pequeños
que tradicionalmente se encargaban de las hipotecas se les permitió invertir en otras
áreas de la economías. Los grandes bancos rápidamente devoraron a los bancos
pequeños. Entre 1980 y 1998 hubieron un poco más de 8,000 fusiones bancarias en los
Estados Unidos, lo cual representó un poco más de $2.4 billones en activos. Al mismo
tiempo que la banca se volvía más centralizada, los préstamos a los pequeños negocios,
incluidos los de las granjas, se volvieron más difíciles de adquirir, lo que combinado con la
caída de los precios, y los caros químicos y paquetes de semillas orillaron a muchos
granjeros a “crecer o salirse” del negocio. Los comerciantes de productos invirtieron cada
vez más en otros servicios financieros, y los grandes comerciantes se movieron a
mercados futuros, mientras que algunos bancos comenzaron a comerciar con
instrumentos financieros, incluyendo el de comodidades, para proteger sus préstamos.
Algunas compañías financieras de servicios como Goldman Sachs, se volvieron
importadoras de bienes materiales, mientras que las compañías agrícolas tradicionales
como Cargill, ahora tienen ramas de inversión bancaria que se ocupan de asuntos que
van desde bienes raíces y títulos corporativos hasta tecnologías de información.
La desregulación y la consolidación hacen que los mercados se vuelvan más vulnerables
a choques financieros. Con la crisis de hipotecas de alto riesgo del 2007, los
inversionistas comenzaron a buscar lugares más seguros en los cuales poner sus
inversiones. Al menos algunas de las alzas de precios desenfrenadas que comenzaron al
principio de 2008 fueron causadas directamente por estas búsquedas—que resultaron en
una combinación de inversiones en productos agrícolas y en petróleo—lo que acrecentó
los precios de comida y suministros agrícolas. Al buscar inversiones más seguras, los
comerciantes que podían haber o no haber estado en negocios relacionados con la
comida, pusieron su dinero en “contratos a futuro.” Este tipo de comercio especulativo, el
cual ha exacerbado la crisis alimentaria, no hubiera podido ocurrir a esta escala sin la
desregulación de servicios financieros que ocurrió en la década de los 1980s.
Este sistema de desregulación ha atrapado a nuestra economía y a nuestro sistema
alimentario en un ciclo de retroalimentación negativa. La falta de regulación produce
mayor consolidación y menor estabilidad en los mercados financieros y agrícolas. Lo
irónico es que los mercados e inversiones están tan entrelazados, que estamos ante la
posibilidad de que colapsen tanto el mercado financiero como el alimentario al mismo
tiempo.
El rescate de Wall Street podría o no estabilizar los mercados financieros a corto plazo,
pero no hará nada para solucionar las causas estructurales de la crisis actual, ni evitará
una próxima. Una solución real debería incluir medidas que estabilicen a ambos
mercados, el financiero y el alimentario. Necesitamos una fuerte supervisión de los
grandes comerciantes y servicios financieros, y un incremento en el apoyo a las
economías locales, pequeños productores, bancos locales, y pequeños prestatarios.
Sobre todo, necesitamos alejarnos del fundamentalismo neoliberal, el cual nos puso en
esta situación.
Las prescripciones oficiales para solucionar la crisis alimentaria mundial piden más de las
mismas políticas que causaron la misma crisis: por ejemplo, más subsidios, mayor
dependencia en ayuda alimentaria, mayor libre comercio y mayores “Revoluciones
Verdes” (ahora con transgénicos). Esperar que las instituciones que construyeron el
modelo alimentario actual puedan resolver la crisis es como pedirle a un pirómano que
extinga un incendio forestal. Más bienestar corporativo, más libre comercio y más
paquetes tecnológicos son buenas noticias para los complejos industriales agroalimentarios
que buscan prolongar sus ganancias y consolidar aún más su poder
monopólico, pero esto no servirá para reestructurar nuestro sistema alimentario global, un
sistema ambientalmente vulnerable y económicamente desigual.
Para resolver la crisis alimentaria se necesita trasformar el sistema alimentario. Esto
implicaría una regulación del mercado, la reducción del poder oligopólico de las
corporaciones agroalimentarias, y la construcción de sistemas agrícolas familiares
agroecológicos. Se necesita lograr que los alimentos sean más accesibles, convirtiendo al
sistema alimentario en un motor de desarrollo económico local en áreas urbanas y
rurales. Estas tareas no son mutuamente excluyentes, no necesitamos esperar a arreglar
el sistema alimentario para hacer de los alimentos algo más accesibles, el comercio más
justo o la producción más viable. Los tres elementos se tienen que trabajar en conjunto,
complementándose entre sí.
1.
Apoyar la producción alimentaria doméstica a nivel internacional, basados en
principios de justicia social, ecológica y económica, así como en el derecho
de consumir alimentos saludables
. Necesitamos renegociar los acuerdos de
libre comercio y sacar la agricultura del OMC. El Programa Mundial de Alimentos
debería comprar alimentos localmente a precios justos y distribuirlos a aquellos que
lo necesitan; estas practicas evitarían el “dumping” de granos baratos y alimentaría
a un número mayor de personas hambrientos. En Estados Unidos, los consejos de
política alimentaria pueden localizar y racionalizar los sistemas de alimentación
local. Las redes de seguridad para gente de bajos ingresos deberían mejorarse
para asegurar un acceso adecuado a alimentos frescos y saludables. Los bancos
de comida deberían ser apoyados para distribuir alimentos frescos y saludables de
productores locales a través de programas estatales. Es necesario apoyar a los
negocios de alimentos comunitarios e independientes tanto a nivel nacional como
internacional.
2.
Estabilizar y garantizar precios justos a productores, trabajadores y
consumidores
al restablecer los precios mínimos y las reserves nacionales y
públicas de granos en EEUU y en el extranjero. Según la NFFC, (Necesitamos)
una visión a largo plazo para preservar nuestra seguridad y soberanía
alimentarias— algo que va mucho más allá que simplemente responder a los
ruegos de las agroindustrias. Una política prudente de reservas que estabilice los
precios de los productos reduciría los tan controversiales subsidios agrícolas al
asegurar que los precios no colapsen… [esto] beneficiará a los consumidores y a
los productores, en lugar de dejarlos a merced de los deseos y dictados de los
mercados globales inestables. Hay que crear salarios sustentables y demandar
derechos laborales para los trabajadores agrícolas, para los trabajadores que
procesan comida y los que sirven comida, para que todos tengan acceso a
alimentos saludables.
3.
Detener la expansión de los agrocombustibles. Hay que suspender el comercio
y la inversión internacional de los agrocombustibles. Hay que mantener las tarifas
actuales en las importaciones de agrocombustibles a los Estados Unidos para
detener la expansión de la importación de agrocombustibles ya que amenazan los
suministros alimentarios de los países en vías de desarrollo, además de afectar la
biodiversidad mundial. También hay que detener toda expansión de los programas
estatales de apoyo a los biocombustibles e inmediatamente revisar toda legislación
relacionada a combustibles renovables, incentivos fiscales y otros subsidios.
Cualquier apoyo hacia la producción doméstica de bioenergía debe asegurar al
menos y únicamente: el derecho de las comunidades a alimentos locales y a la
energía renovable; una red significativa de reducción en el ciclo de vida de los
gases que causan el efecto invernadero; las comunidades deben ser dueñas de las
bio-refinerias locales; precios más justos para los productores, un salario digno, y
un trato humano a todos los trabajadores; incentivos para utilizar materias primas
regionales y ecológicamente apropiadas que mejoren la biodiversidad; y un
mejoramiento substancial de los programas de conservación ambiental. El llamado
a una moratoria de agrocombustibles en Europa ha forzado a los oficiales de la
Comisión Europea a reconocer los peligros de la expansión de los
agrocombustibles, lo que a producido una reevaluación de las leyes sobre
agrocombustibles europeas. Una coalición de grupos ambientalistas progresivos y
de justicia social en los Estados Unidos recientemente lanzó un llamado global
hacia una moratoria de los agrocombustibles en los Estados Unidos. (Ver:
http://ga3.org/campaign/agrofuelsmoratorium).
4.
Regular el sector financiero de inversiones en productos alimentarios. Los
inversionistas institucionales han puesto cientos de miles de millones de dólares en
los mercados a futuro, incrementando los precios de comida y energía, que han
llegado a niveles históricos. Aunque los precios han caído en las últimas semanas,
los circuitos regulatorios aún pueden introducir extrema volatilidad en el mercado,
inestabilidad política y mucho sufrimiento humano. Para disminuir los precios de
alimentos y proteger el interés social, la Comisión de Comercio de Mercados de
Futuros debe usar su autoridad para frenar la especulación excesiva de productos
futuros y restablecer una posición estricta para limitar a los especuladores (lo cual
fue exitoso hasta que se removió con la Ley de Modernización de Mercados
Futuros en 2000). Debemos regular y transparentar todo el comercio. También
debemos eliminar la influencia especulativa dañina prohibiendo la participación en
mercados a aquellos que no producen, manufacturan, o participan en la entrega
física de los productos. Debemos crear una economía solidaria que priorice la
compasión y la preocupación por el otro antes que las ganancias a corto plazo,
tanto en los Estados Unidos como en el resto del mundo.
5.
Promover un retorno a la pequeña producción agrícola. Varias investigaciones
profundas muestran que las pequeñas granjas familiares son más productivas que
las grandes granjas industriales. Además usan menos petróleo, especialmente si
los alimentos son comercializados localmente o regionalmente. Dado que ¾ de las
personas más pobres del mundo son pequeños agricultores, invertir en la pequeña
producción agrícola confrontaría tanto a la pobreza como a la hambruna. Según
Henry Saragih, el coordinador de la organización campesina internacional Vía
Campesina: La reconstrucción de las economías nacionales alimentarias requerirá
de compromisos políticos inmediatos y a largo plazo de parte de los gobiernos
nacionales. Se debe dar una prioridad absoluta a la producción doméstica
alimentaria para disminuir la dependencia en el mercado internacional. Los
campesinos y pequeños agricultores deberían ser alentados con mejores precios
por sus productos y con mercados más estables para producir alimentos para ellos
mismos y para sus comunidades. Las familias sin tierras tanto de áreas urbanas
como rurales deben tener acceso a la tierra, semillas y agua para producir sus
propios alimentos. Esto significaría un incremento de la inversión en la producción
de alimentos de origen campesino para mercados domésticos.
6.
Apoyar los enfoques agroecológicos y locales de producción alimentaria y el
manejo del sistema alimentario
. La Evaluación Internacional del Papel del
Conocimiento, la Ciencia y la Tecnología en el Desarrollo Agrícola (IAASTD por sus
siglas en inglés) publicó recientemente los resultados de una exhaustiva consulta
internacional que duró cuatro años e involucró a más de 400 científicos. La IAASTD
llama a una revisión de la agricultura controlada por compañías multinacionales y
dominadas por reglas de comercio injustas. El reporte habla en contra de la
dependencia en las “soluciones” transgénicas para la producción alimentaria y
enfatiza la importancia de los enfoques agroecológicos locales en la agricultura. La
ventaja es que al mismo tiempo que crean un excedente para el mercado, proveen
ingresos alimentarios y monetarios a los más pobres. Contrariamente al
conocimiento convencional, las granjas agroecológicas, las cuales se han
expandido alrededor del mundo, son altamente productivas y- de acuerdo a un
innovador estudio de la Universidad de Michigan—pueden proveer fácilmente la
comida necesaria para la supervivencia humana a nivel global. Mientras la
producción agrícola industrializada y los regímenes de libre comercio nos fallan,
estos enfoques serán las claves para construir un sistema alimentario funcional.
7.
Soberanía Alimentaria: ¡Democratizar el Sistema Alimentario! La soberanía
alimentaria es un derecho de todos y todas las personas a los alimentos más
saludables y culturalmente apropiados producidos a través de métodos más
ecológicos y sostenibles, además de su derecho a definir sus propios sistemas de
alimentación y agricultura. Al centro de estos conceptos se encuentra la creencia
de que necesitamos democratizar nuestro sistema alimentario para asegurar la
igualdad y la sustentabilidad. La democratización de nuestros sistemas
alimentarios requiere un cambio social en la manera en la que administremos los
alimentos. Debemos reducir la influencia política de los complejos agroalimentarios
industriales y reforzar las leyes en contra de los monopolios. Estos cambios
requerirán cambios tanto en las prácticas, como en la legislación para establecer
un contexto regulatorio para sistemas alimentarios más sustentables y equitativos.
Estos cambios también dependen del grado de voluntad política de los
empresarios, de nuestros legisladores, y de nuestras comunidades. La voluntad
política a su vez resulta de la presión social que puedan ejercer los movimientos
sociales informados. Estos movimientos ya existen, y están ganando fuerza
durante la crisis alimentaria. Únanse y apoyen a las organizaciones que realizan
campañas para obtener políticas de sistemas alimentarios más justos; escriban
cartas y hagan llamados a los políticos que ustedes eligieron, y cuestionen a los
candidatos presidenciales y congresionales sobre el hambre y la pobreza en los
Estados Unidos y en el resto del mundo, y sobre lo que ellos pretender hacer al
respecto.
Juntos podemos arreglar el sistema alimentario y resolver la crisis alimentaria de una vez
por todas.